Lucas Hernández, el futbolista con dos sentencias firmes por violencia de género con golpes serios y una tercera, por saltarse la orden de alejamiento, acaba de ser perdonado: no entrará en prisión como ordenaba su sentencia. Su caso es digno de reflexión porque parece que legaliza la violencia de género vip, la de algunos privilegiados...
El 28 de octubre tenía que entrar en la cárcel seis meses por, básicamente, cachondearse de la pena que se le había impuesto por pegarse con su mujer, –él le pegó bastante más– y luego irse los dos de luna de miel tan ricamente, a pesar de tener una orden de alejamiento. El parte de lesiones de él dice que presentaba una abrasión en la mejilla y otra en el cuello. El de ella (que tuvo que ir al hospital) un ojo morado, el labio roto y un traumatismo en las costillas. La sentencia salomónica, 31 días de trabajos para la comunidad para ambos y sendas órdenes de alejamiento (aunque la de ella no estaba en vigor, por no habérsela notificado, cuando les pillaron en Barajas), disimulaba las diferencias de bulto entre los dos partes de lesiones y entre los dos historiales delictivos.
Solo él ha pegado a su mujer/es duramente dos veces –en 2015 y 2017 que sepamos-, ha incumplido las penas de trabajos comunitarios y se ha saltado una orden de alejamiento. Bueno, pues, con todo esto, no va para adentro cómo iría cualquier otro que se pasase las sentencias judiciales por el forro, por su cara bonita o, mejor dicho, por sus preciadas piernas de futbolista.
Los magistrados justifican su decisión por "sus circunstancias familiares y sociales". Las familiares son las de cualquier pareja con problemas de violencia de género reiterados. Sí, ellas perdonan a menudo. Las sociales, que es profesional del deporte rey, uno que una vez más demuestra sus privilegios. El auto dice, además, que "examinada su hoja histórico penal [...] no consta la comisión de ningún nuevo hecho delictivo, lo que puede valorarse para considerar que en la actualidad no es necesario esperar a la ejecución de la pena para evitar que el penado delinca". Lo que se puede traducir en: a este chico no le hace falta cárcel porque hace mucho que no pega. ¿A cuántos habría que perdonar de todo si se aplicase así la lentitud de la justicia? ¿No es síntoma de justicia a la carta? ¿Soy la única que alucina?
Mirando con más detalle el escrito que le deja libre, la diferencia con otros la marcan los 96.000 euros ("240 cuotas de multa con una cuota diaria de 400 Euros") que va a tener que soltar a cambio del perdón. Parece que los jueces han pensado que le va a picar pagar ese dinero, olvidándose de que es alguien que gana 38.000 euros al día, 263.000 a la semana, 1.100.000 al mes, 13,5 millones al año. Vamos que va a pagar con la calderilla.
Con este final sus señorías marcan distancias abismales entre la violencia de género de los mortales y la de los adinerados. ¿Estarán alegalizando la violencia de género premium? ¿Están poniendo precio a los golpes?
Antes de este desenlace se rumoreaba que su equipo, el poderoso Bayern de Munich, estaba maniobrando para intentar que cumpliera su pena en una cárcel alemana, cerca de su campo. Así podría entrenar durante el día con el equipo y jugar los partidos, aunque luego se fuera a dormir a prisión. Esa solución me parecía idónea. No se trata de destruir su carrera. Se trataba de que no se hiciera con él una excepción brutal, siendo el ídolo de tantos. ¿Qué le dice esta resolución a los aficionados, a sus seguidores, al mundo entero?
El domingo pasado publiqué otro artículo sobre este caso pensando que acabaría de otra manera. Defendí que el grado de agresividad de las discusiones de pareja deja de ser un asunto privado cuando se traspasan los límites, a pesar de tant@s enganchad@s a las montañas rusas emocionales. "Cuanto más gorda es la bronca, más desahogan los llantos, más apasionada y satisfactoria les resulta la reconciliación, que no es más que la calma chicha entre pico y pico", describí. Sabiendo de lo que hablo, pensé que era crucial subrayar que pegar es la línea roja, que no es una opción, que es un delito que la justicia no debe perdonar por más que lo hagan sus víctimas. Es la única manera de terminar con círculos viciosos infinitos para los implicados, sus hijos y los hijos de los hijos que los imitarán.
Lo terminé declarando: "Señoras y señores en general, quiéranse como quieran o puedan, querámonos de la mejor manera posible, pero recuerden que no está permitido pegarse y que hacerlo, además de ser probablemente el fracaso personal más espantoso, te puede llevar a prisión seas quien seas".
Hoy tengo que desmentirme: Lucas Hernández pega y paga, pero solo con dinero.
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