Seguramente recuerdes el copago sanitario que tenía que pagar tu madre, tu abuelo o tú mismo. Quizá, si eres más joven, sólo te suene la corrupción, extendida como un cáncer, o los estudiantes en barracones. Todo ello mientras se pagaban todo tipo de regalos a la mafia de la Gürtel con dinero público. Tal vez te venga a la memoria el aeropuerto del abuelo, donde no volaban apenas aviones, pero sí comisiones. O la lotería que siempre tocaba según quien fueras. O los pelotazos y corruptelas que vaciaban los recursos de todos en medio de la crisis económica más grande de las últimas décadas, para enriquecer a cuatro amigotes. Probablemente recuerdes a Correa, a Camps, a Zaplana, a Fabra, a Cotino o al bigotes. No eran casos aislados: era una organización diseñada para delinquir. Y así lo ratificó el Tribunal Supremo.
Si no recuerdas con claridad esa época oscura, esperamos por tu bien -y por el nuestro- que a partir del 29 no tengas la posibilidad -tarde, demasiado tarde- de hacer memoria.
Afortunadamente hay otra opción en esta dicotomía imperfecta entre más derechas o más derechos. En el País Valencià somos la comunidad autónoma que más ha reducido la tasa de pobreza. Se ha logrado recuperar para lo público los hospitales y centros de salud que privatizó el PP. Y se han garantizado los libros escolares sin coste. También se ha puesto en marcha una ley de cambio climático, un primer paso que va en la buena dirección, y se ha logrado transformar la ciudad de Valencia, tanto, que ha pasado de ser la capital de la corrupción a ser la capital verde europea en 2024. Y sólo algunos de los partidos que conformamos ese Gobierno del Botánic que tiene que volver, nos hemos opuesto a proyectos sinsentido como la ampliación del Puerto de Valencia. Un ministerio que no protege al Parque Nacional de l'Albufera, pierde su credibilidad ambiental.
No todos son iguales, y a la vista está. En Valencia la deuda que dejó el PP de más de 1000 millones de euros se ha reducido a menos de la mitad. Mientras unos vacían las arcas para enriquecer a los cuatro amigos ricos, otros reparten los beneficios tanto como les permiten las circunstancias: no podemos olvidar que se han gestionado una pandemia y los efectos provocados por una guerra.
Pensando en el futuro, estas son algunas de las cosas que hemos propuesto para estos cuatro cruciales años: en todas las ciudades que gobernemos aplicaremos inmediatamente la regulación de los precios del alquiler. También se aprobará una Ley de turismo sostenible para poner límites y revertir las externalidades negativas del turismo sin control. Pondremos en marcha asambleas participativas, un formato que se está demostrando esencial para avanzar rápido gracias a la inteligencia colectiva, tanto en clima como en energía. En ese crucial sector, vamos a constituir una empresa pública para que los beneficios no recaigan sobre todo en las multinacionales. Transformaremos también el Instituto Valenciano de Finanzas en una banca pública para impulsar la economía social. Queremos salvar el tren de cercanías del abandono. Y la Ley valenciana de Igualdad será primera de la próxima legislatura.
Pero eso y mucho más sólo ocurrirá si hay un tercer Botánic fuerte. Si el País Valencià conserva un gobierno que le represente. Si València no cae en manos de aquellos que han hecho negocios con asuntos tan vitales como la sanidad, podremos seguir siendo referencia también en las acciones de adaptación a los fenómenos extremos del cambio climático. Unos fenómenos que, entre sequías históricas e inundaciones tremendas que se solapan sin dejar respiro, están destrozando nuestras cosechas y agravando la desertificación de nuestra tierra. Una tierra amenazada por la implantación irracional de macro parques -los de más de 50MW son autorizados por el ministerio-, sin apenas planificación, más que la del beneficio a corto plazo de unos pocos, que es la condena a medio/largo plazo de todos.
Estas semanas hemos visto la inadmisible respuesta del PP allí donde gobierna. Ante las consecuencias de la sequía en un parque natural, Doñana, tan valioso como amenazado por las malas prácticas en el cuidado de un bien escaso como el agua dulce, la respuesta del presidente Juanma Moreno Bonilla es echar más gasolina al fuego. Y pocas formas más eficaces de rematar el problema que un campo de golf rodeado de chalés de lujo. Lujo para unos pocos, sequías para el resto. Lo comprobarán pronto, tiempo al tiempo, y clima al clima.
Este relato dickensiano es tan real que da miedo. Si no quieres que reviva el fantasma de las corrupciones pasadas, ahora encima dopado con anabolizantes marca extrema derecha, no te quedes en casa el día 28. Lo que está en juego son los derechos que ha costado un siglo conquistar y que se pueden perder en unos pocos meses.
Hay 364 días más al año para exigir a los representantes que espabilen y hagan política para el pueblo. Como tengamos a una fuerza negacionista del cambio climático y antifeminista, que va a ir minando los derechos que tenemos uno a uno, lo vamos a lamentar. Y durante mucho más que 4 años, porque estos 4 años van a ser decisivos.
Solamente hay que echar un vistazo a Polonia, a Hungría, a Italia... dejar que se pudra todo para que las personas reaccionen nunca ha sido una buena estrategia para nada. El cuanto peor mejor no funciona en ninguna parte. Esa convicción es la que nos lleva a implicarnos y a participar de esa cooperativa política apegada al territorio que es Compromís.
Un gobierno decente y que escuche a la ciudadanía y a sus legítimas exigencias. Nos jugamos el presente y el futuro, o retroceder a un pasado repleto de fantasmas que nunca debió suceder.
Comentarios
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