Leide das Neves Ferreira

Leide das Neves Ferreira

Leide das Neves Ferreira, de 6 años de edad, absorbió 6 grays en la tarde del 24 de septiembre de 1987 jugando con el polvo brillante de cloruro de cesio-137 altamente radiactivo que le trajo papá de la chatarrería del tío Devair. Murió el 23 de octubre, por «septicemia e infecciones generalizadas», en el Hospital Naval de Río de Janeiro. Ese mismo día falleció también su tía Gabriela (esposa de Devair, 37 años, 5,7 grays), la única en darse cuenta de que aquella sustancia de bellísimo brillo azul era algo muy malo que enfermaba a todo el mundo. El 28 de septiembre Gabriela recuperó la fuente (vendida a otro chatarrero), la metió en una bolsa de la compra y la llevó a un hospital en un autobús público. Al día siguiente, 29 de septiembre, un físico médico comprobó su peligrosidad con un contador de centelleo de NUCLEOBRAS, disparando todas las alarmas. Pero era ya demasiado tarde para ambas y para otras dos personas. Hubo 249 afectados más. La fuente procedía de un centro privado de radioterapia que se había mudado a otras instalaciones y disputaba en los tribunales el destino del local con el propietario, la Sociedad San Vicente de Paul. Durante la disputa judicial, el equipo de radioterapia permaneció en el edificio abandonado y parcialmente en ruinas. Cuando el vigilante se tomó un día libre, dos ladronzuelos penetraron en el interior, robaron la fuente y otros objetos sin saber lo que era, y se la vendieron al chatarrero Devair Ferreira, que tampoco lo sabía. Foto: Familia Ferreira.

Leide das Neves Ferreira, de 6 años de edad, absorbió 6 grays en la tarde del 24 de septiembre de 1987 jugando con el polvo brillante de cloruro de cesio-137 altamente radiactivo que le trajo papá de la chatarrería del tío Devair. Murió el 23 de octubre, por "septicemia e infecciones generalizadas", en el Hospital Naval de Río de Janeiro. Ese mismo día falleció también su tía Gabriela (esposa de Devair, 37 años, 5,7 grays), la única en darse cuenta de que aquella sustancia de bellísimo brillo azul era algo muy malo que enfermaba a todo el mundo. El 28 de septiembre Gabriela recuperó la fuente (vendida a otro chatarrero), la metió en una bolsa de la compra y la llevó a un hospital en un autobús público. Al día siguiente, 29 de septiembre, un físico médico comprobó su peligrosidad con un contador de centelleo de NUCLEOBRAS, disparando todas las alarmas. Pero era ya demasiado tarde para ambas y para otras dos personas. Hubo 249 afectados más. La fuente procedía de un centro privado de radioterapia que se había mudado a otras instalaciones y disputaba en los tribunales el destino del local con el propietario, la Sociedad San Vicente de Paul. Durante la disputa judicial, el equipo de radioterapia permaneció en el edificio abandonado y parcialmente en ruinas. Cuando el vigilante se tomó un día libre, dos ladronzuelos penetraron en el interior, robaron la fuente y otros objetos sin saber lo que era, y se la vendieron al chatarrero Devair Ferreira, que tampoco lo sabía.