Una canción desesperada...
Uno se pregunta cómo es posible que la izquierda haya protagonizado los sucesos más heroicos y generosos de la civilización occidental. Porque cuando perdemos la generosidad somos patéticos. Humanos, demasiados humanos. Nuestra grandeza es la fraternidad (hoy, también, la sororidad). Jugárnosla. No hacernos trampas al solitario. No dejemos nunca solos a los liderazgos. Mira que si las fotos, como temían los indios norteamericanos, roban el alma...
Fragmentar a la izquierda
Desde los años ochenta, cuando la socialdemocracia se hace neoliberal en prácticamente todo el mundo, el sistema de partidos que han tolerado las élites ha sido alguna suerte de bipartidismo. En ese "binomio conservador", la democracia cristiana -luego liberal, hoy popular y mañana quizá otra vez nacional-integrista- representaba el ala conservadora; la socialdemocracia, mientras, jugaba a ser de izquierdas defendiendo las libertades civiles y apostando por subir un poco el gasto social cuando las circunstancias lo autorizaban. Entre ambos ocupaban la práctica totalidad del espacio político, articulando, en su ensimismamiento, lo que Katz y Mair llamaron "cartelización de los partidos políticos". Fuera del "cártel" nadie podía entrar si amenazaba el bipartidismo.
Un objetivo sistémico permanente-la lógica que las élites tienen instalada- es intentar aniquilar a la izquierda, política o social, cuando tiene capacidad real de influencia. En esa tarea siempre se han afanado los dos miembros del bipartidismo. No ha sido tarea solo de la derecha. El odio a Bernie Sanders o a Jeremy Corbyn venía sobre todo de sus propios partidos, igual que fue el PSOE más tradicional el que cortó la cabeza a Pedro Sánchez cuando empezó a aproximarse a Podemos.
El sistema mide bien sus tolerancias. Conviene no engañarse. Siempre hay una izquierda fuera del bipartidismo que mientras sea testimonial no molesta. Nunca ha molestado la izquierda radical. Sin embargo, cuando Julio Anguita pudo gobernar con el PSOE empezó a ser blanco de todo tipo de ataques. A Llamazares, sin embargo, le ponían velas en la calle Ferraz para que durara mucho. Llamazares tiene una voluntad extraña de estar siempre en las fotos inútiles.
Uno de los mayores éxitos de las élites lo obtiene cuando es la propia izquierda la que le hace el trabajo. Ya he mencionado en alguna ocasión la estrategia que desplegó en los años 80 la Nestlé para contrarrestar la oposición mundial contra la multinacional por su voluntad de anteponer los negocios a la vida. Baby killers fue una acción internacional que acusaba a Nestlé de asesinar niños. La razón, su campaña a favor del uso de la leche en polvo y contra la lactancia materna en países sin agua potable (las buenas madres no debían dar el pecho a sus hijos, defendía esta empresa), lo que generó, evidentemente, una enorme mortalidad. Es el mercado.
Para controlar daños, la multinacional contrató a Robert Pagan, un norteamericano ex-oficial de inteligencia militar. Su propuesta, que compró la multinacional, consistía en quebrar la unidad del movimiento. Ronald Duchin, que era parte del equipo, lo sintetizó desde su experiencia como empresario ganadero. Se trataba de diferenciar entre cuatro grandes grupos. En primer lugar estaban los "coherentes" -a los que denominaba "radicales"-. Eran a los que había que aislar del resto. Luego estaban los "idealistas", gente bien intencionada pero a la que se podía "reeducar" convenciéndoles de que su actitud era moralmente reprobable (o simplemente confundiéndolos con argumentos astutos). Los "oportunistas" -que también están en los movimientos sociales y en los partidos políticos de izquierda- eran esas personas a las que se les podría tentar con alguna prebenda. Por último estaban los "moderados" -a los que llamaba "realistas" - que son los que "quieren trabajar en el seno del sistema; a los que no les interesa ningún cambio radical, que son pragmáticos" y que, añadimos, se resienten más de los golpes y de las amenazas.
