El dedo en la llaga

Rajoy da palos de ciego

Pasé en Francia algo así como cinco años de mi juventud. Llegué sabiendo ya algo de francés y allí lo mejoré, pero convivía con una pandilla de exiliados antifranquistas en la que había de todo. Más de uno llegó sin saber ni papa de francés y al cabo de los años se volvió para aquí casi en las mismas. Algunos trabajábamos o estudiábamos con franceses, pero otros vivían del sueldo de sus parejas o hacían labores para las que el idioma local no era imprescindible. Nos las apañamos bastante bien y los franceses, en general, nos aceptaban.

Se me dirá que los tiempos actuales son distintos. Depende. La hermana de un amigo mío centroamericano lleva algo así como 20 años instalada en los USA y sigue sin saber inglés. No le hace falta. Vive en una barriada hispana, ve canales de TV y oye emisoras de radios que emiten en español, lee prensa en español... Su grado de integración en las costumbres de la población blanca, anglosajona y protestante (wasp, que le dicen allí) es mínimo. Y por supuesto que tiene problemas, pero no por eso.

El "contrato de integración" que Rajoy quisiera imponer en España a los inmigrantes contiene aspectos innecesarios, otros que son absurdos y alguno más que resulta directamente perverso. Es innecesario, por ejemplo, hacerles firmar que van a cumplir las leyes y a pagar impuestos. A eso ya están obligados. A cambio, es absurdo reclamarles que respeten las costumbres españolas (porque las hay de todo tipo y casi ninguna abarca a todo el territorio) o que aprendan la lengua (¿hasta qué nivel? ¿Sólo el castellano? ¿Quién los examinará?).

La parte perversa llega cuando el "contrato de integración" establece que el extranjero que lleve "un tiempo" sin conseguir empleo será obligado a irse de España. En un país en el que menudea tanto el trabajo negro, del que no queda constancia documental, el Gobierno podría proceder a expulsiones masivas en cuanto le viniera en gana, basándose en ese "contrato".

Viéndose en la urgencia desesperada de recolectar votos como sea, Rajoy apela ahora al voto xenófobo. Y es verdad que en España hay bastantes xenófobos, pero pocos que quieran retratarse como tales.

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