Otras miradas

Sobre madres y víctimas, carta a una simpatizante del PP

Víctor Sampedro Blanco

Catedrático de Comunicación Política en la URJC

Monumento a las víctimas del 11M en la estación de Atocha, Madrid.
Monumento a las víctimas del 11M en la estación de Atocha, Madrid.

Querida amiga: 

Te escribo pensando en los votantes del PP que me sois muy queridos. Aparco los prejuicios poniéndote una cara conocida. Y asumo la crítica que aquí expreso como propia. Porque nos siento, nos sé próximos: vecinos, familiares y amigos. Esa condición común nos obliga. Necesitamos entendernos, evitar que las arengas partidarias sobre las víctimas del terrorismo nos enfrenten. Defendamos su dignidad y memoria por igual. La identidad de las víctimas del 11-M ha sido saqueada, al negarse la identidad de sus verdugos durante 20 años. Hasta los ladrillos del monumento erigido a su memoria en Atocha se subastan en Wallapop. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo lo seguimos permitiendo?  

Hay quien nos emplaza a una guerra electoral permanente. El ruido para hacerse oír y el cierre de filas impregnan la política cargada de un belicismo que exige compadecernos solo de "nuestras" víctimas. Compadecerse del enemigo es desertar. Padecer y sentir la misma pérdida, arropar a todas las víctimas en una única mortaja y honrarlas en un duelo conjunto constituye un acto de traición. Compartir un funeral une más que una boda. Establece lazos más duraderos. Un velatorio no es un adiós, sino una bienvenida a morir juntos. Imagínate una acogida, un ongi etorri en memoria de todas las víctimas, para rendir homenaje a todas ellas. 

Sin embargo, querida amiga, hemos permitido que nos enfrentasen. Han, hemos usado a las víctimas y abusado de ellas como munición electoral. Vosotras, las votantes del PP, presuponéis que solo hay víctimas de ETA y que todas os son afines o de Vox. Tendéis a considerarlas guardiaciviles que lo dieron "todo por la patria". Nosotros, izquierdistas de coleta y progresistas de medio pelo, reivindicamos a los republicanos que están en las cunetas y olvidamos a los de las checas. Los más enajenados han llegado a considerar a los etarras Ché Guevaras con txapela. 


Incurrimos en lo inadmisible cuando, unas y otras, pasamos a imputarnos las víctimas. Nos las hemos lanzado como armas arrojadizas; llamándonos fachas, terroristas y golpistas. Nos criminalizamos como etarras o franquistas, clavándonos banderillas rojigualdas o tricolores. En esa tauromaquia guerracivilista, los afectados por el 11-M no tienen cabida. 

El atentado yihadista de 2004 asesinó a 192 personas; en su mayoría, trabajadores, estudiantes y migrantes. Una tropa de desarrapados, sin bandera ni uniforme. Multitud anónima, sin carnet de partido ni rango militar. Pero representan a uno de cada dos madrileños que han sido víctimas del terrorismo en la Comunidad de Madrid. Y a uno de cada cinco en toda España. Por eso al principio dijimos que todos íbamos en aquellos trenes de cercanías. Pero lo olvidamos para subirnos a ellos de nuevo. Y luego permitimos expoliar su memoria. 

A lo mejor, querida amiga del PP, crees que miento o exagero. Y no me extraña. Porque resulta difícil de creer y más aún de asumir que sea posible. Pero puedes pujar por un ladrillo del monumento del 11-M que estaba antes en la Glorieta de Atocha. Anímense a especular con esos bloques de cristal. Si se llevan varios, hay descuento y pueden hacerse una mampara, apropiada para ducharse o como tragaluz. 


El abandono y la hostilidad institucionales, nuestra indiferencia hacia las víctimas del yihadismo se debe a que si abren la boca y se hacen presentes desarman el discurso antiterrorista oficial. La Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, que representa a la inmensa mayoría de víctimas yihadistas y que comenzó dirigiendo Pilar Manjón, no recibió dinero alguno de la Comunidad de Madrid en sus ocho primeros años de existencia. Sigue vetada o ninguneada en los actos institucionales. Siendo este año el 20 aniversario de aquella matanza, Isabel Díaz Ayuso inaugurará hoy un supuesto II Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo. Pero no cuenta con una sola sesión, ni siquiera un ponente, que aborde el 11-M, siendo esta la peor masacre terrorista perpetrada en Europa. Todo es ETA, en boca de portavoces y cargos del PP o de Vox y medios conspiranoicos, viejos y renovados, públicos y privados. Siendo el 11 de marzo el día de las Víctimas del Terrorismo en la Unión Europea, el atentado yihadista de 2004 será recordado, como no podía ser menos, a la chita callando, con "un homenaje" silente: una "exposición" de diez fotos de EFE. Ni siquiera una por cada año transcurrido. 

