Hoy se pone punto final a la docuserie de Rocío Carrasco. Sin duda, más allá de audiencias y formatos, hay una lectura profunda sobre ello. Hay quienes dirán, para desvalorizar, que no supone un antes y un después en la violencia de género. No voy a discutir sobre ello, pero sí puedo decir con certeza que ha significado un antes y un después para muchas mujeres de este país. Y, también, un antes y un después para muchos hombres.
Recuerdo el rechazo de muchas personas de mi entorno a esta docuserie en una mezcla de clasismo y erudición que anteponía cuestiones mediáticas sobre la posibilidad, aunque fuese mínima, de que un testimonio de violencia de género en prime time ayudase a otras mujeres. Ponían en una balanza las dos realidades y leía comentarios donde, lamentablemente, seguía pensando más la primera que la segunda. Será que he compartido testimonio con muchas víctimas o será que vivo esta realidad muy de cerca, para saber que soy capaz de pagar cualquier precio por encima de reputaciones mientras eso salve una sola vida.
Aquella reacción inicial se templó (en muchos casos) cuando llegó la noticia del crecimiento de llamadas al 016. Aquello hizo instalar una prudencia incluso dentro del movimiento feminista, donde había críticas. Y recuerdo cómo mis redes sociales colapsaron con miles de mujeres contando sus casos, sus angustias, sus miedos, sus historias de superación, de la necesidad de escuchar hablar de ellas en prime time, de que se supiera por lo que pasan cuando se enfrentan al sistema... Todo eso, para mí, pesó más siempre desde el primer minuto.
No olvidaré el primer mensaje de una mujer del Valle de Lecrín. Su hermana, maltratada durante años, nunca se reconocía como tal. Solo ahora, escuchando a Rocío Carrasco, pidió ayuda. Y es que, a aquel Valle, no llega como novedad el libro de Kate Millet ni las conferencias, pero sí llega la televisión. Y en una etapa negacionista horrible, con más de mil mujeres asesinadas, perder esa opción de que nos escuchen otras mujeres era imperdonable. Porque todas, absolutamente todas las mujeres, merecen una oportunidad. Las mujeres merecen información por todos los canales, y no tienen que pedir perdón por ello ni sentirse humilladas.
De este programa, más allá de aprendizajes personales, me llevo dos cosas muy claras.
Uno. Las mujeres que sufren violencia de género están muy solas. Mucho. Algunas porque no se reconocen como víctimas. Otras, porque les da vergüenza o miedo pedir ayuda. Otras (la mayoría) porque no se sienten escuchadas. Otras porque cuando quieren dar el paso no saben ni cómo hacerlo. Otras porque temen el rechazo de su familia. Otras porque están en pleno desgaste psicológico y no tienen ni fuerzas. Otras porque acuden al sistema y este no les responde.
Mujeres perdidas que ya no saben qué hacer para que sus casos sean tomados en serio. Mujeres que aún llamando al 016 no encuentran respuesta y se sienten en un limbo. Mujeres sobrepasadas por todo el mundo jurídico al que se enfrentan, que no reciben ni buena terapia psicológica y con abogados de oficio que no siempre están a la altura. Mujeres en shock. Mujeres con pánico a perder a sus hijos y no saben cómo protegerlos...
Nos quedamos con la cifra de maltratadas pero lo que hay por debajo, la cantidad de mujeres que no se atreven a hablar o que están desatendidas representan una cifra imposible de contar. Y tenemos una deuda social con ellas.
Dos... Frente a las críticas únicas a medios y periodistas, el problema es más grave. Va más allá. Y es que la sociedad no sabe qué es la violencia de género. Dentro de nuestra burbuja feminista pensamos que todo el mundo sabe tanto como nosotras y no. No es así.
El CIS indica que esta violencia es solo una preocupación para el 0.2% de la ciudadanía pero, en gran parte, es porque no saben ni de qué va esto. Durante años, esta información se ciñe al asesinato, al crimen, pero la violencia de género es también la psicológica, la institucional, la vicaria, la judicial, la mediática, la filial, la familiar... Si la gente no sabe de lo más básico, el qué es la violencia de género, ¿cómo va a identificar otra formas de violencia contra las mujeres, contra sus cuerpos, contra su explotación sexual, contra todo aquello que le afecta por ser mujer?
El gran peligro de que la gente no comprenda la violencia de género es que no sabrá detectarla en su entorno y se convertirá en una parte cómplice que no solo afecta a las mujeres, sino a sus hijos e hijas. Las consecuencias, en muchos casos, son irrecuperables para siempre. Porque el daño de la violencia de género puede ser eterno sin reacción ni ayuda.
Ha tenido que venir un documental de Telecinco para que algunas víctimas hablen de esto por primera vez. Ha tenido que venir un documental de Telecinco para que una parte de la sociedad espabile ante este problema de Estado. Ese es el antes y el después. Y aunque hay aún quien no lo quiera reconocer y le pese, esa es la única realidad.
Comentarios
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