Con mucha claridad, Duchin afirmó: "los radicales adquieren únicamente su fuerza al acercarse a bloques más moderados. Si se les quita ese vínculo, son insignificantes. Los radicales aislados en su nicho de radicalidad son inofensivos, no constituyen una amenaza: folklore minoritario sin incidencia. Tal es, por lo tanto, la estrategia general: cooperar con los realistas, dialogar con los idealistas para convertirlos en realistas y comprar a los oportunistas".
Cualquier parecido con Podemos no es pura coincidencia.
El estallido populista del 15M
Los estallidos populistas son levantamientos contra el statu quo, que explotan cuando la gente piensa que las élites solo velan por sus propios intereses. Por eso a las élites, esos a los que llama populistas les parece unos insolventes. Porque van a por ellos. Uno de los rasgos del populismo es el enfado permanente (Chantal Mouffe, con elegancia lo llama posición agónica) . Cuando uno mira las calles de Francia, siente que están en un momento populista. El populismo, es el riesgo, puede salir por la derecha o por la izquierda.
El 15 M en España fue un momento populista porque fue un momento destituyente contra las élites. Al régimen del 78 le estallaban las costuras. El rey era un sinvergüenza (en Abu Dabi anda), el jefe de la patronal y el ministro de Economía eran unos sinvergüenzas (terminaron en la cárcel), la iglesia que ocultaba la pederastia e inmatriculaba inmuebles era una sinvergüenza (lo terminaron reconociendo hasta los Papas), los militares que no querían sacar a Franco del Valle de Cuelgamuros eran unos sinvergüenzas (lo terminaron reconociendo en sus chats), los bancos que se quedaban con las viviendas de la gente y encima querían que se les rescatara eran unos sinvergüenzas (son unos profesionales: no reconocen nada), etcétera. El 15M, quizá por todo esto o por el recuerdo de la dictadura, salió por la izquierda.
Después del momento destituyente viene el momento constituyente. Ahí es donde nació Podemos y ahí es donde los que estaban de acuerdo cuando estaban "en contra" dejan de estar de acuerdo en el cómo convertir ese "estar en contra" en políticas reales.
Pablo Iglesias, como secretario general de Podemos, y luego Ione Belarra, han tenido la virtud de lograr cosas inimaginables para España: lograron el primer Gobierno de coalición en 80 años, recuperaron para la gobernación de España al independentismo vasco y catalán que hasta entonces siempre había sido más un problema que una solución, metieron como ministra de Trabajo a una comunista contra el propio criterio del Partido Comunista, se lograron los ERTE, la subida del salario mínimo, mantener las pensiones, el tope al gas y los alquileres, el escudo social en la pandemia, la ley de eutanasia, la ley de familia, la ley del sólo sí es sí... Vamos, logró que el PSOE empezara a hacer políticas que fueran de izquierdas. ¿Se cometieron errores? Claro. A grandes logros, grandes riesgos. Por eso la continuidad es importante. Para ir aprendiendo. Macron, como es él, él y él ¿qué va a aprender? Es una ventaja de los partidos.
El resto de la historia ya la conocen, incluidos los más de 20 juicios contra Podemos archivados, el acoso durante un año en la puerta de la casa de Iglesias y Montero, bulos todos los días, desde Ferreras a Ana Rosa Quintana pasando por Inda. Pruebas falsas inventadas por policías corruptos. Ministros conspirando para intentar encarcelar a los líderes de Podemos. Y el fomento de las divisiones dirigido por la misma lógica que en los años 80 ideó la campaña contra los activistas que se atrevieron a señalar a una multinacional.
