La amable violencia del voto contundente

La amable violencia del voto contundente
Una persona se prepara para ejercer su derecho a voto, en una imagen de archivo. -EP

Esta semana, un cómico hacía un comentario manido sobre esos hijos de nazis que, de mayores, y para mayor escarnio de sus progenitores se hacen homosexuales, empatándose por puro vicio con negros cipotudos muy dotados aspiracionalmente . Es verdad que imaginarle un futuro donde sus apetencias sexuales incluyeran además gustos multiculturales, debió poner aún más nervioso al nazi. El caso es que hasta aquí hemos llegado, se debió decir el amigo, recordando cómo los comandantes de los lager acariciaban las trenzas de sus hijas sin que estar ahumadas por las altas chimeneas hurtara la caricia.

Que a esos padres que cuentan chistes de maricones, que dicen todo el día "cómeme el rabo", que usan a prostitutas porque siente un power que, de lo contrario, les impide que se les ponga el asunto en posición de trabajo, que no hilan tres frases sin un "que te den por el culo", les salga el muchacho con sensibilidad por lo propio, haría retorcerse de picardía a Lorca en su desconocida tumba. Que a alguien que presume de virilidad les salga un hijo al que se le eriza la piel con el Novio de la muerte solo cuando lo cantan maricones en el karaoke, pues tiene algo de justicia poética.

Ha trascendio que el nazi que anda repartiendo hostias -que se llama Pugilato, supongo que porque le gusta ir por la vida como en un ring, igual que una mierda de vaca en el campo puede llamarse, poéticamente, digamos que zurullito- ha golpeado al cómico mientras que alguien grababa, que los nazis son muy de dejar huella cinematográfica desde las concentraciones en Nüremberg. La agresión ha sido jaleada por policías de esos que usan la Constitución para meneársela con el artículo 2, jadean con el título II le tienen tomado el pulso a la ley de leyes para calzar la la mesa de la comisaría.

Quizá más dolorosa que la agresión del nazi -los nazis pegan- ha sido la disculpa del cómico, cosa que ha enternecido a Ana Rosa Quintana, Susa Griso, Vicente Vallés, los amigos de cincuenta años de Pedro Sánchez e, incluso, a las hormigas del hormiguero que, probablemente, también sean nazis. Todo está bastante cogido por los pelos. La justificación de ese ataque tiene más que ver con las escasas entendederas del nazi y de los policías que le jalean, o de sus presumibles ganitas de notoriedad. Porque el cómico no ha dicho que el hijo vaya a tener ahora sexo con nadie, sino que, de mayor, podrá ocurrir cualquier cosa con su entrepierna y sus nalgas. Y en su mayoría de edad, ni siquiera su padre, aunque le hay golpeado hasta la adolescencia todos los domingos, le va a poder dictar sus gustos sexuales. Y eso aunque el hijo, adoctrinado como buen nazi, vote a Vox, al PP o alguno de ese foso que se presenta por libre a las elecciones con el único fin de ver si omite condena.

Llama la atención que una buena parte de los que han visto trazas de pederastia en el comentario del cómico, incluido el nazi pendenciero, seguramente nunca han reclamado a la iglesia católica que pague sus culpas por usar la sotana con alevosía. No por decir que los jovencitos puedan de mayores elegir entretenerse de manera creativa, sino por, directamente, abusar de ellos por decenas de miles. Lo que hace pensar que, o bien estas cosas les dan lo mismo o que todo esto es mentira. La verdad es que no han mostrado compasión por los miles de niños asesinados en Gaza, las decenas de miles abusados mientras repicaban dulces las campanas del campanario o por los niños que se desmayaban en el colegio porque el PP se negaba a darles algo de comer en las escuelas.

