La meritocracia es más cratos (poder) que méritum (merecido)
El mito de la meritocracia es eso: un mito. Claro que si te esfuerzas tienes más posibilidades de lograr algo que si no lo haces. De sentido común. Y también era sentido común lo que decía Sartre de que uno tiene sentido de la clase a la que pertenece cuando quiere subir y es rechazado. Los banqueros de España siempre rechazaron a Mario Conde porque era un cualquiera y las élites francesas nunca toleraron a Sarkozy porque no era más que un empleado, aunque se empatara con Carla Bruni y se pusiera alzas en los zapatos. Claro que algunos se cuelan. Pero los reyes se casan con las plebeyas solo cuando lo contrario pone en juego a la institución. Y eso sí: cuando los plebeyos quieren comportarse como los reyes, son ellos los que terminan en la cárcel.
La filosofía política sabe que la meritocracia no existe desde hace medio siglo. Desde la izquierda utópica -y luego Marx lo acuñó en su Crítica al programa de Gotha- se ofreció el "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades" ("Jeder nach seinen Fähigkeiten, jedem nach seinen Bedürfnissen!"). Es un ideal utópico que no deja de ser autoritario y paternal. Esto es, propio del siglo XIX. Autoritario porque obliga a cada individuo a entregar lo que alguien entienda que son sus capacidades; paternal porque entrega a la ciudadanía lo que fueran sus necesidades al margen de su esfuerzo y voluntad. Vale en una sociedad sin ciudadanía. Cuando los derechos ciudadanos se despliegan, hace falta ir un poco más allá.
La igualdad de oportunidades es otra mentira. Porque de nada vale que todos los corredores partan de la misma línea de salida si alguno de ellos hace dos días que no come. De hecho, las desigualdades no han hecho sino aumentar en este último medio siglo. Y las desigualdades son constructoras de tristeza, desperdician recursos intelectuales, generan bolsas de poder y debilitan la democracia. Y esto vale para una sociedad nórdica o una sociedad subsahariana.
La igualdad de capacidades, desarrollada por filósofos vinculados a su vez al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, busca la equidad, esto es, establecer las bases para capacitar a todos los miembros de una sociedad de manera igualitaria. Y corresponderá a los individuos tomar sus decisiones (que todo el mundo pueda hacer una carrera o aprender un idioma y tenga también la libertad de dedicar su tiempo de vida a otros menesteres). Unas bases iguales en educación, sanidad, vivienda, ocio, transporte... que permita formarse a todos los miembros de una sociedad de manera similar y, por tanto, alcanzar una base equitativa (que no ya igualitaria). Martha Nussbaum y Amartya Sen han sido dos de los más finos desarrolladores de esta idea, que crece desde los trabajos de John Rawls sobre la justicia pero incorporan todas las críticas de los sectores subalternos que quieren ser iguales cuando la desigualdad les perjudica pero quieren ser diferentes cuando la igualdad les descaracteriza (Boaventura de Sousa Santos) y, además, sabe que a situaciones desiguales hay que aplicar un tratamiento desigual.
La izquierda arrinconada
La meritocracia se ha convertido en un mito que justifica la arrogancia que muestra la derecha y la extrema derecha para hacer valer sus privilegios. La supuesta meritocracia es la que justifica que la extrema derecha en todos los países haga una cosa y diga la contraria sin pagar un precio electoral por ello. La meritocracia le hace decir a Isabel Díaz Ayuso, de 43 años, que lleva 40 años trabajando y no se le mueva un músculo de la cara. Porque se siente arropada en el castillo medieval en donde vive con su partido y sus aliados del posfranquismo. De la misma manera, VOX puede votar invariablemente contra los taxistas pero hacerse una foto en una manifestación del taxi. O votar en contra de la subida del salario mínimo pero crear un sindicato para pelear contra los sindicatos que han colaborado en la subida del salario mínimo. O votar en contra de la ley que garantiza la subida de las pensiones pero decir que apoya a los pensionistas, o ir en tractor a una manifestación del campo después de haber votado en contra de que no se puedan vender productos agrarios con pérdidas.
La izquierda se está dejando arriconar por mentirosos. Es verdad que los medios de comunicación son quienes les permiten a las derechas esa vida inmoral, pero también tienen su culpa los partidos de izquierda por dejar de decirle con más contundencia y con más asiduidad a los partidos de la derecha que son los enemigos de la democracia. Eso vale para Colombia -donde un corrupto, Rodolfo Hernández, ha pasado a la segunda vuelta contra Gustavo Petro-, para México -donde el PRI y el PAN no dejan acabar un día sin que les salte algún escándalo pero braman cada mañana contra López Obrador como si fuera Belcebú- o España -donde el partido de la corrupción que es el PP acorrala al PSOE y el PSOE, acobardado, acorrala a Unidas Podemos-. Lo que está pasando con la guerra de Ucrania es emblemático: la inflación está empobreciendo a toda Europa y poniendo una alfombra roja a la extrema derecha por una decisión que sólo beneficia a los Estados Unidos. Mientras, las aquí extremas derechas puede apoyar que se manden armas a Zelenski al tiempo que siguen hermanadas ideológicamente con Putin.