El Frente Indignado de liberación y el Frente de liberados indignados
En la división de la izquierda todos somos culpables, aunque no todos tengamos la misma culpa. Los coherentes y los idealistas son más honestos que los oportunistas y los moderados. Aunque en una sociedad posfranquista, lo más fácil es que el resultado de la división sea que nos señalen a todos y crezca la antipolítica. En el desencuentro, todos los desencontrados tienen su parte de responsabilidad. Aunque el sistema esté con una de las partes.
Los votantes no entienden el desencuentro entre Yolanda Díaz y Podemos, que es la fuerza que ha cambiado la política en España. Y aunque sea injusto, van a castigar a ambos, aunque el precio mas alto lo va a pagar Yolanda Díaz porque se le disipa la frescura que tuvo, le acerca al fantasma egoísta del errejonismo y al vaivén innecesario de Manuela Carmena y no va a poder explicar por qué siendo la elegida para sumar todos los fragmentos de la izquierda, se ha empeñado en parecer querer dejar fuera al fragmento más grande. El fracaso de la izquierda cuando se divide es el triunfo de la derecha y el fracaso del pueblo. Todos nosotros perdemos.
Como candidata a las elecciones generales, Yolanda Díaz ¿ha prometido por encima de sus posibilidades? Qiuzá para sumar a todos los pequeños fragmentos, y confiada en que los ataques a Podemos la habían aniquilado, ha hecho promesas de cargos en las listas que son incompatibles con la existencia de Podemos.
Ha existido un error de geografía. ¿Se equivocó Podemos pensando que Yolanda Díaz era una candidata que iba a reconstruir todo el espacio más allá del bipartidismo? Quizá fue pensada, exclusivamente, como la candidata del espacio para las elecciones generales. Porque hay una política equívoca que ha pensado la política solo desde el Parlamento de la carrera de San Jerónimo y sus leones. Pero con candidaturas a las generales no construyes una fuerza alternativa. Que se lo pregunten a Ciudadanos. Como algunos planteamos en su día, el procedimiento -el procedimiento, no la persona- que llevó a la elección de Díaz fue un error. Yolanda Díaz lleva demasiado tiempo en la política y sabe que una vez que estás nominada ya no hay espacio para negociar nada. Qué poco aprendemos.
Como candidata a las elecciones generales, Yolanda Díaz ¿ha prometido por encima de sus posibilidades? Quizá para sumar a todos los pequeños fragmentos, y confiada en que los ataques a Podemos la habían aniquilado, ha hecho promesas de cargos en las listas que son incompatibles con la existencia de Podemos. Promesas falsas porque son incompatibles con la existencia de primarias. Comprensibles pero irreales. ¿Cómo van a querer primarias fuerzas políticas que caben en un taxi, en una calesa o en una guagua? Pero sin primarias no hay nueva política.
De este disparate ideológico/organizativo sale que Más Madrid, que ha decidido presentarse en Madrid al margen de Izquierda Unida y de Podemos (es decir, que ha apostado en contra de la unidad), esté en la foto con Yolanda Díaz. Por eso Errejón y Más País, que se presenta a las elecciones con una multitud de minipartidos, alguno unipersonal y alguno implicado en casos de corrupción en Melilla, pero siempre en contra de Podemos, está en la foto con Yolanda. Por eso Compromís, que no ha querido presentarse con las fuerzas con las que está gobernando en la Comunidad Valenciana, es decir, que ha apostado en contra de la unidad, está en la foto con Yolanda. Por eso Izquierda Unida, que vetó hace cuatro años a Yolanda Díaz, está en la foto. Y por eso gente que ha fracasado en sus opciones políticas en algún momento de los últimos veinte años está en la foto con Yolanda, a ver si en la repesca tienen otra oportunidad (sobre todo si se presentan como enfrentados a Podemos). Y Podemos no ha estado. ¿Demasiadas individualidades, demasiadas ganas de estar, aunque el alma se haya disipado hace tiempo?
