Otras miradas

Mi T.U.R.tura, crónica de un cambio de tarifa

Naiara Pinedo

Periodista y analista política

Mi T.U.R.tura, crónica de un cambio de tarifa
Una lámpara refleja el importe de una factura.- EUROPA PRESS

Mi tránsito del mercado libre hacia la tarifa regulada del gas es una prueba a la altura de la paciencia del Santo Job. Ningún trámite administrativo suele ser un camino de rosas, pero ingenuamente pensé, que algo tan sencillo como modificar este asunto, no me requería tanta paciencia y tanta perseverancia. Quizá sea exacerbado definir el proceso como T.U.R.tura, pero ahí le ronda el sentimiento de ser tratada más como peonza que como persona, simple y llanamente por querer obtener la tarifa energética más beneficiosa para mí y menos para las compañías. Júzguenlo ustedes.

Lo primero que hay que saber es que existen diferentes tarifas por el mismo gas que calienta nuestros radiadores. Si no estás al cabo de la calle o atento a los medios de comunicación es muy probable que desconozcas a qué precio pagas el suministro y  que existe la tarifa de último recurso, conocida como T.U.R., que puede abaratar la factura a prácticamente la mitad, según el contrato vigente. Este fue mi caso, todas las alarmas se encendieron, aún incrédula de que esto pudiera estar pasando en la coyuntura de crisis energética actual, al revisar mi extracto y comprobar que no aparecía T.U.R, por ningún lado. Mi peaje de acceso era RL2, era el momento de pasar a la acción.

Así las cosas, el segundo paso lógico a mi entender, era solicitar el traspaso de tarificación en la flamante  y recientemente inaugurada oficina de Iberdrola de mi localidad.  Logotipo corporativo bajo el que se puede leer "Atención al cliente", estaba sin duda en el lugar adecuado. Tras esperar mi turno, con mi factura en la mano, la cosa se prometía sencilla.

- Hola, buenos días, quiero cambiarme a la la tarifa de último recurso, aquí tengo mis datos y número de contrato.

La respuesta de la empleada fue casi mecánica al otro lado de la mampara Covid. Adiviné en su gesto, que su día a día, era una suerte de derivación a las vías telemáticas para realizar peticiones idénticas a la mía. No me rendí, tenía el firme propósito de salir de allí con mi T.U.R. y con la máxima amabilidad posible, insistí en que desde la oficina de atención al cliente de la empresa suministradora, este servicio tenía que ser lo pertinente. Imposible, fue de nuevo su contestación, vía web o vía telefónica volvió a responder implacable, mientras me deslizaba un número 900 bajo el cristal apuntado en un post- it.

¡Señor, dame paciencia!, me repetía para mis adentros y desde luego que me iba hacer falta para afrontar la gestión tras marcar el número que me había facilitado. A la par de tedioso, he de reconocer que fue bastante instructivo. Aunque la factura de luz y gas lleguen en el sobre de la misma empresa, al facilitar los datos para el cambio de tarifa, tomé consciencia que las comercializadoras pueden ser diferentes. Que la factura eléctrica ya la estaba pagando en T.U.R. y que para poder hacer lo mismo con el gas, se debía de proceder al cambio dicha comercializadora, concretamente Curenergía, que es la única del grupo Iberdrola que puede ofertar las tarifas reguladas de luz y gas. Tras cuarenta y cinco minutos, varios cambios de teleoperador, musiquitas varias y la oreja roja, llegue a mi nirvana personal.  Lo había conseguido y además, también había entendido el procedimiento.

Lo que me cuesta más comprender es, cómo es posible que dependa de la capacidad y tenacidad del usuario poder optar a la tarifa más económica del mercado. Me parece obsceno, que se dé cabida a la especulación de dos bienes básicos como son la luz y el gas, y que no se garantice por defecto la mejor oferta para el cliente. El libre mercado,  supuestamente, iba a traer más competencia y mejores precios, pero lo cierto es que ha depositado toda la responsabilidad en el cliente.

En el contexto actual de crisis energética, carestía de los precios, inflación... no es un tema menor para muchas familias ya que puede suponer la diferencia de llegar o no a fin de mes. Por eso es urgente, clamorosamente necesario facilitar los trámites de manera presencial para evitar una nueva brecha generacional. Agilizar los tiempos si se procede por el canal telemático, campañas de publicidad pública sobre las posibles alternativas y la exigencia institucional a las empresas de hacerlo ya, para que no sea nuestra oreja si no su cara, la que se ponga roja cuando ha quedado de manifiesto que no nos lo quieren poner fácil.

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