Ecologismo de emergencia

Islandia vuelve a cazar ballenas con la excusa de la tradición

Freepik.
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A pesar de que desde 1986 la caza comercial de ballenas está prohibida en todo el mundo gracias a la moratoria establecida por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), tres países continúan desafiando esa prohibición: Islandia, Japón y Noruega. Diversos estudios calculan en 40.000 el número de cetáceos cazados por estos países desde que entró en vigor la moratoria. No hay otro argumento para continuar con esta caza que la defensa de una "tradición" que, ciertamente, no tiene defensa posible.  

Las ballenas son un patrimonio común y su conservación debería ser un mandato global. Sin embargo, estos países han decidido mantener la caza porque es su tradición, desafiando con ello a la comunidad internacional. Lo cierto es que el apoyo de la opinión pública cada vez es menor. En Islandia más de la mitad de la población se opone ya a la caza de ballenas. Y en Noruega ni siquiera hay mercado para la carne, a pesar de los esfuerzos de las autoridades para promoverla. De hecho la carne de las ballenas cazadas se exporta a Japón, o se dedica a comida para perros por la falta de mercado. No obstante en mercados como el de Bergen se ofrece a los turistas de forma gratuita para tratar de abrir mercados.

Después de suspenderla de forma intermitente, la pasada semana el gobierno de Islandia concedió nuevamente permiso para la caza de 128 ballenas. Una mala noticia ya que parecía que Islandia podía ser el primero de los tres países en cesar definitivamente la caza de ballenas. De hecho en aquel país el avistamiento de ballenas es una actividad turística de éxito, y hay un enfrentamiento local contra los balleneros. En puertos como el de Husavik, desde el que parten los barcos de avistamiento, pueden verse pegatinas en los cristales de los bares renegando de la caza de ballenas: "nosotros no apoyamos la caza de ballenas", dicen. Es lógico porque en la actualidad la localidad vive del avistamiento de ballenas.  

La opinión pública ha ido cambiando de opinión al respecto, y lo que hace unos años era un apoyo sin fisuras a la caza de ballenas hoy se ha convertido en un rechazo mayoritario. No obstante la industria ballenera ha conseguido un éxito notable al obtener permiso para la caza en este 2024. Al menos en esta ocasión el permiso ha sido solo para este año, y no para cinco años como eran antes, lo cual hace concebir esperanzas de que se vuelva a detener esta caza sangrienta. 


En el caso de Japón, la caza de ballenas se ha revestido de una legitimidad nacionalista, y los activistas antiballeneros se han convertido en enemigos nacionales. Esta vinculación de una actividad sangrienta con los colores nacionales es algo que desgraciadamente no nos es ajeno porque aquí lo vivimos con los toros. En ambos casos se trata de conseguir legitimidad aludiendo a la tradición nacional. Tan lamentable es en un caso como en el otro.  

Las ballenas se encuentran amenazadas por el deterioro de los océanos: el cambio climático, la contaminación por plásticos, las sustancias tóxicas y persistentes que se vierten a los mares y que acumulan en sus tejidos grasos, peligros a los que se enfrentan cada vez más las poblaciones de ballenas. A ellos hay que sumar una caza comercial que no solo no cesa, sino que podría ir a más de consumarse los planes de Japón.  

Muchas veces se ha dicho que las derrotas ecologistas son para siempre, pero las victorias duran solamente un tiempo. La defensa de las ballenas sigue siendo necesaria. No podemos bajar la guardia porque las ballenas no están salvadas, el viejo grito de "salvar las ballenas" sigue siendo necesario.   

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