Los "afectados" del 11-M, como prefieren llamarse, han sido acallados. Permanecen estigmatizados y vejados debido a su talla moral y compromiso cívico. Si se hacen presentes, exponen la indignidad de quienes aún les revictimizan. Para empezar, al considerarse afectados (y no víctimas) renuncian a mostrarse superiores moralmente. No exhiben su dolor. Declinan sacar provecho de él. Se brindan ayuda y cuidados mutuos. Y, como no aceptan prebendas, no pagan tributos. Se niegan a figurar en listas electorales y a ocupar cargos públicos. 

Su independencia les ha permitido mostrarse solidarios e internacionalistas. Siempre denunciaron la guerra de Irak como desencadenante de la tragedia que sufrieron. Evitaron caer en la islamofobia o la arabofobia. Defendieron el estado de Derecho acatando unas sentencias que consideran demasiado benévolas. Y, a pesar de ello, defendieron a los testigos, peritos, policías, fiscales, jueces y magistrados que, como ellos, sufrieron acoso conspiranoico. No contentos, lograron que se asistiese a las parejas de hecho y a los migrantes. Creen en el reconocimiento de las víctimas al margen de contratos civiles o religiosos y pasaportes. 


Por si fuera poco, los afectados del 11-M también defienden los derechos civiles de sus verdugos. Proponen abordar las causas de los diferentes terrorismos para combatirlos del único modo posible: en su especificidad y desactivando sus causas (religiosas, ideológicas, políticas, económicas...) sin recurrir solo a la represión. Quien mantenga que todos los terrorismos son iguales renuncia a perseguirlos. No siente el dolor de las víctimas. O el rencor le impide compadecerse de ellas. 

El protagonismo de una ciudadanía con semejante calado democrático, el de Pilar Manjón y sus sucesores, resulta imprescindible para regenerar la esfera pública. Sus derechos son vulnerados por un trato institucional en demasiados casos vejatorio, sostenido en un discurso del todo extemporáneo. Está fuera del tiempo y desgastado por el uso, después de que ETA desapareciese hace más de una década. Y está fuera de lugar. Las víctimas que reclama como propias han acabado revictimizadas. 

La hermana de un concejal del PP asesinado por ETA, Consuelo Ordóñez, pide que no se le victimice invocando a Txapote. El asesino de su hermano y el de ningún hijo, jamás debiera servir de banderín electoral. Pero los correligionarios de Consuelo le acusan (a ella y a otras muchas víctimas díscolas) de sufrir el síndrome de Estocolmo. Es decir, les tachan de ser portavoces de ETA, aún rehenes, abducidos por la banda criminal. Acerca de Pilar Manjón, la madre de Daniel, asesinado con 21 años el 11 de marzo de 2004, dijeron de todo: le negaron la maternidad (haber tenido aquel hijo), la paternidad (conocer al padre) y la identidad de los verdugos; imputando los atentados a ETA, llamaron "puta" y "etarra" a Pilar. 


Dice Santiago Alba Rico que erradicaríamos la pena de muerte si pensásemos en las madres de los reos. El dolor materno, innato e insobornable, desmiente que se pueda ajusticiar, impartir justicia, matando. La maternidad desarma la violencia estatal y la subversiva. El luto de las Mujeres de Negro señala la primera verdad que se cobran todas las guerras, incluidas las (anti)terroristas. Una madre recuerda que ninguna víctima es colateral porque ocupa el centro de su existencia. Y de la nuestra. 

Imagínate, querida amiga del PP, que desde hace 20 años cuestionan la identidad de quienes destrozaron y marcaron tu vida. Y que no colocan una placa o una lápida que denuncie a los verdugos de tus seres más queridos. ¿Es posible cerrar así un duelo? Imagínate que en cada aniversario, abren de nuevo las tumbas para practicarles una autopsia eterna. Rebuscan la verdad que se niegan a reconocer. Escupen infundios desmentidos hasta la saciedad. 

Te pido, amiga, que condenes la prepotencia indolente de quienes dirigen el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid hacia las víctimas del yihadismo. Reemplázalos por otros para seguir ganando en las urnas, pero sin denigrarnos ni degradar las instituciones. No te mereces esos líderes, ni ellos tu voto. Cuando quieras, por supuesto, hablamos de los nuestros. 

  1. Víctor Sampedro Blanco es autor de Voces del 11-M. Víctimas de la mentira (Planeta, 2024); cuyos beneficios van íntegros a la Asociación 11M.

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