Seguramente mucha más gente habría celebrado que, si los dioses así lo determinaran -cosa que no deseamos-, el bofetón vespertino que le dio Will Smith a Cris Rock en los Oscar se lo hubiera dado así, con la mano abierta, y sólo por razones pedagógicas y entendiendo la ausencia de alternativas, a Elon Musk. Los ricos son inaccesibles. Y el humor ¿tiene límites? Sólo los de las jerarquías. Reírse del poder no debe tener límites. Porque el poder que no tiene límites es una aberración.
Tenemos un problema cuando pensamos que el suministro privado de bienes públicos, como la información, convierte a ese bien público en un bien privado. Eso le gustaría a los neoliberales, aunque aterraría a Adam Smith, que entendía que ningún bien puede privatizarse si con eso se impide a la gente sobrevivir dignamente. Tampoco hubiera estado nada mal que la Presidencia de Congreso hubiera expulsado de la tribuna del Congreso de los Diputados a fascistas, como Carla Toscano o Víctor Manuel Sánchez del Real, que decían cosas de fascistas en un lugar donde el límite a la libertad de expresión lo marca el respeto a los derechos humanos. Para dar voces que se vayan con Musk a Twitter.
La nietzscheana muerte de Dios ha tenido lugar, sobre todo, en Wall Street, cosa que no ocurría con el padre de la economía clásica, imbuido del temor y el respeto a Dios y que, por tanto, no concebía una economía que pudiera hacer el daño a los demás. Tampoco los teóricos de la democracia contaban con que en los Parlamentos se iba a discutir otra cosa que no fueran posiciones políticas solidas. Hoy en día, toda la extrema derecha y buena parte de la derecha miente por sistema, algo que en el siglo pasado estaba reservado al fascismo (véase el interesante libro de Federico Fenchelstain, Breve historia de la mentira fascista, Madrid, Taurus, 2022). El juego democrático, como el juego del mercado, necesita que haya reglas y que se cumplan, y para ello hay que castigar duramente a los tramposos expulsándolos del juego. Y si han roto más cosas, como por ejemplo, la convivencia, el castigo que debe imponerles la sociedad es aún mayor. No es fácil para un ciudadano normal discutir con un matón o con un trilero. La fuerza es su herramienta. Es curioso que la extrema derecha tenga un discurso católico integrista. Porque no lo cumplen (igual que tantos obispos con la castidad). Son formas de mantener al rebaño en silencio. Las metáforas sobre el rebaño son siempre reaccionarias.
Ese bofetón a Elon Musk por su voluntad de envilecer aún más a Twitter valdría simbólicamente para todos los que hacen trampas. Musk, al tiempo que despide a trabajadores honestos, contrata a mercenarios. Y le devuelve la cuenta a los fascistas y está cerrándosela a los antifascistas. Musk está trabajando para que vuelva Trump. Y dice que lo hace, como Díaz Ayuso, en nombre de la libertad. Como todos los medios audiovisuales de Madrid. Y casi todas las radios y periódicos. Pero no se lo digas, que además del dinero quieren la gloria. La tentación de la inocencia lo llamó Pascal Bruckner.
Los poderosos siempre han construido dispositivos ideológicos para que su privilegio no se ponga en cuestión Para gobernar con estabilidad no basta la fuerza, así que tienen que enmascarar su fuerza estructural, escondida, en formas democráticas para que no levante revuelo.
Por eso históricamente han usado mecanismos que hicieran que las mayorías no se preguntaran si su suerte podía cambiar. La resignación es la primera arma de la reacción. Como contaba Albert Hirschman criticando la tesis de la futilidad, repetida desde la Revolución Francesa cada vez que se ensanchaban los derechos, el discurso de "protestar no sirve de nada; esa ley no va a cambiar las cosas; ese esfuerzo solo sirve para empeorar la situación" es una invitación a que te quedes sentado enfrente de la televisión viendo un Mundial de fútbol (donde las pelotas, como los diamantes, están manchadas de sangre), o para que te distraigas con un reality show o con la penúltima serie de Netflix o HBO. La reacción no innova, recordaba Hirschman. Acabamos de oír con la ley del solo sí es sí que "no sirve de nada", "va a empeorar la situación de las mujeres", "van a perder otros derechos que ya tenían", que es exactamente la retórica de la reacción ante los derechos civiles, la extensión del sufragio -primero a los hombres y luego a las mujeres-, o los derechos sociales. Resignación, pacífico rebaño del Señor.
