En estos días he leído muchos análisis sobre la normalización del fascismo en los medios, en la política... Sobre el cordón sanitario que se le impone en Europa, sobre la necesidad incluso de un pacto político para hacer realidad ese cordón, etc. Lo cierto es que en España esa extrema derecha siempre ha estado en el PP que se ha acogido a la moderación cuando las estrategias electorales así lo aconsejaban. El ecosistema de la derecha española no es demócrata más que a la fuerza. Las grandes empresas, las fortunas, los medios, y los propios políticos del PP son herederos directos de un franquismo nunca purgado. Sus votantes no sienten ninguna repugnancia por gobernar con Vox, y los dirigentes del PP tampoco; de hecho, del PP provienen sus principales dirigentes. Los medios de derechas piden a gritos que Vox entre en los gobiernos y detrás de los medios hay empresas y hay fortunas hechas en el franquismo a partir del expolio y la corrupción. La corrupción sigue siendo una manera de funcionar perfectamente asumida en el PP. La operación para acabar con Podemos, con una izquierda a la izquierda del PSOE, que eso sí les preocupaba, se intentó con Ciudadanos y después con Vox. Los mimbres son los mismos. Primero nacionalismo español y ultraliberalismo económico combinado con posiciones de modernidad en lo cultural. Después de Trump se intenta con nacionalismo español, ultraliberalismo económico y posiciones reaccionaras en lo cultural.
No nos engañemos, aquí hemos estado siempre rodeados de una cierta legitimación del fascismo. No hay cordón sanitario que valga ahora, a toda prisa, cuando está en la judicatura, está en los medios, está en el Ejército, en la Policía y está en muchos dirigentes del PP. No es fácil hablar de cordón sanitario mientras existan leyes antiprotesta o leyes que penalizan la libertad de expresión que serían inasumibles en otras democracias plenas. Hay gente en la cárcel por opinar, hay jueces desatados y hay una ministra que homenajea a la División Azul. Un alcalde que destruye una placa dedicada a la memoria de unas mujeres fusiladas por el fascismo no es un demócrata. Un alcalde que retira el nombre de una calle dedicada a la Institución Libre de Enseñanza y que mantiene la de asesinos que en cualquier país de tradición democrática estarían proscritos no es un demócrata. Alguien que piensa, como Margarita Robles, al parecer, que ni fascismo ni antifascismo no es un demócrata. Hay infinidad de cargos públicos del PP que no han roto con el franquismo ni quieren hacerlo. Y hay jueces cuyas opiniones se traslucen en sus sentencias como si dieran una entrevista. En Europa tampoco hay cordón sanitario excepto en Francia y Alemania. Esas sociedades han sido educadas en la idea de que la democracia es incompatible con cualquier tipo de contemporización con el fascismo. Allí se ve esa ruptura en los nombres de las calles, de los edificios públicos, de los monumentos. Los niños y niñas lo aprenden en el colegio. Los luchadores antifascistas son héroes y los fascistas traidores. Aquí eso no ha ocurrido. El PP es corrupto, y cultural y genéticamente heredero del franquismo. Las elecciones de Castilla y León han sido especialmente tristes para la democracia, sí, porque pone todo eso de manifiesto de manera muy cruda. Aun así, incluso ese PP no es lo mismo que Vox. Con Vox en los gobiernos y, sobre todo, legitimado y normalizado, las vidas de muchas personas pasan a estar literalmente en peligro, así como sus derechos básicos. Habrá más violencia, más odio, más represión, más miedo.
Ciertamente, el PP preferiría que Vox no existiera. Ningún partido quiere tener que repartir el poder, el espacio y sus votantes; el poder supone dinero y, para el PP, también oportunidades de negocio. El trumpismo en EEUU no es "otro" partido. Es el partido de la derecha. Aquí, en cambio, el trumpismo, el ambiente trumpista, las razones trumpistas, la estética, los discursos trumpistas, invitan a votar a Vox. Es posible también que a un partido bregado en el gobierno no le parezca útil convertirse en apestado en Europa; seguramente que el PP no quiera ser asimilado a Hungría. El PP no es antieuropeísta, en ese sentido es pragmático y acepta el marco europeo. Además, España no es socialmente de extrema derecha y hay cuestiones que, seguramente, preferirían ahorrarse. Vox les genera inestabilidad. El PP tendrá que decidir si quiere fragilizar a Vox o si quiere seguir engordándolo; la retórica ultra ensayada por Casado engorda al partido ultraderechista , como bien ha comprobado Casado; porque ensancha el espacio de lo decible y de lo pensable y contribuye así a romper los límites en los que el PP se mueve.
En mi opinión, la actual querencia mediática con Vox tiene que ver con echar al dirigente popular y situar a Ayuso en su lugar. Una vez con Ayuso al mando, ella piensa que podrá parar a Vox igual que hizo en Madrid. Seguramente entonces los medios se vuelquen con ella; con ella al mando no habría razón para preferir a Vox. Y seguiremos teniendo este fascismo de baja intensidad con el que convivimos como en la fábula de la rana a la que se echa en un caldero de agua fría que se va calentando muy poco a poco, que se va acostumbrando y que cuando quiere saltar es tarde.
La cuestión de por qué Ayuso sí frena a Vox merece otra reflexión más larga y que, quizá, tenga relación con aspectos más emocionales. Ayuso encarna como nadie el tipo trumpista, mucho mejor que Monasterio y, desde luego, que Casado. Ayuso es una política que en otras circunstancias no habría llegado muy lejos pero que ahora (en el mundo post pandemia/trumpista) se ha encontrado con un medio ambiente a su medida: antiintelectual, de gustos sencillos, sin complejos de ninguna clase, popular (además de populista) parece auténtica y una outsider. Los dirigentes de Vox a su lado son unos pijos sin remedio. Ayuso podría ser la vecina de al lado, la más reaccionaria del bloque, pero simpática si te la encuentras en la escalera. Dicho de manera simple, la diferencia entre Casado y Ayuso es que ella viene de llevar la cuenta del perro Pecas y en cambio Casado viene de fingir que ha estudiado en Harvard. Y eso ahora juega, claramente, a favor de la primera.
En cuanto al PSOE, no es el tema de este artículo, pero si sigue resistiéndose a terminar con el marco impuesto por la derecha cuando gobernó, y que UP está pugnando por romper, si no acelera con las leyes progresistas, si no hace nada para renovar una justicia que ya es trumpista, si no deroga la ley mordaza y mejora la calidad de la democracia, y si no es capaz de avanzar hacia la ruptura del marco económico puramente neoliberal, pues vendrán con más fuerza. Y hay gente en el PSOE que, visto lo visto, tampoco se va a escandalizar.
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