Sin un poco de rencor de clase, vamos al abismo
Alguien invita a un político de extrema derecha a su programa de entretenimiento, donde todos sonríen y hablan de la vida, y termina un adolescente asesinando en un colegio a dos decenas de niños y dos maestraes porque hay políticos que defienden que es un derecho que todo el mundo pueda ir armado.
Alguien dice que un Rey es muy campechano y que son más las cosas que ha hecho por España que sus fechorías y le dan vítores en unas regatas, y un familiar suyo termina dando su apoyo a una dictadura militar que vuelve a llevar a España a la más oscura de las noches.
Un monárquico borracho apellidado Senillosa, que asesinó por conducir ebrio a dos personas, interrumpe a una periodista que está entrevistando a Serrano Suñer, cuñado de Franco y responsable de las deportaciones de republicanos, diciendo que los 6000 españoles asesinados en Mauthausen son "una anécdota", y los medios de comunicación terminan diciendo que lo que le pasa al Emérito es por culpa de las "indiscreciones" de su amante Corrinna.
Una entrevistadora de televisión regaña a un contertulio diciendo que deje de hablar de fascismo, luego la presidenta de la Comunidad de Madrid le dice a esa misma presentadora que cuando te llaman fascista es que estás en el lado bueno de la historia, y remata el alcalde de Madrid afirmando que serán fascistas pero saben gobernar; luego, militares que celebraban un chat donde se invitaba a fusilar a 26 millones de españoles deciden que ya es hora de volver a llenar las cunetas de, para ellos, los malos españoles.
Un falangista asesina a García Lorca y se va a celebrarlo al bar diciendo que le ha pegado dos tiros en el culo por rojo y por maricón, Queipo de Llano autoriza a las tropas moras de Franco a violar a las mujeres republicanas, Franco dice que le sobra media España y fusila a 200.000 españoles, el último presidente del franquismo es el primer presidente de la transición después de haber sido responsable del fusilamiento de, quizá, 4000 españoles en Málaga, y al final, un miembro de la Real Academia, que se estremece cuando ve un "sólo" que quiere decir "solamente" sin tilde, termina no entendiendo la diferencia entre la bandera tricolor republicana francesa, que peleó contra los nazis, y la bandera monárquica española roja y amarilla, que ayudó a Hitler a gasear judíos y españoles.
Un periodista que abochorna hasta a los periodistas más corruptos llama hija de puta, en sede parlamentaria, a una diputada que, según la teoría liberal, representa a toda la nación aunque sea vasca, y finalmente grupos de extrema derecha vuelven a recorrer la noche de Madrid con bates de beibol y cadenas.
La iglesia católica robó cientos de miles de recién nacidos a republicanas y a pobres y termina, del dinero que recibe de la declaración de la renta, dedicando más euros a pagar a Carlos Herrera en la COPE que a Caritas.
Una diputada de extrema derecha se empadrona ilegalmente en Andalucía para poder seguir siendo política y miles de personas subsaharianas se ahogan en el Estrecho porque eso es mejor que la posibilidad de que se empadronen ilegalmente con la malsana intención de poder trabajar.
Un gurú económico del PP plagia su tesis igual que un rector de la Universidad donde le han regalado al PP sus títulos y máster y al final la universidad pública, que es donde estudian las mayorías, tiene que cerrar sus puertas por la escasa calidad de sus titulaciones.
Conclusión: no dejarse acorralar
Me pasa leyendo a algunos filósofos sociales -como Innerarity- que tengo la sensación de que en sus análisis no hay gorrones, canallas, egoístas sin escrúpulos, mentirosos y vividores a los que les da lo mismo la regla de la democracia y están en la sociedad a ver qué depredan. Al contrario, parece que tienen más culpa los izquierdistas que señalan a los que incumplen la Constitución y se ciscan en la bandera pero van de constitucionalistas y llevan la roja y amarilla hasta en los calzones. Esos free riders son individuos minoritarios pero consistentes (como explicó Norbert Lechner) que en los tiempos de crisis en que vivimos, representan una sociedad Mad Max donde está justificado todo porque están en guerra. Y tienen a la izquierda entre las cuerdas.
A veces, cosas insignificantes que se dejan pasar terminan en catástrofes y catástrofes que algunos quieren olvidar, convierten a la democracia en insignificante y preparan el camino de las nuevas catástrofes.
Comentarios
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