El Partido Popular (PP) elegirá a su nuevo líder nacional en un Congreso Extraordinario a primeros de abril. Pero en Sevilla no acaba nada. Empezará otra temporada de la crisis del PP. Detrás de las ovaciones a Alberto Núñez Feijóo y de las burbujas del champán de la celebración, el Partido Popular tiene dos problemas especialmente relevantes: la redefinición de su espacio y estrategia política, y el tándem Isabel Díaz Ayuso-Miguel Ángel Rodríguez.
Recomponer el proyecto político del PP después de los erráticos zarandeos sin ton ni son que ha sufrido con Pablo Casado, no es un reto pequeño. Era insostenible la contradicción que suponía negar un día el apoyo a la moción de censura de Abascal y el resto del tiempo compitiendo con el mismo discurso ultra. Es necesario que haya una derecha conservadora en España que represente al electorado más tradicional, pero que reúna varios requisitos: ser democrática, europea, limpia de corrupción y antifranquista.
Ello requiere un proyecto potente que frene el avance electoral y político de la ultraderecha y le aplique un cordón sanitario como hace la derecha europea que, por cierto, ha reprochado al PP el acuerdo en Castilla y León. Pero las cosas no son fáciles. Menos aún por la existencia de la piedra en el zapato que supone la actitud de Díaz Ayuso y su agenda oculta para asaltar el poder en el Partido Popular. No olviden que no había grandes diferencias políticas entre Casado y Ayuso ni las hay entre Feijóo y ella, solo la lucha por el poder. Veamos cuatro cuestiones que deberían preocupar al nuevo líder.
1. Isabel Díaz Ayuso va a intentar marcar la línea política del PP a través de la confrontación con el Gobierno central sobre múltiples temas como ha venido haciendo. Le cuesta disimular sus ambiciones y no calla en ninguna circunstancia. Esta práctica suponía un ninguneo de la dirección nacional del PP y va a volver a repetirse. Con el agravante de que Núñez Feijóo no está en el Congreso de los Diputados para hacer oposición directa a Pedro Sánchez. Tampoco le permitirá al líder gallego una oposición moderada y centrada (si es que quiere hacerla), ni que aplique la estrategia de esperar a que el adversario se desgaste solo. Es decir, le va a dinamitar su hoja de ruta.
2. También pretende marcar la política de alianzas. Ayuso ha declarado en la Asamblea de Madrid que es "mucho mejor con un gobierno del PP en coalición con Vox". No es un lapsus, es una declaración de intenciones. En la práctica, Ayuso y Vox, vienen funcionando como si tuvieran un gobierno en la sombra. Lo demuestran sus acuerdos con la Ley de Telemadrid, ley maestra de educación, los presupuestos para 2022, el rechazo de las comisiones de investigación de las muertes en las residencias y para el control de las contrataciones, la conversión de chiringuitos en universidades, etc. Hay que recordar que Ayuso, en la campaña de Castilla y León, señaló cuál era el camino de futuro para gobernar en aquella comunidad y para hacerlo en toda España.
Vox no se equivoca nunca y siempre vota con Ayuso. Suele hacer antes algo de teatro para aumentar la presión y sacar más cosas al PP. No es una casualidad que Vox apoye a Ayuso en todos los asuntos importantes, y no lo haga con el PP en el Ayuntamiento de Madrid o en Andalucía. Con esta estrategia de apoyo selectivo, busca imponer su programa, avanzar en su guerra cultural y romper por dentro al Partido Popular. No me cabe ninguna duda de que la defenestración de Pablo Casado tiene mucho que ver con esta estrategia coincidente de Ayuso y Vox.
3. Como presidenta, Ayuso dominará el PP de Madrid totalmente, algo que espantaba a la anterior dirección nacional, consciente del poder que supone. Desde esta posición, impondrá listas electorales y controlará buena parte del grupo parlamentario en el Congreso.
4. Concentrar a sus seguidores ante la sede nacional de su propio partido para derribar al presidente, es un hecho sin precedentes en la política española que no debería olvidar Núñez Feijóo. Ha pedido más sangre, como hizo al reclamar la expulsión de sus enemigos en el cónclave del partido (Junta Directiva Nacional) que lanzaba la candidatura de Feijóo. En esta línea, para disciplinar y meter miedo a los dudosos, es más que probable una remodelación del Gobierno de Madrid para eliminar los restos casadistas. Ayuso y Rodríguez, prefieren que les teman a que les amen, como decía Maquiavelo. De lo primero se encargan ellos, de lo segundo unos medios a disposición.
Pero la estrategia de Ayuso y MAR tiene como debilidad las prisas, las víctimas, y que no pueden controlarlo todo. Hay poderosas razones para querer darse prisa. Saben que Ayuso es un producto de moda y como tal, antes o después, pasajero. Por un lado, está el temor de que puedan avanzar investigaciones sobre Díaz Ayuso desde Anticorrupción o desde la Fiscalía europea por los contratos de su hermano. Y saben que el mejor blindaje de las imputaciones de corrupción es la acumulación de poder. Por otro lado, están dejando muchos cadáveres y resentidos por el camino y eso al final acaba pasando factura. Pero, sobre todo, conocen que las cosas más importantes se deciden fuera de la escena. En última instancia es la oligarquía la que resuelve. Por ejemplo, estos sectores no estaban muy convencidos de la capacidad de liderazgo de Pablo Casado y por ello, le dejaron caer, porque también podrían haber decidido lo contrario y acabar con Ayuso. Esto es algo fácil, cuando hay materia, se dispone de dossieres e información reservada y se controlan los medios de comunicación.
El desarrollo de esta estrategia de asalto al poder se irá viendo de forma más clara. Quizá al principio será más sutil para ir desgastando a Feijóo y quitarle autoridad. Como queda dicho, las vías principales para ello es marcarle el territorio y la hoja de ruta que tiene que seguir. Es lo que se hizo con Casado, y a lo que éste se resistió para no quedar como un pelele. Así las cosas, Feijóo quizá debería comprarse un chaleco antibalas -metafóricamente hablando- para evitar que el fuego amigo y las confabulaciones de la corte y milagros del Madrid de Díaz Ayuso se le lleve por delante. Mientras tanto, estoy seguro de que Pablo Casado se sentará a comer palomitas y a ver el desarrollo de los siguientes capítulos de esta serie de intriga y corrupciones.
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