Las élites siempre han tenido una excelente relación con la iglesia, que ha sido históricamente la gran justificadora de las desigualdades. Puede contarnos el Nuevo Testamento que Jesucristo echó a los mercaderes del templo o que repartió el pan y los peces en aquella montaña donde dio su sermón, o que había que vender todo y repartirlo (Lucas), pero como ocurrió en El Salvador, si un obispo apuesta por los pobres, lo fusilan. En Madrid, Díaz Ayuso, después de decir que "están dando unos libros absolutamente trufados de sectarismo", ha terminado prohibiendo esa parte donde Lucas dice que la primera iglesia era poco menos que comunista.
El otro gran mecanismo de dominación ha sido la Escuela, que la entregaban a menudo también a los curas. Nada de libertad sexual. No empieces tocándote la entrepierna y termines tocándole los cojones al dueño del banco. Qué decir de la Universidad, un espacio de reproducción de las élites. Claro está, lo mismo con la policía y con el ejército. Por eso hay tanta diferencia siempre entre los oficiales y la tropa, los comisarios y los policías, los generales del estado mayor y los soldados y suboficiales. Del poder judicial hablamos otro día.
Y luego están los medios de comunicación, donde las élites han invitado a su mesa a los comunicadores famosos. Que viven donde las élites, pueden pagar los restaurantes y los colegios de las elites e incluso soñar con que alguna elite puede terminar empiernándose con algún plebeyo mediático o con sus hijos. Los matrimonios entre diferentes grados de la nobleza hoy alcanzan a los famosos. Aunque no nos engañemos. La infanta Elena puede sentarse en el banquillo pero el que entra en la cárcel ,aunque no haya sido el único en robar, es el plebeyo Urdangarín.
Por eso no soportan cuando profesores de universidad piensan y trabajan para las mayorías y no para las élites. No soportan que haya curas rojos o pikoletos de izquierdas. Les llevan los demonios cuando hay juezas decentes que no les tapan su mierda o generales que piensan en el bien del país y no en el bien de las élites. Les llevan los demonios cuando se hace comunicación diferente. Y están al borde del ictus cuando se les anuncia una televisión por internet que no le debe nada a ningún poderoso. Que le debe todo a la gente. Canal Red.
El papel de los ex en la política es complicado. Rajoy regresa a su notaría y a escribir de fútbol en un panfleto de extrema derecha. Albert Rivera se va a hacer lobby a un bufete de abogados. Mira que eso va simplemente de hablar con la gente, pero le echan por vago. Felipe González se fue a ganar dinero al lado del multimillonario mexicano Carlos Slim. No le va mal. Aznar fue recompensado por Murdoch por meter a España en la guerra de Irak entrando en el consejo de administración de News Corporation. Le va aún mejor. A Pablo Casado, el breve, tumbado en siete días por la Brunete mediática madrileña, le han dicho que se esté callado que ya le van a buscar algo. Zapatero ha conseguido ser mejor ex Presidente que Presidente. Eso le hace muy especial. Pablo Iglesias ha concursado para regresar a la Universidad. Dos no le han salido y la tercera sí. Y hace también lo que más le gusta: comunicar. Sin ponerse al lado de Pablo Motos, de Ferreras, de Ana Rosa Quintana, de toda esa caterva de mercenarios del periodismo. Anunciar Canal Red ha sido como anunciar el apocalipsis. Todos se han puesto nerviosos.
Con una parte de los periodistas progresistas de España han ocurrido dos cosas: una, que les gustaba ser los críticos dentro del sistema, pero les resulta más problemático ser críticos saliéndose del sistema. Le pasó a muchos historiadores con la ley de memoria histórica. Criticaban al franquismo pero no estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias. También es comprensible. En segundo lugar, que la tarea de crítica a los medios, inédita en España, está creando el mismo efecto que el 15M: disturba en el corto plazo más a los periodistas decentes que a los indecentes (por eso ganó Rajoy después del 15M). Pero terminará expandiéndose. Todo el revuelo sobre el nacimiento de Canal Red, que coincide con la recuperación de la autoestima de Podemos y el apoyo generalizado de la izquierda a Irene Montero por los brutales ataques que ha sufrido, es señal de que se ha tocado la clave correcta.
Canal Red se va a llenar de gente decente de toda las escalas sociales a las que les va a unir un gran compromiso: no mentir, no venderse a las élites y no tener miedo. Podemos va cumpliendo sus promesas: echar a Rajoy, entrar en el Gobierno, montar una televisión... Como sean capaces también de organizar un partido-movimiento coherente y consistente, van a lograr que a este país no lo conozca ni la madre que lo cuidó.
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