Tierra de nadie

China acude al rescate

Puede que Zapatero no sea profeta en su tierra pero su volantazo a la derecha y sin intermitente ha generado, al parecer, mucha confianza entre los chinos, que han vuelto por donde solían, esto es a comprarnos deuda pública en cantidades industriales. Tras una retirada estratégica, la semana pasada se llevaron papelitos por 1.000 millones de euros y ayer se les esperaba de nuevo en la subasta en la que el Tesoro adjudicó otros 3.000 millones. La demanda de obligaciones a 15 años fue alta y eso hubiera debido provocar que los tipos de interés bajasen, aunque por esos misterios de la vida, hicieron lo contrario. Estamos pagando un 5,14% de interés, que es un pastizal y una pesadilla para mantener a raya el déficit público.

Que China acuda al rescate nos viene de perlas, aunque hay quien sostiene que fue allí donde se empujó al abismo a ese neoliberalismo de pacotilla que invitó a los pobres a la mesa de los ricos con dinero fácil y abundante y, sobre todo, sin inflación. Si ello fue posible es porque los chinos, además de trabajar como se les supone, ahorran una barbaridad. Con datos de 2005, si los estadounidenses echaban al cerdito de barro el 2% de su PIB, ellos multiplicaban esa tasa por 22. Toda esa ingente cantidad, procedente de su superávit comercial, se ha destinado invariablemente a comprar deuda pública extranjera, especialmente la del Tío Sam, lo que les permite mantener intacta su competitividad al sostener sobrevaluado al dólar respecto al yuan y, consecuentemente, seguir exportando a espuertas.

Sin China y los fondos soberanos de los países árabes exportadores de petróleo financiando la fiesta no habría sido posible la orgía de consumo desatada en Occidente. Como los tipos eran tan bajos, los bancos se hincharon a conceder créditos a ojo y, ya puestos, en abierta demostración de que la avaricia rompe el saco, montaron una red de productos derivados para seguir forrándose cuyas garantías tenían un asombroso parecido con el humo.

A la explotación de los trabajadores chinos cabe atribuir, por tanto, la ficción de nuestro bienestar, un sueño del que hemos despertado a porrazos, y en ella confiamos ahora para que nos saquen de este pozo que tan mal nos viene para el reuma. Quién nos iba decir que la crisis pudiera explicarse en un Todo a cien.

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