"... no se puede remediar. si eres de los que no tienen, a galeras a remar..."
(Manolo García/Quimi Portet, 'Astronomía razonable', 1993)
Sirvan las palabras de la popular canción del grupo musical El último de la fila como ilustración de la gran (pos) verdad material de nuestros tiempos. Son diversas las variantes de dicha filosofía de vida auspiciada por un capitalismo rampante que todo lo condiciona. El fin último es el de incrementar el nivel de rentas de las gentes; porque si no, se arguye, vales poco o nada. Es una regla incluso en situaciones de desamor como reza la aludida canción. Todo sea por el parné y la prosaica adoración del becerro de oro.
De los tres deseos vitales populares (salud, dinero y amor), el central de adagio depreda a los otros dos. En lo que atañe a nuestra reflexión de hoy, el citado en primer lugar también se supedita a tener recursos para poder pagar, por ejemplo, la factura médica del sector sanitario lucrativo. Así, los pobres que se quedan al pairo de los sistemas universales de la salud afrontan la enfermedad y la ausencia de ‘calidad de vida’ como algo ominoso e irreversible. Para aquellos de Uds. que no la hayan visto, les recomiendo vivamente la película Sicko del singular cineasta Michael Moore (disponible y gratis en internet).
Algunos dirán que el protestón de la gorra de beisbol es un extravagante buscador de notoriedad fácil mediante denuncias estrambóticas y exageradas. No suele ser así en la mayoría de sus filmes, como sucede con la secuencia en Sicko de la viejita desahuciada de un hospital estadounidense porque su seguro privado se ha negado a abonar los costes de su prolongada enfermedad y que no cubre la prima abonada por la paciente. El atónito espectador europeo asiste incrédulo a la escena de la pobre vieja en su camilla móvil entubada y en medio de la calle, como consecuencia de un desahucio médico por insolvencia financiera.
La situación antes descrita fue valientemente confrontada por Barack Obama y su Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (Obamacare), la cual pretendía la cobertura de 30 millones de estadounidenses sin prestación médica. Las aseguradoras privadas, fieles seguidoras de los principios mercantiles de la maximización de beneficios, recibieron los planes del socialista Obama como una afrenta a los valores democráticos y hasta cristianos de la civilización estadounidense. Tras medrar con todo tipo tipo de argucias de filibusterismo parlamentario o, simplemente, de compra de voluntades políticas de los congresistas norteamericanos tras la elección de Trump, éste firmo un decreto presidencial que inició el desmantelamiento de la reforma de Obama.
Así que a los pobres, como los desenamorados, sólo les restan irse a remar a las galeras de las penalidades materiales y afectivas. Por contraste, ¿qué sucede con los que tiene mucho y hasta pueden comprar el afecto? Dirijan la pregunta a Carlos Ghosn, el mandamás de la industria del automóvil que hasta hace pocos días gestionaba el primer conglomerado mundial de los coches tras la alianza de Renault-Nissan-Mitsubishi. Su detención en Japón ha sido por supuesta evasión fiscal, entendiéndose que el uso del vocablo supuesta es una argucia retórica para atemperar las dimensiones de la fechoría bajo sumario.
Según las informaciones aparecidas en los medios del país del sol naciente, el monto no declarado a las autoridades fiscales por el empresario global de la industria automovilística podría ascender a 5.000 millones de yenes (unos 38,5 millones de euros, aproximadamente).
El caso de Ghosn es emblemático de la conducta del individualismo posesivo que induce a muchos de nuestros jóvenes a seguir un ejemplo de éxito personal mediante la acumulación del peculio propio. Restan inoculados por el engañoso ‘espejismo de la riqueza’ asociado a un consumismo suntuario sin límites, y ahora promocionado sin tapujos por la anglobalización de trumpistas y brexiters. Un consumismo ilusorio que lleva de la mano las prácticas del riesgo moral responsables de incentivar gastos y deudas sin base en las posibilidades reales de la economía, sea individual o colectiva.
En una reciente reunión de un proyecto científico europeo seguía con atención la ponencia presentada por mi colega de la Universidad de Turín, Elsa Fornero, antigua Ministra de Trabajo en el Gobierno Monti (2011-13), que auspició una reforma para poner algo de orden en el galimatías del sistema pensionístico italiano. Como saben, la Fornero ha sido denostada y vilipendiada sin piedad por los partidos que ahora componen el actual gobierno populista y parafascista italiano. En su presentación hablaba la exministra de la necesidad de propiciar un alfabetismo financiero básico para el común de las gentes. Para llevar a cabo las grandes reformas se debería saber cuánto dinero tienes y puedes emplear sin poner en peligro un bien común que se da como permanente e inmutable (seguridad social). Palabras que tristemente caen en saco roto en el discurso político del Bel Paese transalpino.
El poder glamuroso extendido entre amplios sectores sociales por poseer más y más es una adormidera cuyo efecto interesado promueve un tipo de capitalismo global. Sucede que, pese a estar advertidos, los admiradores del egoísmo depredador representado por el ávido Ghosn no cejarán en validar la máxima del ‘tanto tienes, tanto vales’. Sin embargo, los rescoldos por la lucha ideológica están lejos de apagarse por mucho que lo proclamen los proponentes del TINA (There Is No Alternative). Alternativas claro que las hay, como son las de reformar y preservar nuestro Modelo Social Europeo y su institución emblemática, el Estado del Bienestar. Para conseguir tales objetivos no nos queda otra que remar y seguir remando, aunque sea en las galeras del desamor asocial...
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