El debate de la jornada laboral está ya presente en el escenario sindical y político, se trata de una disputa por la riqueza y los recursos, pero principalmente hablamos de una batalla por el tiempo. Su presencia pública creciente no es casual, sino fruto de un capitalismo en general y el sector industrial en concreto se encuentran en un claro proceso de transición.
Los efectos de décadas de deslocalización industrial pusieron en evidencia la situación de Europa durante la pandemia, totalmente dependiente de un mercado internacional que había desplazado la industria en busca de bajos salarios. Un sector industrial que desde hace meses muestra su debilidad en la llamada "locomotora europea", dada la dependencia de la industria alemana de la energía rusa a bajo coste y un proceso creciente de encarecimiento generalizado de materias primas y de componentes. Y por supuesto, todo ello bajo el paraguas de la crisis ecosocial, que impone un proceso de transición acorde a los límites biofísicos del planeta.
Es en estos momentos de crisis como el actual, donde se abren oportunidades para prepararnos para enfrentar las grandes disputas de nuestro tiempo. Identificar y aprovechar las principales contradicciones que afronta el capitalismo para construir sobre ellas vías alternativas, no como horizontes lejanos, sino conflictos que nos permiten extender propuestas por una nueva forma de organizar la producción y nuestras vidas. En este caso concreto, consideramos que es un buen momento para organizar nuestras fuerzas, poner en marcha un trabajo paciente y metódico para convencer a cada vez más trabajadoras y trabajadores de tomar parte activa de los conflictos que van a determinar el futuro de una transición industrial que ya está en marcha. No se trata de otorgarle un valor originario a los trabajadores del metal, sino de valorar las condiciones que nos permiten desde este sector dar un paso adelante y actuar como punto de apoyo para otros sectores de la clase trabajadora.
El caso automovilístico es evidente, la conversión en torno al vehículo eléctrico, es la mejor prueba de la voluntad del capitalismo industrial, siempre en simbiosis con el capital financiero, de alcanzar nuevos nichos de mercado. Donde el límite de los recursos fósiles y la necesidad de medios de transporte menos invasivos con la atmósfera, sitúan al coche eléctrico como una oportunidad para el sector automovilístico de seguir estirando sus posibilidades. Una vía que no deja basarse en una política extractiva de materias primas, externalización del impacto ecológico, fuerte dependencia de financiación pública y el apoyo activo de las instituciones del Estado.
Existe otro aspecto concreto donde esto se refleja y es ahí donde queremos centrarnos, la reducción de la jornada laboral. Se calculan que ya ascienden hasta a 13 millones de horas mensuales las no pagadas a las trabajadoras y trabajadores, las cuales suponen un 30% del conjunto de las horas extra que se realizan en el conjunto del Estado. Hablamos de millones de horas que la patronal se embolsa directamente como beneficios. Por eso mismo, el debate sobre la reducción de la jornada laboral no vendrá asociado a una decisión voluntaria de la patronal a ceder toda la riqueza asociada a las horas de trabajo que señalamos, de la misma manera que no dará un paso atrás en el control del tiempo, los ritmos de trabajo y en general en el dominio total del proceso productivo si no la obligamos a ello.
Entre quienes apoyamos diferentes posturas, dos posiciones que podemos rastrear en la historia del movimiento obrero. Que podríamos resumir en dos, aún a riesgo de simplificar un poco. Por un lado quienes abogan por demostrar que la reducción de la jornada laboral es beneficiosa tanto para las trabajadoras como para los empresarios, dando que entre otros efectos, aumenta la productividad y por lo tanto beneficiaría a ambas partes mejorando la competitividad y con ella aseguraría el empleo. Por otro lado estamos quienes consideramos que la consecución de la reducción de la jornada laboral sin pérdida alguna de salario, solo será fruto de la conquista de las trabajadoras y trabajadores organizados en la disputa con la patronal por el tiempo que le dedicamos al trabajo. Que la reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario sea fruto de conseguir convencer al mayor número posible de trabajadores que es posible organizarse y trabajar conjuntamente por una medida tan posible alcanzarla, como deseable, es la condición de posibilidad de que esta medida se haga realidad en toda su efectividad.
La actual reforma laboral, impulsada por la Ministra de Trabajo y candidata de Sumar a la presidencia de Gobierno, de la mano de la CEOE y del PSOE, es un ejemplo claro de esta primera posición. Una negociación y un acuerdo en ausencia de conflicto, de organización y lucha de las trabajadoras no será nunca otra cosa que una derrota o en el mejor de los casos migajas.
¿Cómo?
Bien, en nuestra opinión para empezar a responder a esta pregunta tenemos que recuperar viejas costumbres que en muchos momentos hemos olvidado y conectarlas también con formas y métodos nuevos. Es decir, recuperar tareas y labores propias del movimiento obrero, que pasan por desarrollar un trabajo lento y paciente de acercarnos a nuestras compañeras y compañeros para convencerles de la utilidad, de los beneficios, de la posibilidad real y la necesidad de esta medida. Es un trabajo que puede parecer de primeras ingrato, pero para armar un conflicto, para llegar a las imágenes de piquetes y huelgas, antes hace falta un trabajo lento y metódico de mucho tiempo para convencer y animar a quienes tenemos al lado. En nuestro caso a las trabajadoras de la industria del metal de Madrid.
Periódicos, folletos, asambleas, quedadas en los descansos, asambleas, todo lo que sea necesario para llegar al mayor número posible. Y todo ello, como decíamos, conectado con la nueva realidad en la que vivimos, que parte de unas comunidades políticas disgregadas. Partir de una composición social distinta a la de hace décadas, nuevas formas y métodos de comunicación que debemos incorporar. Trabajadoras y trabajadores con experiencias diversas, códigos y lenguajes que no se tienen porque mover en los marcos tradicionales.
Y el segundo aspecto es partir del conflicto, como algo propio de nuestras sociedades como una oportunidad. Esto no puede ir disociado de lo anterior, sin el trabajo previo de siembra, cuando se presenten los momentos de conflicto, que siempre se presentan, no estaremos en las condiciones adecuadas para aprovecharlo. Nos referimos a grandes momentos como pueden ser la negociación de un convenio, ofensivas de la patronal con despidos o empeoramiento de las condiciones laborales, pero también conflictos que podemos calificar como "menores", esto es, pequeñas disputas por ritmos de trabajo, control de horarios, etc. Cada uno de estos conflictos, debemos aprovecharlos para sembrar nuestras ideas.
En un momento en el que los beneficios empresariales no dejan de crecer y la inflación no deja de reducir los salarios del conjunto de las trabajadoras y trabajadores, caminar hacia un mejor reparto de la riqueza es imprescindible. La reducción de jornada laboral a 30h semanales sin pérdida de salario, supone una mejora salarial para las trabajadoras y trabajadores del 20%. Además de actuar como una propuesta que interpele al conjunto de los trabajadores, con posibilidad de extenderse al conjunto de la clase trabajadora, al contrario que la propuesta de la coalición de Sumar de simplemente acabar la jornada laboral a las 18h, una propuesta solamente aplicable a un reducido sector laboral.
Se trata, por lo tanto, no de una simple disputa por nuevas formas de organizar el trabajo, sino un conflicto político sindical por el control del proceso de trabajo, de la riqueza generada y por lo tanto de la cantidad de tiempo de nuestras vidas que dedicamos al trabajo. Consideramos que esta propuesta nos permite avanzar en la tarea central de nuestra época, armar un bloque político y social amplio capaz de proponer e intervenir en clave ecosocialista.
Comentarios
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