Decía George Carlín que no creía en dios, pero creía en Joe Pesci. "Cuando llamas a dios nunca contesta, cuando llamas a Pesci aparece con un bate de béisbol", decía en uno de sus shows.
Decir que algo de lo sucedido estas semanas en Castilla y León se parece en algo a Joe Pesci es faltar a la verdad. Desde luego los personajes de Pesci son machistas, pero irradian algún tipo de carisma por la vía de la salvajada. Son descontroladas fuerzas de la naturaleza. Nada que ver con las calculadas operaciones de tensión por la derecha que hemos vivido estos días.
En las películas de gangsters, especialmente en Uno de los Nuestros y Casino, la dupla de Scorsesse sobre el ascenso y caída de Henry Hill (Ray Liotta) y Sam 'Ace' Rothstein (Robert de Niro) Pesci interpreta a un personaje similar. En la primera se trata de Tommy DeVito y en la segunda es Nicky Santoro, pero representan lo mismo. Son una fuerza de sentimientos muy intensos y muy básicos gestionados a través de la violencia. Son aliados del protagonista en la medida en que les permiten irrumpir en un mercado controlado y mover la balanza a su favor a través de la violencia. Pesci es el Craken, la criatura mitológica que aparece para desordenar el orden civilizatorio.
En la fase ascendente está al lado de los protagonistas e infunde terror en sus adversarios. En la fase descendente empieza a ser un problema. No puede parar con su dinámica. No entiende que se está en otro momento en el que lo que toca es parecer responsable y termina por pasarse. En Uno de los Nuestros a Tommy DeVito lo mata la mafia, pero en Casino a Nicky Santoro lo manda matar Rothstein. No sólo porque se haya acostado con su mujer -aunque la película parece ofrecernos una trágica y tóxica historia de amor aquí todo va de negocios- sino porque sus constantes actos ilegales le están haciendo famoso, lo cual es malo porque atrae mucha atención no deseada. Rothstein quiere parecer alguien legítimo, alguien legal, un tipo majo. Pesci le recuerda cada día quién es y de dónde viene.
Ahora vayamos a Castilla y León. La cosa empieza con un protocolo sobre el aborto que, supuestamente, se ha pactado con la Consejería de Sanidad y que presenta en rueda de prensa, el vicepresidente de la Comunidad, de Vox. Se trata de obligar a las mujeres que quieren abortar a escuchar el corazón del feto. La cosa va de abrir una guerra cultural sobre uno de los temas en los que la sociedad española tiene uno de los consensos más sólidos y más claros. La última vez que el PP intentó modificar la ley del aborto en un sentido regresivo, la reacción del feminismo fue tan masiva que Rajoy fulminó la carrera política de Alberto Ruiz Gallardón y enterró la ley. Vox no está peleando por la ley. No es que si estuviera en disposición de derogarla no lo haría, es que en Castilla y León, una comunidad donde abortar es ya bastante complicado como han señalado estas semanas diversos informes, la cosa va de otra cosa. Va de meterle presión al PP.
El Gobierno responde con un requerimiento que vendría a decir "oiga, explíqueme esto porque si se salta la ley en materia de derechos reproductivos podría usted llegar a perder las competencias". Entonces empieza a pivotar la idea de que el protocolo no está, de que en realidad no existe y lo contrario. Las comunicaciones oficiales del Gobierno de Castilla y León a día de hoy van en la dirección de que no hay nada. Por ese motivo este viernes la Fiscalía emitió un comunicado en el que daba por buenas las explicaciones. Es decir, no hay nada. Vox, por su parte ha dicho que si no hay nada se romperá el Gobierno de Castilla y León, cosa que no ha sucedido. También corren rumores de que Mañueco valora adelantar (de nuevo) las elecciones en Castilla y León no se sabe muy bien con qué esperanza.
La reacción mediática por la derecha a lo sucedido esta semana ha sido de una contundencia importante. Desde Federico Jimenez Losantos hasta la sección de opinión de El Mundo han mandado mensajes a Vox. Son los mensajes que en las películas de gánsteres le envían de vez en cuando a Joe Pesci: "Estate quieto, para ya, esto es malo para el negocio. No hagas el tonto".
Vox sigue sin romper nada porque al fin y al cabo está atrapado en la misma dinámica tóxica que el PP. La misma que Pesci tiene con esos tipos a los que quiere mucho, les debe todo, pero no puede evitar destruir una y otra vez con sus salvajadas. En realidad, la relación de amor de Casino es entre Pesci y Robert De Niro.
Pero aquí los problemas no se resuelven como en las películas. Los líderes que desaparecen (ahí está Olona, o Pablo Casado) son sustituidos por otros que encarnan valores similares. Aquí hablamos de la dificultad para deshacer marcos culturales y comunicativos. Llamar desde algunos emisores mediáticos "tontos útiles" a Vox con infinita soberbia no servirá de nada igual que no servía de nada decir que Podemos eran unos locos desestabilizadores día si y día no.
La ruptura de los electorados con los medios de comunicación, la producción de comunidades político-comunicativas propias ya es un hecho. Da igual que seas Federico Jiménez Losantos o la portada de El País. No existe ya una opinión pública consensual tal y como la conocimos. No es que haya desaparecido del todo, pero su fuerza es mucho menor. El problema que tiene Feijóo es que necesita a Vox para mantener determinados marcos, pero no quiere afrontar las consecuencias. Le necesita para mantener activo (pero no en su partido) el marco de la polarización, del gobierno ilegitimo, el lenguaje trumpista, etc. Pero a la vez necesita que sea una fuerza controlable que no le quite muchos votos y que no le pongan muchas dificultades. Eso es soplar y sorber. Vox es débil en la Comunidad de Madrid porque Ayuso encarna ya ese lenguaje y ese marco cultural. Donde el PP no encarne eso, Vox seguirá fuerte. Y si el PP se convierte en eso perderá los votos que necesita para gobernar España y la corriente de votos que recoge del PSOE en este momento se cortará de cuajo y revertirá.
Por eso, aunque el tema de la semana tenga que ver con este enredo entre personajes de la mafia y sus peleas, la mejor manera de garantizar el derecho al aborto, pasa por construir fuerza social y política en otro sitio, en el sitio donde se amplían y conquistan derechos. Digamos, que tenemos que dejar de ver pelis de gánsteres para que Joe Pesci sea solo eso, un gran actor y una suma de personajes odiosos. Porque lo que seguro no va a pasar es que se mantenga el Gobierno progresista por incomparecencia del adversario.
Comentarios
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