La izquierda y el sistema métrico decimal

La izquierda y el sistema métrico decimal
La líder de Sumar, Yolanda Díaz, junto a dirigentes de Podemos, Más Madrid, Más País e Izquierda Unida celebran los resultados electoral de las últimas elecciones generales.
Eduardo Parra / Europa Press
(Foto de ARCHIVO)
24/7/2023

Se cuenta que cuando falleció la madre de Jorge Luis Borges, doña Leonor Acevedo, a sus longevos 99 años, una vecina, conmovida, habría expresado a su hijo su lamento en la desdicha de su ausencia, expresando, como una propina añadida al dolor, lo poco que le faltaba para alcanzar los cien años. Borges, seguro que más por hacer una glosa para la posteridad que porque le hubiera molestado el comentario, respondió: "Me parece que exagera usted el prestigio del sistema decimal".  Ya estaba ciego, pero sólo de la vista, no como los que van por la noche a la sede del PSOE a continuar la fiesta que empezaron en Galapagar, en la casa de Iglesias y Montero, con amabilidad por medio de Grande-Marlaska.

Ciego debe de andar el electorado gallego con tantas luces en la política del terruño, y no solo las de Vigo, donde se mueren los pobres en viejos edificios mientras ven en el cielo, como última imagen, rebotar las led de la Navidad que tan felices hacen a los visitantes y serán el gran legado de Abel Caballero, el alcalde de la luz, más que de las luces. El escenario de cuatro fuerzas políticas de izquierda en Galicia exagera el sistema decimal, aunque hay gente bien honrada entre las candidatas que merece más que un reglazo en la cabeza.

Tres candidatos hubiera estado bien, y si en una pareja es cierto que parecen una multitud, podrían haber rememorado en la Galicia de la santa compaña a la Santísima Trinidad y sus dones. Dos hubieran sido un mal anuncio del bipartidismo, amargo como una queimada recalentada. Y una sola fuerza sonaría al partido único del movimiento nacional, poco deseable incluso ahora, que una admiradora de Mussolini gobierna en el Palacio del Quirinal de Roma y Ortega Smith haya redoblado su actitud de matón frente a sus rivales políticos tras dedicarse a "fiscalizar" a los antidisturbios para que no pegaran a ningún manifestante en Ferraz.

Los Frentes Amplios, es de sentido común, nacen de la necesidad. Nadie construye un partido, que se marca objetivos que supuestamente no están representados en otros lados, para disolverse luego en otro, a menos que lo que tienen enfrente sea tan preocupante que le obligue a llegar a algún tipo de acuerdo.

Franco se murió en la cama, pero el franquismo agonizó en la calle. Y allí había más partidos que trozos de duralex cuando se quiebra un plato. Siempre atribuiré a la generosidad española que mientras que en China solo había un partido comunista, en España había media docena de partidos pro chinos.

Cuando murió Franco todos se dieron cuenta de que el dictador había espichao (muchos hicieron cola para confirmarlo; otros para llorarlo, que de tanto fusilar al pueblo una parte del pueblo hasta le cogió cariño), pero lo que no se moría era el franquismo, así que todos buscaron cómo hacer palanca. Todos se pusieron en marcha y unos crearon la Plataforma Democrática (organizado por el PSOE) y otros la Junta Democrática (articulada por el PCE y algunos prominentes "independientes"), que, finalmente, se fusionaron en 1976 en Coordinación Democrática (conocida como la Platajunta) para negociar con más fuerza con las sólidas ruinas del franquismo y lo que quedaba de guerra fría.

El PSOE y el PCE se veían como adversarios duros, pero la fuerza del franquismo -la necesidad- les hacía dejar de lado las diferencias (que eran tan grandes como optar por la reforma o por la ruptura). Sindicatos, monárquicos, gente del Opus completaban ese frente amplio que, como ya se sabe, siempre son más amplios que frentes. La cercanía de las elecciones y la pugna entre los diferentes partidos, rompió la Platajunta pocos meses después, especialmente cuando el PSOE empezó a negociar por su cuenta con Adolfo Suárez la Ley para la Reforma Política. La recuperación democrática iba a venir con Rey, ley electoral manipulada, continuidad franquista y la renuncia clara a nada que sugiriera un retorno a la República que torció en 1936 un golpe de Estado.

