Si digital viene de dedo, los que mejor han entendido el mundo en que vivimos son sin duda los miembros del partido popular. ¡Viva el vino, que diga el dedo! ¡Viva lo digital! Mucho mejor que la analógica costumbre de elegir entre todos. ¿Democracia? La imprescindible. O la inevitable, oiga, sin pasarse. ¿Primarias? ¿Pero qué dice usted, buen hombre?
Se adaptan así a la modernidad "digital" sin verse obligados a romper con tradiciones tan entrañables como la pleitesía al dedo divino. Allá por 1989, veinticinco años ha, fue el dedo índice del venerable Manuel Fraga el que señaló a un bigotudo joven treintañero para regir los destinos de una formación política que hasta entonces no se comía un colín. Atrás quedaba el fiasco Hernández Mancha, la indisimulable decepción de aspirantes como Isabel Tocino que se creían con posibilidades...
El hijo muy amado en quien Fraga decidió poner todas sus complacencias, un tal José María Aznar, creyó conveniente escenificar entonces, durante el congreso celebrado en Sevilla su agradecimiento, docilidad y sometimiento: entregó al amado líder una carta sin fecha con su dimisión para que el fundador del partido, que entonces iniciaba su retirada, pudiera regresar cuando le diera la gana si un buen día decidía cambiar de opinión. Sabido es que Fraga rompió esa carta y sabido es también que Álvarez Cascos recogió los pedacitos y la recompuso.
Pero Aznar decidió llevar su sentido de la lealtad hasta las últimas consecuencias y, una vez ungido, entendió que la mejor manera de homenajear a su mentor era continuar utilizando sus mismas armas, su mismo método. Es decir, el dedo índice. Primero lo utilizó para indicarle la puerta de salida a los hasta entonces dinosaurios del partido y poco después empezó a regar ayuntamientos y autonomías de candidaturas digitales. De nombramientos realizados con el mismo dedo cuya huella figura en su carnet de identidad.
El dedo índice, el que nos metemos en la nariz, el que más usamos en el móvil y en el ordenador, el del trasiego en la intimidad... ese es el dedo que Aznar usó para señalar a Rajoy en 2004 como Fraga lo había señalado a él quince años antes. Entrañable tradición, vive dios. A un lado la libreta azul, al otro ese dedo que toma el bolígrafo y anota. Ese dedo que repasa las páginas, tacha, vuelve a escribir... Y esa embriagadora sensación de poder, de jugar al suspense, de tener a todo el mundo pendiente de tu decisión, esa excitante certeza de saberla inapelable, ese subidón que proporciona tener el destino de la gente en tus manos.
Si de tu dedo depende que alguien acabe en el FMI o sea candidato a las generales, ¿cómo vas a renunciar a ese privilegio así por las buenas? ¿estamos locos o qué? Si gracias a que un día alguien te señaló con el dedo puedes ahora dedicarte tú a hacer lo mismo, ¿cómo te vas a privar sin más de ese placer? El pp andaluz ya sabe lo que significa la pasión digital de Rajoy. José Luis Sanz, presunto líder cantado, comprobó estupefacto hace unos días cómo Mariano se sacaba un conejo de la chistera apellidado Moreno, procedió a ungirlo con su mágico dedo y lo colocó en su lugar. La cara que se le quedó a Sanz recordaba, y mucho, la que en su día le vimos a Rato cuando Aznar decidió escoger a Rajoy o a Tocino cuando supo que el elegido por Fraga era Aznar y no ella.
¡Ay, el peso de la tradición! Ahora toca elegir al candidato a las europeas y ahí nos tiene Mariano a todos, con Cañete al frente, en un sinvivir mientras él disfruta en secreto del excitante placer de los prolegómenos. Yo creo que Rubalcaba le tiene envidia, y puede que hasta Cayo Lara y su laberíntico aparato, tan enzarzado en luchas cainitas para conseguir tocar algo de pelo, que una cosa es la conciencia y otra la supervivencia.
Quizás por eso Rajoy, rey de los másters en salir airoso de trances comprometidos, apueste por perpetuar el legado de sus antepasados. Donde esté un dedo índice bien puesto que se quiten unas primarias, que ya se sabe que esas cosas las carga el diablo. Así lo decidió Fraga padre, así lo perpetuó Aznar hijo y así lo mantiene Mariano espíritu santo. Por los siglos de los siglos, viva la costumbre digital. Amén.
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