Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los entrenadores es cómo diseñar objetivamente los programas de entrenamiento. Medir el rendimiento físico es una parte indispensable de todo plan de ejercicio. Permite monitorizar y ajustar la carga de trabajo, analizar la fatiga o prevenir lesiones.
Una práctica común cuando se diseñan planes de preparación física es registrar variables que puedan ayudar a prescribir el estímulo de entrenamiento. Por ejemplo, los entrenadores suelen evaluar los niveles de fuerza máxima, potencia de salto, rango de movilidad (flexibilidad) o capacidad aeróbica de los deportistas.
Cuantificar estas variables ha requerido tradicionalmente la utilización de instrumentales tecnológicos complejos. Estos suelen ser extremadamente costosos, difíciles de utilizar sin formación específica y, en algunos casos, imposibles de transportar fuera del laboratorio.
Pero los avances tecnológicos han permitido diseñar sensores y microprocesadores cada vez más pequeños y asequibles. Gracias a ellos, han surgido durante los últimos años dispositivos portátiles, ligeros y de bajo coste que miden la condición física en situaciones de campo.
Aplicaciones al alcance de todos
Los nuevos dispositivos pueden ser utilizados por cualquier usuario sin formación avanzada en Ciencias del Ejercicio y directamente desde el móvil. Esto facilita su uso, especialmente en clubes y equipos con poco presupuesto y escasez de personal técnico.
Este tipo de tecnología, basada en apps para smartphones y sensores wearables (es decir, vestibles, como los relojes inteligentes) ha sido nombrada por el prestigioso American College of Sports Medicine como la tendencia número 1 en el sector del fitness a nivel mundial varios años consecutivos.
En el año 2016, una de cada tres personas con un teléfono inteligente empleaba aplicaciones de fitness para controlar su condición física o estado de salud.
¿Son todas las ‘apps’ fiables?
Sin embargo, la gran popularización de este tipo de dispositivos tiene un principal inconveniente: deben ser científicamente validados antes de que podamos utilizarlos con garantías. Hay que comprobar que, efectivamente, miden lo que dicen medir.
Una validación científica consiste en comparar sistemáticamente los resultados obtenidos por una nueva tecnología y otra tecnología de laboratorio de precisión y fiabilidad ya contrastadas, a la que nos referimos como patrón oro o gold standard.
Por ejemplo, si queremos comprobar si una nueva aplicación para medir el salto vertical usando la cámara del smartphone es válida, debemos monitorizar muchos saltos verticales con dos dispositivos simultáneamente y comprobar con diversas técnicas estadísticas si los resultados son similares o no.
El problema es que solo una pequeña porción de todas las aplicaciones y dispositivos wearables que hay en el mercado están validadas. Es más, algunas de las aplicaciones más reconocidas del mercado, con millones de descargas en todo el mundo, han demostrado no medir con precisión lo que decían medir (en este caso, el número diario de pasos).
Aplicaciones que sí han pasado el examen
La investigación sobre el diseño y validación de aplicaciones para evaluar la condición física se ha incrementado notablemente en los últimos cinco años. Existen numerosos ejemplos de apps que sí pueden medir con precisión los parámetros para los que fueron diseñados.
Como diseñador, he liderado el desarrollo de algunas de estas aplicaciones. Por ejemplo, se ha demostrado que una sencilla herramienta que permite grabar vídeos en cámara lenta tiene unos niveles de validez y fiabilidad comparables a plataformas de fuerzas de laboratorio para medir el rendimiento en el test de salto vertical, una de las pruebas de evaluación de la condición física más utilizada en el mundo.
Los vídeos a cámara lenta permiten ver con una alta precisión el momento en que el deportista despega y aterriza en el salto. Midiendo eso, y utilizando algunas sencillas ecuaciones biomecánicas, la aplicación permite medir la altura alcanzada en el salto vertical con una diferencia de apenas unos milímetros en comparación con instrumental de laboratorio de miles de euros.
Siguiendo esta línea de trabajo, se ha confirmado la alta validez, fiabilidad y precisión de numerosas apps disponibles en el mercado para medir parámetros como la fuerza máxima, la velocidad en el esprint, la flexibilidad, o la frecuencia cardíaca.
No obstante, si bien existen numerosas herramientas fiables para deportistas y entrenadores, aún son una minoría dentro de un mercado con más de 300 000 aplicaciones de salud y forma física disponibles.
Los entrenadores deben seleccionar cuidadosamente las apps que van a utilizar para organizar sus entrenamientos. Lo más deseable es guiarse por los estudios de validación que van publicándose en las revistas científicas.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
Comentarios
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