¿No llama la atención que los medios de comunicación financiados por las élites elogien a Yolanda Díaz como la némesis de Podemos? ¿No hicieron lo mismo con Alberto Garzón en 2015 y luego, tras el pacto de los botellines, volvió a ser el villano comunista de siempre? ¿Qué le ha pasado a Alberto Rodríguez para dejar de ser una antisistema que patea policías a ser el mejor representante de la insularidad canaria? ¿Tendrá que ver con que estés o no estés con Podemos?
Es evidente que el bipartidismo quiere una izquierda más amable, es decir, una izquierda que regrese a los cauces. Para las élites de España, Podemos ha ido demasiado lejos. ¿Qué es eso de subir el salario mínimo o hablar de una empresa pública de energía? ¿Qué es eso de señalar a los beneficios como culpables de la inflación y a los bancos por la rapiña inmobiliaria? ¿Qué es eso de acosar judicialmente a la monarquía? El problema, como siempre, es que no entender que la moderación y la cesión puede otorgar triunfos personales pero sacrifica la posibilidad de cambios que cada vez son más urgentes. De lo contrario, la gente votará a lo que resta, es decir, a la extrema derecha.
Pero es injusto decir que todos en la izquierda son iguales, tanto los que se la juegan como que los que ceden. ¿Por qué la gente de Podemos está abrumada de persecuciones judiciales y el resto de las izquierdas disfruta de alguna suerte de bula?
Sigamos intentándolo
Como cuenta el historiador británico James Harris en su obra El gran miedo. Una nueva interpretación del terror en la revolución rusa (Barcelona, Crítica, 2017), las purgas de Stalin tuvieron mucho que ver con la persecución que arrastraban las élites revolucionarias desde los tiempos del zarismo. Con documentos desclasificados de la Unión Soviética, Harris desvela cómo esa obsesión por las conspiraciones -reales porque condujeron a detenciones, ejecuciones, exilios, sabotajes, el intento de asesinato de Lenin o la propia guerra civil propiciada por potencias extranjeras-, junto con un deficiente sistema de información y una burocracia poco eficiente, los disidentes fueron eliminados. De manera que un efecto indirecto de los intentos de desestabilización de los gobiernos de la izquierda tiene éxito en la medida en que los convierten en recelosos obsesivos. La izquierda es especialista en despedazarse. Fue muy inteligente Pagan al alimentar las diferencias en la izquierda para fragmentarles.
Pero es injusto decir que todos en la izquierda son iguales, tanto los que se la juegan como que los que ceden. ¿Por qué la gente de Podemos está abrumada de persecuciones judiciales y el resto de las izquierdas disfruta de alguna suerte de bula? Algunos debieran preguntarse por qué los enemigos del cambio en la derecha o en la izquierda del bipartidismo tienen tanto interés en mimarles.
La foto truncada de Magariños, que tanto deseamos los que seguimos comprometidos con no esperar la venganza del neoliberalismo, es un fracaso colectivo de toda la izquierda. En esa foto, ni son todos lo que están ni están todos los que son. Espero que no sea un fracaso de lo que empezó el 15M. Y que las aguas de la transformación recuperen su salvaje cauce. El cauce de la desobediencia. En la apuesta diplomática con la guerra de Ucrania, contra la OTAN y su apuesta por las bombas, por una Europa diferente con una geopolítica diferente, en el poder judicial, contra las multinacionales, contra la ley mordaza, con las leyes feministas, con la superación del neoliberalismo, con radicalidad ecologista, con las esperanzas que abre el feminismo... Y no repitamos errores. Porque lo que no ha sido capaz de hacer la derecha, es la tarea típica que las élites le encargan a la izquierda. La foto de Magariños, creyeron algunos, tenía que robarle el alma a los que quieren ir más lejos. Pero esa gente que no quiere medir su libertad por la longitud de su cadena es, precisamente, la gente desobediente que se echó a las calles el 15M. La que inauguró una nueva etapa en España.
Comentarios
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