Otras miradas

Rousseaus de alcantarilla

Pablo Batalla Cueto

Periodista

Una pila de libros.
Una pila de libros.

Hay hipermercados de barrio donde puede uno comprar un kilo de mandarinas, un riche de pan, un bote de helado de frutas del bosque, un blister de jamón york, una batidora de mano, un pijama de bebé y un panfleto fascista contra la democracia. No es una hipérbole: dicha compra es literalmente posible al menos en el Carrefour del barrio —obrero— de quien esto escribe. En su sección de libros, entre best-sellers titulados El [inserte profesión aquí] de Auschwitz, prescindibles premios Planeta, manuales de autoayuda de tonos pastel, docena y media de novelas históricas cipotudas, lo último de Aramburu o Jabois y chillonas sagas infantiles, pudo comprobar el otro día la presencia de solamente tres libros políticos. Uno era Tierra firme, de Pedro Sánchez; los otros, El camino hacia la dictadura de Sánchez, de Federico Jiménez Losantos, y Contra la mayoría: cómo la democracia genera la tiranía de la masa, de Jano García. 

Tiene muchos frentes la guerra del posmofascismo; y los tiene evidentes —los medios, los parlamentos—, pero otros son agazapaduras, parapetos de tiro franco, ocultos donde uno menos se lo espera. Un Carrefour podría parecer un lugar en el cual bajar la guardia, pero también ahí dentro pueden asaetearnos las flechas de los comanches, o mejor dicho los tiros supremacistas de los cowboys. El libro de Jano García pide literalmente «más libertad y menos democracia», como su admirado Javier Milei, de quien ya vamos sabiendo lo que eso significa, y por ejemplo, la interrupción, en Argentina, de la provisión estatal de medicamentos para pacientes con patologías críticas, y que en los últimos cuatro meses ya hayan fallecido al menos siete personas mientras esperaban las medicinas.

Pero nunca vemos en ningún Carrefour los antídotos a este veneno encuadernado; ninguno de esos ensayos maravillosos, editados por sellos progresistas, que desmenuzan el linaje totalitario de los pensadores ultraliberales; que nos cuentan, por ejemplo, que Hayek decía: «No confundamos totalitarismo con autoritarismo. No conozco ningún gobierno totalitario en Latinoamérica. El único fue el de Chile bajo el gobierno de Allende. Chile es ahora un gran éxito. El mundo debe considerar la recuperación de Chile como uno de los grandes milagros económicos de nuestro tiempo». Lo cita Juan Ponte en un libro de inminente publicación: El capitalismo no existe: necroteología del mercado (Trea), que persigue desacreditar una serie de lugares comunes sobre el capitalismo (el capitalismo quiere acabar con el Estado, el capitalismo es individualista, etcétera) a partir de una lectura atenta —que sus enemigos de izquierda no hacemos casi nunca— de las obras completas de los Hayek, Mises, etcétera; y hasta del Milei ensayista. Pero tampoco este libro espléndido se venderá en ningún Carrefour. 

No es una fría cuestión de abrir esos estantes a los superventas, sean cuales sean. El libro de Jano García no está en ninguna lista de los ensayos más vendidos esta semana, este mes, este año o el 2023 en el que fue publicado. Y sí está en alguna de ellas El arte de invocar la memoria: anatomía de una herida abierta, de Esther López Barceló, pero tampoco veremos este breve y cautivador ensayo sobre la memoria democrática en los estantes del hipermercado; no podremos echarlo a una bolsa de rafia junto con las pechugas de pollo y el queso rallado. No es un algoritmo desapasionado el que decide restregarnos por los morros una apología de la dictadura, sino seres humanos conscientes de lo que hacen, de qué promocionan y de qué minimizan. Están librando una revolución y saben que las revoluciones se hacen también con best-sellers. Lo estudió Robert Darnton, autor de Los «best sellers» prohibidos en Francia antes de la revolución, que relata allá que el estallido de 1789 tuvo menos que ver con Rousseau y Voltaire —que también— que con los Rousseaus du ruisseau, los «Rousseaus de alcantarilla»; chabacanos y calumniosos opúsculos ateos, regicidas o pornográficos, militantemente sencillos de entender para un público general.  


La alcantarilla, hoy, es un Carrefour, es un Alcampo, es El Corte Inglés, son los disparates febriles de un Losantos que no se cree, no puede creerse, lo que dice, pero sabe que su revolución mileísta requiere decirlo, propagarlo, encuadernarlo, venderlo barato entre Las hijas de la criada, Cómo hacer que te pasen cosas buenas y Los futbolísimos. También, sí, el Tierra firme de Pedro Sánchez, que al ser el presidente del Gobierno sí es capaz de imponer su presencia en estos espacios y ser, en ellos, la única izquierda. Ello es desolador, la triste Guatemala de un tenebroso Guatepeor, pero es algo valioso y a cuidar. La partida de naipes de la historia se juega, no con la mano de cartas que uno quisiera, sino con las que le tocan en suerte. 

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