El debate a dos entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo nos enseñó bastantes cosas. La más importante es que cuando dos señores se empeñan en volver al bipartidismo la cosa se pone regular, pero una secundaria y no menos importante es que Feijóo tiene cero problemas en mentir sobre lo que sea.
Los amigos y las amigas gallegas ya nos habían advertido que lo del Feijóo moderado era un inventillo de la unidad comunicativa Madrid (sección conservadora y progresista), pero lo importante no es lo que Feijóo sea, sino que puede ser las dos cosas. Puede levantarse moderador y acostarse trumpista. En el debate derogaba el sanchismo en una frase y en la siguiente decía que él intentaría ponerse de acuerdo con el PSOE en la investidura sin solución de continuidad. La mentira, por tanto, no es sólo la producción constante de datos falsos, sino el cinismo con el que se pasa de una mentira de un tipo a una de signo contrario.
Nightcrowler es una película excepcional escrita y dirigida por Dan Gilroy. En ella, Jake Gyllenhaal interpreta a Louis Bloom un tipo extremadamente mediocre, torpe en sus relaciones sociales, que tiene uno de esos pequeños sueños basados en la cultura del esfuerzo y el emprendimiento: quiere hacerse un hueco propio en el periodismo de sucesos. Esos periodistas que se dedican a escuchar emisoras de radio policiales e intentar llegar al lugar del crimen antes que nadie.
En la película, Bloom no deja de robar cosas ni un minuto. Cada cosa que consigue robar le acerca a su objetivo. Cuanto más se acerca a su objetivo más se da cuenta de que, en realidad, no hay tanta diferencia entre contar un asesinato que ha sucedido que uno que no ha sucedido (o que no ha sucedido así), y claro, poco a poco se va convenciendo de que la mejor manera de llegar el primero a un asesinato es... bueno, ya os lo imagináis.
La comparación con Taxi Driver es inevitable. Un tipo solitario con dificultad para las relaciones sociales que conduce un vehículo por la noche que le permite obtener una enorme satisfacción y que podría no tener todos los patitos en fila.
Lo que pasa es que Gilroy se cuida muy mucho de tres cosas que separan Nightcrowler de la obra de Scorsesse. Por un lado, Bloom en ningún momento tiene un sentimiento relacionado con la justicia. No es un justiciero como sí lo era el Travis Bickle de Robert de Niro (por desviadas que fueran sus razones). No quiere justicia, quiere éxito. En segundo lugar, todas y cada una de las veces que se salta las normas obtiene recompensa por ello y, en tercer lugar, no sólo carece de límites, sino que activa una suerte de fascinación adictiva sobre lo que hace que se traslada a cómo le perciben los demás. Cuánto más miente Bloom, mejor le va. Cuánto mejor le va, más atractivo le resulta a la gente que le rodea. Cuanto más atractivo resulta, más adictiva se vuelve la relación con sus objetivos y las normas que tiene que romper.
Dicho de otra manera, lo que Gilroy está describiendo no es una hombre perturbado, sino un sistema destruido.
Volvamos ahora a Feijóo. Desde el día del debate se ha entregado a la mentira con una pasión propia de profesionales. Creo que en esto es especialmente relevante la "filtración" (risas aquí) de que Miguel Ángel Rodríguez, a la sazón responsable de la Comunicación de Isabel Díaz Ayuso, era la mano amiga que dirigía el festival comunicativo del debate. Se trata de colocar a Feijóo en la longitud de onda de Ayuso, es decir, en la tarea de quitarle votos a Vox. Así que, de nuevo, lo importante no es la cualidad de sus mentiras, sino la idea de que dirá lo que haga falta para conseguir tres votos y si por el camino destruye alguna cosa como un niño pequeño en una casa llena de jarrones muy delicados, pues perfecto.
Que las mentiras se descubran no es lo importante, porque siempre puede haber mentiras nuevas y mientras hablemos de sus mentiras no hablamos de ninguna otra cosa. Feijóo va camino de tener el dudoso récord de pasarse el conjunto de la campaña sin decir una sola cosa concreta que quiere hacer. Nadie que le vaya a votar sabe exactamente lo que hará después, pero es que lo más importante en todo esto es que nadie piense mucho. Como en los mejores deportes, lo importante es la sensación de que cuando el árbitro pita el final del partido, la contienda termina. Lo que pasa es que en las elecciones sucede exactamente lo contrario, cuando se pita el final del partido empieza lo importante.
Por esos sería bueno que los periodistas que le entrevisten estas semanas (si es que tal cosa sucede, que es posible que no) no le pregunten por sus mentiras, sino por sus planes.
Por ejemplo: ¿qué va a hacer cuando se acaben los fondos Europeos a finales de este año? ¿Cómo piensa reducir el precio de los alquileres, las hipotecas y la luz? ¿Cuáles son los cambios que quiere hacer en la reforma laboral? ¿A qué se refería esta semana Jose María Aznar cuando decía que había que volver a la austeridad? ¿Comparte estas opiniones?
Hay otra cosa que se aprende viendo Nightcrawler: si al tipo de las mentiras no lo paras pronto a él le va a ir bien, pero a ti no.
Afortunadamente hay una oportunidad para no tener que llegar a según qué escenarios. Quizás la mentira más grande que ha contado Feijóo esta campaña es que la tiene ganada.
Comentarios
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