La revolución de las mujeres, el feminismo, ha venido para quedarse. Tal como expresa el lema de los setenta Lo personal es político, la pretensión de apropiación de nuestros cuerpos que hace el patriarcado a través de su herramienta económica predilecta, el capitalismo, llega a unos niveles de comercialización de nuestras vidas que nos arrasa. No estamos dispuestas a permitirlo más. Porque nos arrasa en todos los órdenes de la existencia.
La huelga feminista del 8 de marzo se ha vuelto a plantear, en este 2019, en forma de huelga laboral, de cuidados, de consumo y de huelga educativa. Las mujeres saldremos a la calle el 8 de marzo para denunciar también que se nos sigue matando, que las violencias machistas y las violaciones de nuestros derechos aumentan en un patriarcado que se rearma, como indican las alarmantes cifras de incremento de los delitos sexuales y violaciones contra las mujeres, especialmente las violaciones en manada perpetradas por grupos de entre dos y cuatro varones: desde 2016 hay registradas 89 violaciones múltiples, de las que 58, esto es el 65,2%, lo fueron en 2018. ¿Tendrá algo que ver el "mensaje" que se envió con la perversa sentencia de La manada?
El movimiento feminista plantea una huelga general de 24 horas, y no un mero paro laboral, porque las mujeres reivindicamos decencia social, dignidad y respeto vital, y esto es algo que va mucho más allá de una huelga de producción al uso. Estamos impugnando un sistema de vida, el patriarcado, que es "el sistema" que nos oprime desde hace generaciones, casi de forma atávica, y que nos mantiene a las mujeres en el último peldaño de cualquier escala social. Además, impugnamos igualmente el capitalismo como forma imperante en las relaciones económicas, sociales, políticas, vitales, que lo impregna todo, y no solo porque haya brecha salarial, que la hay y muy profunda, sino sobre todo porque el capitalismo ha degenerado en una herramienta económica puramente consumista, basada en necesidades irreales y sostenida sobre la desigualdad de género. Bajo su escala todo lo que existe es objeto de consumo, cualquier brizna de vida puede ser rentabilizable y aquí, justo aquí, los cuerpos de las mujeres son mercancías explotables sexual, emocional y biológicamente. Además de constituir una masa laboral entre baratísima y coste cero, que trabaja dentro y fuera de casa, ahorrándole al sistema billones de euros que lejos de ser cubiertos por el Estado del Bienestar en retroceso, son cubiertos por el trabajo invisible y esclavo de las mujeres.
Cuando las mujeres hablamos de poner #LaVidaEnElCentro nos referimos a la consideración social, política y económica que afirma que la vida de animales, planeta y personas y su bienestar es un valor inalienable y a preservar, y que la sociedad en su conjunto está obligada a contribuir de forma solidaria y responsable a garantizar que los cuidados deben ser un derecho social amparado por el sistema de forma pública y para todos y todas. Ese era el pacto que las élites decidieron romper.
Hay asimismo que tener en cuenta que, fuera de casa, las mujeres nos hemos convertido en una fuerza de trabajo barato que inunda el sector servicios de cerebros que crean y manos que producen cobrando salarios exiguos, que no dan para vivir, y a menudo nos colocan en la emergencia social y en los límites de la pobreza y de la indignidad vital, con contratos precarios sin derechos que nos afectan mayoritariamente a nosotras. Por ello también la huelga del #8M2019 debe ser total.
Le Monde Diplomatique del mes de enero publicó un especial fabuloso analizando el movimiento de los "chalecos amarillos" en Francia. Entre los artículos que ofrecía había uno titulado "El inesperado poder de las trabajadoras", escrito por Pierre Rimbert, en el que afirmaba que los sectores predominantemente femeninos de la educación, el trabajo social, la salud, la limpieza o el comercio son la invisible piedra angular de las sociedades liberales. A estas trabajadoras se les ha atribuido mucha capacidad de aguante, pero la devaluación de los salarios y de las condiciones laborales, que provocan la extenuación de las mujeres y su explotación máxima en jornadas laborales mal pagadas y penosas han hecho que las mujeres francesas no lo puedan soportar y salgan a las calles a mostrar su enfado y su rechazo a un sistema de dominación que las explota doblemente. En el citado artículo se analizaba como las rotondas francesas, las plazas y las calles se llenaron de mujeres trabajadoras de estos sectores, y se abordaba con acierto lo que esto significa o puede significar: las trabajadoras tienen un inesperado poder, forman parte de una masa de empleos que no son deslocalizables. No se pueden deslocalizar los servicios de limpieza, ni la atención a las personas dependientes ni la atención sanitaria o educativa, son trabajadoras a pie de calle, a pie de plaza, a pie de barrio, a pie de casa.