Antes de que la realpolitik rompiera ese matrimonio de las izquierdas y el PSOE se hiciera el partido del nuevo régimen, se sentaron en la misma mesa gentes que, no hacía tantísimo, se había adversado hasta a tiros. Algo parecido a lo que hizo más tarde Bildu, donde hoy conviven con acierto gentes que veían con simpatía los artefactos explosivos en los coches y gentes que tenían que mirar en sus coches a ver si había simpáticos artefactos explosivos en los bajos. "A la fuerza ahorcan", dice el dicho popular, aunque también dice la sabiduría del pueblo que "compañía del ahorcado, ir con él y dejarle colgado" y que "Dios aprieta pero no ahoga", frase esta última que, obviamente, la dice alguien que ha sobrevivido. En cualquier caso, te juntas con tus adversarios políticos cuando no queda otra, sea porque lo has entendido o porque te lo hacen saber tus votantes.

En Uruguay, el Frente Amplio nació solo por la "necesidad" de superar la fortaleza del Partido Colorado y del Partido Blanco (luego Nacional). La certeza de la imposibilidad de sacar a los partidos tradicionales del gobierno logró el encuentro. El Frente Amplio nace en 1971 (aunque sus inicios, llenos de prohibiciones, fueron en 1968). Fue impulsado sindicalmente y juntó a partidos, sindicatos y ciudadanos independientes. El cemento del Frente Amplio era, inicialmente, el rescate de la ideología artiguista, el prócer libertador federalista, que funcionaba como un "significante flotante" que valía para todos los socios.

Durante la dictadura -1973 y 1985-, el Frente Amplio peleó por la democracia y una buena parte de sus líderes fueron encarcelados, entre ellos su primer candidato en las elecciones en 1971, Líber Seregni, inhabilitado incluso después de su liberación en 1984. El Frente Amplio tuvo que esperar al liderazgo de Tabaré Vázquez y, después, de Pepe Mugica, para llegar a la presidencia, y eso solo después de que el Frente Amplio se aliara con otros partidos para poder ganar unas elecciones. Era evidente para todas las fuerzas de la izquierda que sólo juntándose tenían alguna oportunidad de hacer política institucional.

El Movimiento de Participación Popular (MPP) es el partido del ex guerrillero Pepe Mugica. Se trata de un grupo político de izquierda fundado por exguerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. No formó parte inicialmente del Frente Amplio, luego se integró, volvió a salirse, regresaron, hasta que la coherencia ideológica y buenos liderazgos -que son los que saben sumar apoyos- les convirtió en, al menos, una de las naves nodriza del Frente Amplio.

En España, el primer acercamiento a un Frente Amplio fue Unidas Podemos, acercamiento solo, porque se quedó igualmente en una circunstancial coalición electoral, donde participaron Podemos, Izquierda Unida, Equo, Construyendo la Izquierda- Izquierda Alternativa-Socialista, además de alianzas territoriales con En Comú Podem, Compromís, En Marea o Mes. No fue mal, pues juntaron cinco millones de votos -los mismos que había sacado Podemos cuando se presentó en solitario en su momentos de máximo esplendor-.

El naufragio de Unidas Podemos -en el que tanto empeño pusieron las élites-, la salida de Iglesias y el desencuentro entre Yolanda Díaz y la nueva dirección de Podemos terminó con la formación morada en el Grupo Mixto, mientras Díaz ha intentado articular con Sumar un nuevo Frente Amplio donde ha faltado el ingrediente principal: sentir la necesidad de ir juntos.

Sumar ha sido menos que una coalición electoral porque, desde el principio, sus integrantes no han confiado mucho entre ellos. El grupo más numeroso, Podemos, ya está fuera, parte de Izquierda Unida -por ejemplo, en Madrid, también- y está por ver en qué queda este grupo cuando Yolanda Díaz cree su propio partido, Movimiento Sumar, algo que, en teoría, tendrá lugar en los próximos meses. Si Movimiento Sumar se articula como partido en regiones donde ya hay otros partidos implantados, el desencuentro está servido. Si no lo hace, Movimiento Sumar no existirá. La idea de la "doble militancia" intentaba salvar esta contradicción, pero no sé cómo se puede querer/ a dos mujeres a la vez/ y no estar loco.

