¿Dónde queda ilusionar a la izquierda en esta campaña de todos contra Ayuso y, entre nosotros, todos contra todos? Me pregunto, para empezar.
Esta semana, Ángel Gabilondo, el candidato socialista, presentó en Ferraz a su futura vicepresidenta económica si llega a gobernar –la ministra Reyes Maroto– sabiendo que es más que probable que el cargo de vicepresidente tenga que negociarlo con otro partido progresista. Pablo Iglesias, el candidato de Unidas Podemos, anunció que subirá los impuestos a los que ganen más de 60.000 euros al año sabiendo que Gabilondo ha dicho que no va a subirlos de ningún modo. Mónica García, la candidata de Más Madrid, anunció que complementará el ingreso mínimo vital de todos los madrileños con 600 euros durante seis meses ampliables; Gabilondo, sabiéndolo, subió la apuesta y declaró que él pondría también 200 euros para las familias perceptoras de la renta mínima de inserción que cuenten con menores a su cargo. ¿Y así todos los días?
Gabilondo llegó a decir, al principio de esta campaña ya eterna, que no gobernará con este Pablo Iglesias, como si hubiera varios y él pudiera elegir con cuál se queda. En su giro al centro, perpetrado por Moncloa, habla de "partido centrado", capaz de acordar con un lado y con el otro, como si eso fuera una opción. Y es que todas las encuestas y las lógicas dicen que, suponiendo que Ciudadanos entre en la Asamblea –es decir, que consiga el 5% de los votos–, con ellos no le alcanza para gobernar, se ponga en el centro en que se ponga. Vamos, que la estrategia de centrado de Gabilondo es una pantomima para conseguir algunos escaños de los que previsiblemente perderá Ciudadanos, después de su suicidio colectivo como partido de centro que solo es capaz de pactar con un lado.
Así que, ¿no es cierto Ángel de amor, que en estas elecciones sorpresivas, el cierre de campaña más realista sería un mitin suyo con Iglesias y con García?
Perdónenme, la ida de olla y la poesía. Pero es que o me tomo la campaña electoral con humor o me echo al monte y me vuelvo anarquista.
En fin, que más allá de las estrategias internas, y otras basurillas políticas, me sigo preguntando: ¿dónde queda la ilusión del votante progresista madrileño en este tacticismo electoral tan obvio? ¿No se dan cuenta de la necesidad imperiosa de ilusionar a su electorado, cuando el resultado va a depender de un puñado de votos?
Dicen los que saben que va a estar tan justo que bajar la abstención puede ser la única baza progresista para llegar al Gobierno. En los comicios de 2019, de los que Ayuso salió victoriosa por sus pactos y por los pelos, no fue a votar más de un millón y medio de personas. La abstención fue casi del 32%. Un tercio de los madrileños pasaron de votar y llevan haciéndolo al menos desde 2007, según las estadísticas poselectorales.
Voy de nuevo, contando con estas cifras: ¿de verdad las mentes pensantes de los partidos progres, más o menos rojos, no están valorando ni un poquito la necesidad de ilusionarnos e ilusionarlos? ¿Quieren movilizar a gente que no cree en la política con politiqueos varios? ¿No se les ha ocurrido que estas peleítas en los medios por quitarse unos a otros cuatro votos, esas promesas vacías a prueba de cualquier pequeña reflexión, pueden arruinar la candidatura progresista?
¿En serio van a jugar así el todo por el todo?
Si tan importante es ganar Madrid y evitar un gobierno de la derecha más extrema, no nos engañen con promesas vacuas neutralizadas entre ustedes mismos, ni con postureos fruto de encuestas tan ciertas como efímeras.
Se dicen ustedes políticos con altura. Así que, no nos engañen, mientras nos venden que vienen a salvarnos de las mentiras; se supone que eso es cosa de otros. A mí me gusta suponer también que la izquierda es más lista.
Y ya sé que cuentan con el antiayusismo, con que muchos van a elegir una de sus tres papeletas al azar solo para intentar evitar que gane otra vez Ayuso, sin confiar en lo que ustedes serán capaces de hacer juntos. Pero, si de verdad quieren mejorar la política e intentar ganar en serio y no de chiripa, me parece que deberían aspirar a que sean muchos más los que se acerquen a depositar su voto ilusionados por su proyecto o nos daremos cuenta de que son ustedes los que no están ilusionados.
Atrévanse: hagan un acto de cierre de campaña juntos. Así, si al final tienen que perder, que no sea por haber hecho una campaña mezquina e indigna del momento que estamos viviendo.
Comentarios
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