El ejemplo francés sirve para ilustrar una realidad que se está produciendo en España de un modo análogo, por lo que ya toca hacer una huelga potente e impugnadora para decir NO a un sistema que nos explota doblemente. Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT no se atreven todavía a acompañarnos -aunque sí sus bases- en este recorrido vital que nos afecta a toda la sociedad. Y consideramos que se equivocan. No están sabiendo ver el alcance de este movimiento insurreccional que compromete a un poco más de la mitad de la población española y que llama a la sororidad a las abuelas, a las madres y a las nietas, a las tías, a las hermanas, a las amigas, a todas las mujeres que componen la sociedad española a decir #BastaYaDeAbusos.
Las mujeres hemos estado protagonizando las huelgas y las reivindicaciones obreras desde el principio de la industrialización en España. Las cigarreras constituyeron un potente movimiento por la consecución de derechos y mejoras en las condiciones laborales en los albores de la industrialización en España, y a menudo se las olvida. Las mujeres asturianas protagonizaron una pelea contra el franquismo heroica en la Huelgona de 1962. La mujeres del textil fueron y son hoy también (desde las tricotantes de Posadas, a las camiseras de Ike o a las aparadoras de Elche) puntales del movimiento obrero, igual que lo son en la actualidad las sindicalistas y Espartanas de CocaCola en Lucha, las Kellys y las trabajadoras de Vodafone o de Amazon o de la asistencia a domicilio ...y tantas y tantas mujeres maltratadas en el empleo que se han levantado y se levantan para cuestionar el estado de cosas en cada momento que les ha tocado vivir.
Asimismo, las mujeres hemos protagonizado luchas sociales y políticas importantes. Gracias a las mujeres asociadas entorno al Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) y al movimiento vecinal nuestros barrios periféricos de la mayoría de las grandes ciudades españolas hoy tienen las calles asfaltadas, semáforos en las esquinas y colegios públicos, porque fueron ellas las que lo reivindicaron con acciones espectaculares de lucha en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Y son invisibles, de forma mayoritaria no se las recuerda ni con el nombre de una calle, porque son los prohombres del patriarcado los que nombran la gran mayoría de nuestras calles y plazas.
La creatividad y las luchas de las mujeres sirven para mejorar las vidas de todas las personas, pero nunca se nos reconoce. Del mismo modo que no se le reconoce al feminismo el avance social y evolutivo que ejerce.
Es de justicia recordar en este texto que la Ley de Adulterio fue tumbada por las mujeres feministas organizadas, que en 1976 acudieron desde toda España en autobuses a Zaragoza a protestar porque se juzgaba a una de nosotras por adulterio. Ellas tumbaron esa Ley injusta y trasnochada, por la que la sociedad de la época condenaba todavía a las mujeres a ser "propiedad" del marido o carne de cárcel. También es de justicia recalcar que la Ley de Amnistía sacó de la cárcel a todos los presos políticos, pero se olvidó de las adúlteras, que permanecieron encerradas hasta que se derogó la Ley de Adulterio en 1978, dos años después de aquel juicio y muchas movilizaciones y protestas en las calles.
Hemos sido igualmente las mujeres feministas las que hemos conseguido que haya una Ley de divorcio y una Ley de aborto en España, porque tenemos claro que en nuestro cuerpo mandamos nosotras. Que #LoPersonalEsPolítico es tan evidente que duele.
Las feministas que saldremos a la calle este #8M2019 no tenemos que perder de vista que venimos de generaciones de orgullosas luchadoras por los derechos de todas y de todos y que entre nuestras demandas principales está la de una sociedad inclusiva, igualitaria, amable, de cuidados y solidaria, con pensiones justas y públicas, salarios y empleo dignos, escuela para todos y todas, servicios de la dependencia y sanidad pública de calidad y universal. Los derechos que exigimos son un patrimonio social que ataca la raíz del patriarcado y el individualismo ramplón y privativo del neoliberalismo, que nos quiere siervas, esclavas y objeto preparado para ser consumido.
Tal como afirma la filósofa Rosi Braidotti en Por una política afirmativa (Ed. Gesisa, Barcelona, 2018) citando a su vez a las Riot Girls "hay una guerra en curso y las mujeres no son en absoluto pacifistas. Somos las chicas de la guerra, chicas de lucha, chicas malas. Queremos organizar una forma de resistencia activa, pero también queremos divertirnos y queremos hacerlo a nuestro modo".
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