Ecologismo de emergencia

El coronavirus ataca también la lucha contra la emergencia climática

Juan López de Uralde

A última hora de la noche del miércoles conocimos la noticia de que, debido a la crisis generada por el coronavirus, se suspende la Cumbre del Clima (COP26). Tenía que celebrarse en Glasgow (Reino Unido), entre el 9 y el 18 de noviembre, pero al parecer los organizadores han preferido posponerla. Se trata de una mala noticia para la lucha contra la emergencia climática, que sólo puede mitigarse si se celebra en la primera mitad de 2021, y por tanto el retraso es pequeño.

Es una paradoja que la actual pandemia pueda tener como uno de sus impactos, el debilitamiento todavía mayor de los maltrechos compromisos globales de lucha contra el cambio climático. Precisamente uno de los impactos más notables de los cambios en el clima y la degradación de los ecosistemas es que facilitan la aparición y expansión de nuevas enfermedades. Por tanto la lucha climática lo es también contra nuevas pandemias.

La COP26 es una reunión clave: los 200 gobiernos del mundo tienen que llegar a la misma con nuevos objetivos, más ambiciosos de los actuales, que permitan cumplir con el objetivo de mantener el aumento de temperatura global por debajo de 1,5 ºC. De mantenerse los compromisos actuales, las temperaturas subirían por encima de los 3 ºC. Sin embargo, posponer la cumbre reduce la presión a los gobiernos para que aumenten sus objetivos. 

Desgraciadamente la profundidad y gravedad de la crisis del COVID-19 puede ser utilizada de excusa para poner en riesgo la ambición de los gobiernos en la lucha contra la emergencia climática. Es evidente que ahora hay urgencias mayores, pero también debe serlo que la emergencia climática sigue estando ahí, generando impactos cada día más visibles. Por ello, entendemos que la salida de la crisis del coronavirus debe servir de impulso a un nuevo modelo en el que se promuevan  políticas verdes que generen empleo en un escenario donde la sostenibilidad sea un objetivo prioritario. 

Esta decisión llega también en medio de una profunda crisis de la Unión Europea. Su futuro también está en juego por las políticas alemana y holandesa de volver a aplicar en 2020 las recetas que aplicaron en la crisis económica de 2008. No sabemos en qué va a acabar la actual fractura, pero entretanto es deseable que la UE avance en su ley del clima, con un objetivo actualizado de reducción de emisiones de -55% para 2030 antes de la COP26 (sea finalmente cuando sea). 

La crisis del coronavirus no debe ser una excusa para frenar las políticas contra la emergencia climática, sino un acicate para ser todavía más ambiciosos y actuar con mayor urgencia. Por ello esperamos que la COP26 no se retrase más allá de los primeros meses de 2021.

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