Que un cómico pida perdón a un nazi es un mal precedente. Porque un nazi es una basura que, si pudiera, eliminaría a otros seres humanos. Es, precisamente, el límite de lo que se debe tolerar. Tener tolerancia con un nazi es como entregar a tu hija al dragón como tributo. Un nazi tiene todos los derechos como los demás ciudadanos. También las obligaciones y ningún trato de favor. Al contrario, la democracia tiene derecho a sospechar de los nazis porque lo que plantean no cabe en ninguna constitución democrática. Sabemos que la Policía se infiltra en peligrosas asociaciones vecinales que organizan las fiestas del barrio, pero no se infiltran entre nazis porque puede ser una coña que estés infiltrado y te conozcan todos. En El hombre que fue jueves de Chesterton, sigilosos policías infiltrados en una organización terrorista van, en absoluto secreto unos de otros, matando a los terroristas. Al final, solo hay policías en la célula, pero, con tanto secreto, siguen cometiendo atentados. Claro que puedes emocionarte si en una película te ponen a Hitler llorando ante el féretro de su madre, pero es muy probable que si eso pasa es porque el director también es nazi. En Luces de Bohemia se llevan a comisaría a Máx Estrella por presumirle los dialectos del griego a un sargento. Del poder siempre hay que reírse. Se ha equivocado el cómico Jaime Caravaca disculpándose. ¿O es que, como los nazis no la entienden, vamos a tener que prohibir la Crítica de la razón pura de Kant?

En Euskadi, tres tipos con aspecto de nazi, lenguaje nazi, disfraces de nazis, maneras de nazis y que, además, tienen la virtud de ser emprendedores (trabajan en una empresa que se llama Desokupacyl) han intentado perpetrar un desahucio en Soraluze (Gipuzkoa). Los vecinos no les han dejado y los tres tipos, tan valientes ellos contra ancianos o gente sola, se han tenido que marchar escoltados por la Ertzaina para no salir escaldados de la aventura. A los nazis se les hace ver que de su medicina también tenemos los demás, pero no la usamos porque no somos unas ratas como ellos. Es una actitud con muchos mayores réditos para la democracia que las peticiones de perdón a un enamorado de las camisas negras que, si pudiera, te metería un palo de escoba por el culo. No hay que olvidar a aquel falangista -del partido de juventud de Isabel Díaz Ayuso- que se jactaba de haberle "pegado dos tiros en el culo" a Lorca por rojo y maricón.

Este domingo hay elecciones. Hay gente que va a votar a nazis y hay gente que va a votar a partidos que solo se distancian de los nazis cuando hay elecciones. A los nazis les gustan las guerras. También hay gente que va a votar a partidos que no están haciendo lo suficiente para parar la guerra de Ucrania ni el genocidio en Gaza. Estas elecciones europeas son las más importantes que recuerdo, porque Ursula von der Layen ha dicho que va a gobernar si hace falta con los nazis y a Teresa Ribera, del PSOE, la responsable de que Florentino Pérez se embolsara más de 2000 millones por el Castor -la empresa de fracking que hizo que temblara con la dinamita la costa catalana- tampoco le va a importar estar en la Comisión Europea, aunque haya comisarias o comisarios nazis.

Puedes reírte de lo que te dé la gana, aunque te recomiendo que nunca lo hagas de los que son más débiles que tú. Puede parecer abuso y es bastante probable que lo sea.  Y entonces no es gracioso. En cambio, te recomiendo que votes contra la guerra y contra los nazis, que es casi lo mismo. No piensen que tu voto no es relevante, porque una mayoría fascista en el Parlamento Europeo va a ser otro dolor de cabeza. No te olvides de que todo lo que toca esta gente, lo revienta. Y no te creas que van a frenarles los que votan a menudo con ellos.

De las elecciones en México, donde la candidata de la izquierda, Claudia Sheimbaum, le sacó más de 30 puntos a la candidata de la derecha, Cayetana Álvarez de Toledo se volvió a Madrid con el rabo entre las piernas. Este domingo, tu voto puede volver a reírse de los nazis. Con esa amable violencia del voto contundente.