Con la mitad de mis amistades, o más, no puedo quedar casi nunca porque tienen mayor número de obligaciones, ahora que andan jubilados,que cuando trabajaban: recoger y/o llevar los nietos al colegio, por la tarde a clases de idiomas, o de ballet, ode piano o de la madre que los parió. Los hijos que cargan a mis amigos y amigas con este tipo de cometidos nunca tuvieron unos abuelos dispuestos a hacer lo mismo por quienes ahora son sus padres. En aquellos entonces, los padres de los abuelos de ahora solían estar o muy cansados, o muy malitos, o vivían lejos. O sencillamente no les daba la gana hacerlo y sabían escaquearse mejor que nosotros. Sí, que nosotros, porque yo también pertenezco a esa generación de puteados que, como hijos de familias numerosas en pleno franquismo, sólo teníamos obligaciones cuando éramos jóvenes, nunca derechos. Y más tarde, cuando fuimos padres, resulta que volvimos a tener solo obligaciones.
Los pensionistas de hoy menores de 75 años somos la generación sándwich perfecta, la generación que mientras trabajaba sabía que solo podría llegar a sentirse mínimamente dueña de su tiempo cuando le llegara el momento de la jubilación. "Cuando me jubile voy a viajar como loco, cuando me jubile me apunto inmediatamente a un gimnasio para ponerme en forma, cuando me jubile me voy a leer toda la literatura rusa y francesa del siglo XIX que tengo pendiente. Y hasta las obras completas de Galdós" ¡Pobres infelices!
Cuando llegó ese momento, la realidad se encargaría de mantenerles los pies en el suelo y quitarles toda esperanza. Sin darse cuenta, empezaron a pasarse los días entre hospitales y tanatorios viendo cómo gente con la que tenían planes juntos, gente con la que habían diseñado una vida llena de experiencias, iban diciendo adiós por un cáncer asesino o por un problema cardíaco sin solución. Otros/as descubrían entonces que convivir las 24 horas del día con la pareja era un verdadero infierno. Y quienes optaban por la bicicleta estática y los paseos diarios, una alimentación sana, pocos excesos nocturnos, nada de juergas y escasos gin tonics, se encontraron de pronto pillados en una trampa que no habían previsto: los nietos.
Tenían que elegir y eligieron, dejando en la estacada a cuantos hubiéramos hecho planes con ellos, dejándonos tirados con mapas comprados, rutas de viaje diseñadas a conciencia y en ocasiones hasta con los hoteles y los billetes de avión prácticamente reservados. Y te ves solo, o con poca gente que tampoco tienes a mano, te ves así porque lo importante para la mayoría de tus amigos es la familia, no solo su tiempo, sino también parte de su pensión para compensar los sueldos de miseria que sus hijos e hijas ingresan en un buen porcentaje de casos.
-Jo, abuelo, es que tú ganas más sin trabajar que yo, que no paro quieto en todo el día y no me queda nada de tiempo libre, les espetan sus hijos y los nietos más creciditos. Con más o menos ganas, pocos son los que no acaban cediendo a la presión y así, cuando regresan por la noche a casa con su tiempo y su dinero gastados, sus sueños de libertad evaporados, se miran al espejo y comprueban cómo se les va poniendo más cara de tonto cada día que transcurre.
Pues bien, por si faltaba algún agravio que añadir, va e irrumpe en escena hace unos días María Jesús Montero y redondea la faena: "Yo siempre digo como ministra de Hacienda que las pensiones son el salario mejor repartido que puede tener la familia porque los abuelos, las abuelas, afirmó en Osuna (Sevilla) durante un mitin del PSOE, no quieren las pensiones para ellos."
"Los-abuelos-no-quieren-las-pensiones-para-ellos", chúpate esa.
No han leído ustedes mal. Así lo dijo. Tal cual. Y no solo no se le cayó la cara de vergüenza, sino que remató: "Las pensiones son ayuda al pago de la luz del hijo que no puede pagarla, la pensión es ayuda para ir al supermercado y comprarle las cinco cosas que no puede comprar tu hija porque las considera un lujo; las pensiones son las ayudas que le dan a nuestros jóvenes para que puedan los fines de semana salir, o comprarse unas zapatillas de deporte; es el salario mejor repartido que puede haber en una economía familiar, además de ser justicia para todos aquellos que levantaron este país y que dignamente hay que reconocerle una vejez tranquila...."
Una vejez tranquila... con lo que te quede después de subvencionar a tus hijos y a tus nietos, ¿verdad? Pero ¿nos hemos vuelto todos locos? ¿de verdad toda una ministra de Hacienda promueve que la vejez sea esto? Me niego a asumir que la mayor parte de abuelos y abuelas compartan sin rechistar esta reflexión.
Que un buen porcentaje de jóvenes con la edad de mis hijas tengan problemas para llegar a final de mes con lo que cobran por su trabajo es una anormalidad del sistema que pide a gritos ser corregida con la mayor urgencia y sin excusas, pero no disponiendo del tiempo y del dinero de las personas de la tercera edad.
Cuando éramos jóvenes tuvimos que combinar los estudios con pasar dinero a casa porque a tus padres no les llegaba, luego fuimos profesionales independientes atrapados por hipotecas infames para cuyo pago nunca nadie nos echó una mano, tampoco se nos ayudaba cuando nos separábamos, ahí nos las apañáramos y ahora, como abuelos, tenemos que convertirnos en las oenegés de nuestros hijos y nietos y postergar un implante o una semana de vacaciones. Pero vamos a ver, ¿cuándo demonios fue nuestro momento?
Que la derecha quiera acabar con el sistema público de pensiones no puede llevar a una ministra del PSOE a defenderlas argumentando que los abuelos las necesitan para dedicarlas a ayudar a sus hijos y a sus nietos. Resulta una propuesta insultante cuando no directamente pornográfica.
J.T
Comentarios
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