Otras miradas

Las políticas sobre bioenergía propuestas por la UE suponen un mayor riesgo de deforestación y pérdida de biodiversidad

José M. Rey Benayas

Catedrático de Ecología de la Universidad de Alcalá

Las políticas sobre bioenergía propuestas por la UE suponen un mayor riesgo de deforestación y pérdida de biodiversidad
Basura y contaminación en el río Guadarrama en la localidad de Arroyomolinos, donde se han registrado residuos y desechos al igual que a su paso por los municipios de Móstoles y Navalcarnero, en Arroyomolinos, Madrid (España) a 14 de junio de 2020.- EUROPA PRESS

Para solucionar la crisis climática y alimentar al mundo, Europa tiene un papel fundamental: reducir la superficie agrícola necesaria para producir los alimentos y combustible de los que depende, tanto dentro como fuera del continente. Lamentablemente, el paquete de medidas ‘Fit for 55’ (‘Objetivo 55’) de la Unión Europea aumentaría la huella ambiental de Europa y la deforestación global. Por ello, un grupo de científicos destacados de todo el continente ha hecho un llamamiento al Parlamento Europeo para corregir el plan, con vistas a la decisiva votación que tendrá lugar a mediados de julio en la Comisión de Industria, Investigación y Energía (ITRE, por sus siglas en inglés) del Parlamento Europeo.

El plan prevé dedicar en 2050 un quinto de la superficie cultivable de Europa a cultivos energéticos como, por ejemplo, los dirigidos a la generación de biomasa para su uso en múltiples aplicaciones, o aquellos destinados a la obtención de aceites vegetales que pueden ser utilizados como biocarburantes en la automoción.

Las importaciones de madera y combustible para generar energía también se cuadriplicarán. Como cientos de científicos ya advirtieron a los líderes mundiales, la extracción y la quema de árboles aumenta el carbono en la atmósfera durante décadas y hasta siglos. El citado paquete legislativo ignora los costes reales que supone la bioenergía – la energía procedente de la biomasa- para el clima y para la naturaleza. Quemar biomasa genera más emisiones de carbono que quemar combustibles sólidos, pero dichas emisiones se pasan por alto. La teoría es que ese carbono lo absorben las plantas del aire cuando crecen, por lo que quemarlas no tendría emisiones netas de carbono. Pero esto es un error, porque cultivar plantas para la producción de bioenergía lleva tiempo y precisa además una gran cantidad de tierras productivas. Si se dedica superficie cultivable a generar energía, no se tiene en cuenta el coste de no dedicar esas tierras a otras necesidades, como la producción de alimentos, o el hábitat.

La Comisión Europea afirma que sus nuevas políticas en materia de usos de la tierra ayudarán a contrarrestar efectos no deseados al fomentar que los Estados miembros conserven carbono en sus propios bosques. Pero es difícil que esto ayude a combatir el cambio climático mientras continúen las políticas equivocadas sobre bioenergía. Con independencia de como los países de Europa gestionen sus bosques, talar árboles fuera de Europa con sus correspondientes emisiones de carbono a la atmósfera no ayudará a solucionar el cambio climático en nuestro continente.

Por fortuna, Europa tiene la oportunidad de corregir su rumbo. Recientemente la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria (ENVI, por sus siglas en inglés) del Parlamento Europeo votó la adopción de varias valiosas modificaciones al ‘Fit for 55’.

Una de estas propuestas de cambios evita que la «biomasa forestal primaria» sea considerada «climáticamente neutra». Eso significa que los usuarios de energía no podrán decir que reducen sus emisiones simplemente por talar árboles y quemarlos. Los residuos genuinos de la producción maderera y el uso post-consumidor podrían seguir considerándose de esta manera.

Además, la Comisión también aprobó una modificación para reducir los límites correspondientes a biocombustibles procedentes de alimentos y piensos a la mitad de los niveles de 2020, un elemento fundamental en la actual crisis alimentaria global. No obstante, el Parlamento Europeo debería extender este límite a los llamados ‘cultivos energéticos’, como las herbáceas no comestibles. Dedicar la escasa superficie cultivable a producir este tipo de bioenergía tendrá las mismas consecuencias: mayor externalización de la producción de alimentos y mayor deforestación global.

La aprobación de estas modificaciones se enfrenta aún a muchas dificultades. Pero sin estos cambios, el plan ‘Fit for 55’ agravará los daños directos al servir de mal ejemplo a nivel global. Si cada país dedicara el 20% de su superficie cultivable a bioenergía como piensa hacer la Comisión Europea, el mundo necesitaría talar una superficie forestal adicional, y de otros hábitats, del tamaño de la India.

En Europa, con esfuerzos razonables para mejorar el rendimiento de los cultivos, reducir el desperdicio de comida y mejorar aunque sea moderadamente nuestra dieta para que incluya más productos vegetales, podríamos alcanzar dos objetivos al mismo tiempo: dejar de externalizar el uso del suelo y restaurar millones de hectáreas de bosques naturales y otros hábitats en tierras agrícolas europeas. Con ello ayudaríamos a mitigar el cambio climático, a almacenar más carbono y recuperar la fauna y flora europea en peligro.

Contener e, idealmente, reducir la huella ambiental de la humanidad es fundamental para combatir las crisis gemelas del cambio climático y extinción de especies. Dado el tamaño desmesurado de la huella ambiental global de Europa, nuestro continente, y España en particular, tiene un papel esencial a desempeñar.

 

 

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