Es bastante probable que Sumar naufrague porque ninguna de las fuerzas convocadas, salvo Más País de Íñigo Errejón, ve la necesidad ahora mismo de armar un Frente Amplio. Si Sumar se convierte en el partido de Errejón, también habrá finiquitado su recorrido, pues una persona que se portó mal con su partido, es muy probable que haga lo mismo con el que ni siquiera es suyo. Si la portavocía que ha dejado Marta Lois recae en el antiguo amigo de Pablo Iglesias y destacado alumno de un servidor, además de que enconará las relaciones entre el partido de Ione Belarra, que puede tragar con algunas cosas y con otras menos- y los caminantes blancos -esos cadáveres resucitados que fue dejando la formación morada en su camino y que rescató Yolanda Díaz-. Caminantes blancos que creen que odiar a Podemos ya les convierte en unos finos estrategas políticos (aunque a alguno he visto haciendo cola para comprar lotería en Doña Manolita, lo que no deja de ser un mal presagio de su confianza en el futuro).

Quizá el equipo coordinador inicial de Sumar, así como el que se encargó de diseñar el "nuevo proyecto de país" sí entendieron que era un requisito juntar a todos los fragmentos de la izquierda. Pero solo lo entendían ellos. Porque, a día de hoy, la única necesidad que ha convocado a los diferentes partidos que han participado en Sumar, ha sido intentar acabar con Podemos.

IU, con cariño y sin que fuera nada personal, para quedarse con sus votos y su centralidad; Más Madrid, al igual que el Errejonismo, porque son fuerzas contendientes lo suficientemente cercanas como para odiarse como hermanos; Compromís, porque también quiere sus votos y no tener competencia en Valencia; los que salieron de Podemos, porque tienen todavía heridas sangrando por lo que soñaron y cómo despertaron. Con la colaboración, de vez en cuando, de Podemos, que creció muy rápido más a lo ancho que a lo largo y que da muestras de aturdimiento por las bombas que sueltan los fanfarrones y por un acoso que va para diez años que ayuda a que no evalúes bien la profundidad de los charcos.

Tras la salida de Podemos de Sumar, tras el fracaso de la portavocía de Marta Lois, tras la nueva posición del PSOE después de la salida de Podemos del gobierno de coalición y el paso al grupo mixto (que lo convierte en otro grupo más con el que negociar) ¿alguien siente la necesidad de un Frente Amplio? Cómo decíamos, solo Errejón, que tiene un diputado, y el cariño eterno, con lo que eso en verdad dura, de Antonio García-Ferreras y La Sexta.

Si las fuerzas políticas de la izquierda no ven la necesidad, no va a haber Frente Amplio y, ni siquiera, coalición electoral. Ahora mismo, todos los partidos quieren poner en orden su casa. Quieren medirse en solitario para salir del diálogo de sordos de las elecciones municipales y generales, donde nadie reconocía a los demás cual era la fuerza real que tenían.

El Frente Amplio tendrá que esperar. El único cemento que une a toda la izquierda ahora mismo es evitar que ganen el gobierno las derechas. Todo lo demás, son tensiones centrífugas: la táctica, la estrategia, las relaciones personales, la metodología política, la relación con el PSOE... Vamos camino de la consolidación de un rosario de pequeños partidos que expresan el malbaratamiento de la fuerza electoral que salió del 15M y asombró al mundo. Algo parecido a lo que pasa en Portugal, en Italia, en Francia... Todo, mientras tanto, para mayor gloria de los respectivos bipartidismos.

Quizá, cuando los principales partidos a la izquierda del PSOE pongan en orden sus respectivas casas y, una vez tranquilizado su cuerpo y espíritu, vuelvan a entender que solos no van ninguna a ninguna parte (tampoco en Valencia y en Madrid). Si se impone la política de la identidad, donde lo único que vale es mostrar la herida que te ha causado el otro, desaparece el diálogo, las heridas se secarán sin curarse y en el mientras tanto la gente sensata acumulará las ganas en otras partes.

Esto, que todo parece que va a ser lo que ocurra, hará que las posibilidades de responder en un tiempo sensato a los muchos retos que tenemos por delante, de la guerra al cambio climático, pasando por el agotamiento del modelo neoliberal, habrá que preguntárselas, compungidos, al sistema métrico decimal. Ese que se mide, cuando menos, por décadas. Aunque esto de la métrica, ya se sabe, es literatura.