No sé ustedes, pero la semana pasada servidor quedó exhausto ¡qué pereza todo! La dividida y crispada conmemoración del vigésimo aniversario del 11M, los amargos recuerdos del cuarto año del confinamiento por la pandemia, la votación para aprobar una amnistía que parece no llegar nunca, el extraño adelanto de las elecciones en Catalunya, Ayuso y sus amoralidades hasta en el sopa... Y para rematar, algo que ya no hay cuerpo que lo aguante: esos plenos en el Congreso de los Diputados bautizados con acierto por alguien como "campeonato de España de lanzamiento de estiércol". El despelleje sin fin.
Que veinte años después del 11M queden aún tantas heridas abiertas, y Aznar y sus adláteres se dediquen a echar más leña al fuego en ellas, es algo que me cuesta mucho trabajo entender. Como tampoco comprendo la falta de escrúpulos para enriquecerse con algo tan de primera necesidad como las mascarillas, en momentos tan espantosos como los que vivimos durante la pandemia... O que, a estas alturas, hasta Pedro Sánchez acabe cayendo en la tentación del "y tú más" y responda a las provocaciones del actual líder del PP sacando a pasear las célebres fotos del gallego con el narco.
No entiendo que el presidente del Gobierno baje así al barro. Cuando el pasado miércoles lo vi y escuché expresarse en la línea que suelen hacerlo Feijóo, Ayuso, Tellado o Gamarra contestar a los exabruptos del jefe de la oposición en el mismo tono que usa él en lugar de rebatirle con argumentos, no sé a ustedes, pero a mí se me encendieron las alarmas. ¿Acaso la corrupción del PP puede tapar o limpiar la del PSOE? ¿Simple contagio o estarán haciendo mella en el presidente las miserias y el juego sucio diario de los populares y sus palmeros?
¿Qué cuota de poder gestiona en realidad el Gobierno de coalición? Si se le sigue el juego a la derecha, si a sus aires de suficiencia, a la soltura con la que se desenvuelven en Vox y en el PP, si a ese descaro y esa amoralidad no se les responde cortándoles en seco sino que por el contrario se les sigue el juego, el Gobierno tiene las de perder. A las derechas les da igual no estar gobernando. Se saben respaldadas y cuentan con el apoyo de jueces, periodistas y otros poderes que, a pesar de no haber sido elegidos por nadie, intentan hacernos bailar a todos al son que ellos deciden. ¿De verdad, para que a ellos les vaya bien algún día, hace falta que al país le vaya mal ahora?
Desde que empezaron a descubrirse las corruptelas más recientes de su entorno, la ópera bufa montada estos últimos días por esa persona que todavía preside la Comunidad de Madrid y por toda su cohorte deja bien a la vista el momento tan grosero que estamos viviendo. Es verdad que mantener los modales fue, como nos ha recordado estos días Nieves Concostrina, lo que permitió a Hitler crecer en la maldad; hay que poner pie en pared, es cierto, pero sin dejar de tener en cuenta que la solución no puede ser entrar en su juego, como tampoco apostar por el sectarismo o las adhesiones incondicionales. Cada día que pasa parece estar más claro que haber hecho la transición cogiéndosela con papel de fumar para que el fascismo no se enfadara entonces no fue un buen negocio a largo plazo.
No quiero ni imaginarme la que le habrían liado a Pablo Iglesias si al primo de un vecino de un cuñado suyo lo hubieran pillado en un renuncio parecido al de Koldo o al del consorte ayusero. O cómo habrían acabado Vicky Rosell, Echenique o Monedero si les hubieran encontrado affaires similares. No habría habido suficiente tinta para la dimensión de los titulares en las primeras páginas de los periódicos. Ni sitio en las escaletas de los informativos para ninguna otra información más. Me imagino el machaque, el bombardeo mañana y tarde durante semanas, meses... ¡Cuánto les molestaba y les molesta Podemos!, por eso continúan siendo tan necesarios.
Como de momento no les dejan tener demasiada visibilidad, o al menos eso piensan según qué formaciones políticas, ahora parece que han decidido dedicar el tiempo a despellejarse entre ellas: ERC con Junts, Els Comuns con el PSC, el PNV con EH Bildu, Vox con el PP y, por supuesto el PP con el PSOE ¿Sumar? Pues hay quien está empezando a pensar que ni está ni se le espera. No me gusta nada esta jungla. Con tres convocatorias electorales por delante y el plan en el que andamos, la verdad es que dan ganas de bajarse del autobús y echarse a dormir un rato. Pero habrá que resistir. Al bipartidismo, y a sus apoyos tradicionales, no se les puede dar el gustazo de tirar en estos momentos ni una sola toalla.
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