Imaginen que en una ciudad como Berlín, las calles estuvieran bautizadas con los nombres de los nazis que protagonizaron las matanzas más despiadadas durante los años 30 y 40 del siglo pasado. Imaginen, por ejemplo, una calle dedicada a Karl Dönitz, sucesor de Adolf Hitler hasta el 23 de mayo, día en que fue detenido. Es, sin duda, difícil de imaginar porque en Alemania se toman muy en serio la cuestión de la memoria democrática. Allí no se andan con tonterías cuando de lo que se trata es de recordar un pasado lleno de terror. Quizás porque saben lo peligroso que es para el futuro rendir culto a figuras sanguinarias.
En Madrid, sin embargo, caminamos justo en la dirección contraria desde hace ya varios años. Allá por 2017 hubo un consenso en el Ayuntamiento entre los partidos representados —con la abstención del PP, todo hay que decirlo— para retirar del callejero los nombres de militares franquistas que participaron en graves crímenes contra su propio pueblo. La llegada de la extrema derecha a las instituciones madrileñas ha volado por los aires cualquier tipo de acuerdo basado en los principios de memoria democrática, hasta el punto de tener que aguantar a un alcalde de Madrid que ha restituido calles a personajes sanguinarios como Millán Astray, o al crucero Baleares, causante de una de las mayores matanzas de la historia de nuestro país.
Qué vergüenza que mi ciudad dedique calles a seres tan oscuros como "El Algabeño", un torero acusado de participar en la sublevación y la represión durante la Guerra Civil en Andalucía y que fue encomiado por Queipo de Llano, enterrado este último en la Basílica de la Macarena y considerado un héroe por la Hermandad de la misma.
Qué vergüenza que mi alcalde haya decidido romper con un mazo los versos de Miguel Hernández y retirar el nombre de Justa Freire para mantener dedicatorias a los caídos de la División Azul o a los hermanos García Noblejas.
Qué vergüenza es tener a un alcalde que se ha puesto de rodillas ante las exigencias de una extrema derecha echada al monte que adora a falangistas y niega el holocausto franquista.
Qué indigno es que tengamos que soportar esta vergüenza internacional mientras el martes se llevó al único pleno del mes la reprobación de un exvicepresidente de España por unas palabras irónicas. Al mismo tiempo que se silencia que fue Almeida quien puso una alfombra roja a esos comisionistas que se llevaron 6 millones de euros en lo más duro de la pandemia. Recordemos: con más de mil muertos diarios.
Qué duro es ver a una oposición incapaz de responder y actuar. Qué triste es ver cómo mi capital, siempre alegre y vanguardista, está poco a poco marchitándose, volviéndose cada vez más gris, homenaje tras homenaje a un pasado de oscuridad y terror.
Hay otro Madrid. Un Madrid que seguirá luchando, con toda la dignidad del mundo, por llevar la memoria de quienes defendieron la libertad y la democracia al lugar de la historia que merece. Ese Madrid que no se rinde, y que jamás se resignará. Ese Madrid que mira al futuro y que terminará sacando de Cibeles a los atrasistas nostálgicos del blanco y negro.
Comentarios
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