The Crown, la serie de Netflix sobre la monarquía británica, estrenó hace pocas semanas la primera parte de su última temporada. Los cuatro capítulos de los que consta están dedicados a contar los últimos días de Lady Di y su relación con Dodi Al-Fayed, pero sobre todo se centra en el papel que la prensa tuvo en los sucesos que relata. Más allá de su involucración en la muerte de la princesa de Gales, demuestra la importancia que le daba la institución a los medios de comunicación y cómo intentaban utilizarlos para mejorar su imagen. Aunque ya se puede ver esta relación en otras temporadas de la serie, en estos episodios queda más palpable que nunca la influencia del llamado cuarto poder.
En la serie podemos ver cómo tanto Diana como el príncipe Carlos utilizan a la prensa a su antojo para crear su propio relato y ganar adeptos entre sus seguidores. Cómo busca el actual rey de Inglaterra que la sociedad acepte a su nueva pareja y cómo le molestan los comentarios positivos sobre su ex. Cómo valoran las encuestas que realizan entre la población. Cómo hacen posados para la prensa, cómo los invitan a cumpleaños donde vender que todo es felicidad y cariño. O, el caso más extremo, cómo el padre de Dodi Al-Fayed llama a un fotógrafo para que tenga la exclusiva de la relación de su hijo con la princesa para poder optar a mayor poder y riqueza. La prensa se lucra de ello y ellos pactan favores con la prensa.
No es algo nuevo ni algo que esté caduco. Aunque la serie tenga su parte de ficción dentro de un relato real, las relaciones del poder con la prensa y sus pactos para influir en el ideario colectivo siguen a la orden del día. Lo único que ha cambiado es que la prensa en papel ha perdido capacidad de atracción (pese a que se les sigue dando cierta potestad) y las televisiones y medios digitales han copado esas grandes cotas de poder y, sabiendo su influencia, han decidido usarla sin tapujos ni disimulos. Aunque existe hoy día una mala imagen de los medios de comunicación y se cree que manipulan, siempre se piensa que es en favor del contrario y nunca que es algo generalizado y, sin embargo, seguimos comprando las noticias que refuerzan nuestro sesgo ideológico.
En relación con la monarquía, pero la española, la prensa fue cómplice de dejar al rey emérito campar a sus anchas y hacer todo lo que sabemos hoy día sin que nadie cuestionase su figura y siempre vendiéndolo de campechano y referente. No fue hasta su abdicación cuando empezó a hablarse mal de él y salieron tantos y tantos periodistas a pedir perdón o justificarse. Nadie habla del gasto público que tiene la Casa Real cuando sí se cuestionan las partidas para Igualdad, por poner un ejemplo. Nadie cuestiona que la reina Letizia utilice el Falcon para vuelos de media hora, pero sí si lo gasta el presidente o alguna ministra para trayectos más largos y con fines más importantes. La monarquía es intocable para la prensa. Solo algunos pseudomedios de extrema derecha se atreven a cuestionar su figura, pero no por obsoleta, sino por no intervenir en contra de la ley de Amnistía.
Para los medios hay límites que saben que prefieren no sobrepasar porque les afectará económicamente y, sobre todo, en favores, ya sean en forma de noticia o de subvención. Durante el recorrido de The Crown vemos cómo la familia real británica sabía de antemano las publicaciones de los periódicos y, aunque generalmente no podían parar la impresión, sí les daba margen para contratacar o preparar una defensa. En España, en cambio, sí vimos hace años cómo se retiraba El Jueves de los quioscos por sacar a los entonces príncipes manteniendo relaciones sexuales o, más adelante, cómo cambió la portada el día de su lanzamiento y destruyó ejemplares por presiones de la Casa Real. Dos ejemplos de la influencia de la monarquía española en los medios de comunicación.
Si algo nos enseña The Crown (aparte de lo aburrido que tiene que ser pertenecer a esa familia) es que los medios ingleses (en mayor medida) sí gozan de cierta libertad para opinar sobre la familia real británica y, pese a que siguen rindiendo pleitesía y cediéndoles un alto grado de intocabilidad, sí han sido críticos con la institución y el claro ejemplo es la serie que ahonda en muchos momentos turbios del reinado de Isabel II. ¿Se imagen una serie así en España? Ni por asomo. Lo más cercano han sido los documentales de Juan Carlos I, pero que se han hecho una vez su imagen pública quedó deteriorada. Nunca saldría nada que dañara al actual monarca y menos que cuestionara cómo llegó al poder. Los trapos sucios prefieren lavarlos en casa y la prensa ya pedirá perdón en un futuro por no sacarlos en su momento. Una vez más.
Dios salvará a la reina en Inglaterra, pero en España la salva la prensa y, sobre todo, los silencios cómplices.
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