Segundos antes de morir acribillado por las balas, perseguido por la policía, herido ya de muerte y sin más esperanza que la propia desesperación, Cody Garnett se da la vuelta y grita a la nada "Mamá, mírame, estoy en la cima del mundo". Así termina Al Rojo Vivo, película de 1949 dirigida por Raoul Walsh que cuenta la historia de ascenso y caída del gangster Garnett, interpretado por un James Cagney descomunal.
Al Rojo Vivo es casi el molde de las películas de ascenso y caída sobre las que Hollywood ha cimentado un modelo. Unos años antes, en 1932, Ben Hetch había escrito Scarface, que dirigió Howard Hawks y que es la otra obra cumbre del género.
Scarface tuvo un remake incontestable en 1982 dirigido por Brian de Palma y escrita por Oliver Stone, en la que Al Pacino propone una versión enfarlopada hasta las orejas del Tony Camonte original, convertido para la ocasión en el príncipe tóxico Tony Montana.
Scarface termina de una forma muy similar a Al Rojo Vivo, con Tony Montana cayendo en una fuente por un disparo de escopeta en la espalda. Sus socios muertos, su hermana muerta, en la fuente escrito su lema: "El mundo es tuyo".
Hay un efecto perverso de esas películas cargadas de pulsión de muerte. Algo que ha ido construyendo una colección de imágenes que definen ciertas trazas de 'lo masculino': Los hombres incapaces de mantener el control de su propia ambición, o del control a secas.
Barbie, la película más exitosa de 2023 y una de las mejores comedias de los últimos años, dirigida con inteligencia y tino por una Greta Gerwig haciendo 'estudios culturales' secuencia a secuencia, nos enseñó la "Mojo Dojo Casa House": La Mojo Dojo Casa House es la casa-cuartel que se construye Ken tras conocer el patriarcado. Su propia casa de muñecas en la que puede 'performar lo masculino'. Ayer viernes toda España pudo ver en directo La Mojo Dojo Casa House del patriarcado en España en la Asamblea Extraordinaria de la Federación Española de Futbol.
Pocas veces podemos ver el patriarcado hablando su ningún tipo de filtros por la televisión. De hecho, como todos los sistemas de dominación, necesita de una cierta invisibilidad para funcionar a pleno rendimiento, pero la intervención del señor Rubiales cumplió todos y cada uno de los tópicos: La victimización de quién tiene más poder, el reparto de papeles sobre lo que es verdadero y lo que es falso, las apelaciones familiares como centro de la autoridad y el poder simbólico, la amenaza a quién denuncia la situación, la reconstrucción de los hechos atribuyendo a la víctima la perversidad de lo sucedido y, por supuesto, el intento de construcción de una hipótesis política con el único objetivo de encontrar aliados. Así, a través de su intervención, mostró todas las herramientas del poder en el escenario más desnudo posible. El resto de Kens de la sala le aplaudían mientras la sociedad española miraba por una cerradura gigante el funcionamiento de uno de los espacios de poder en nuestro país y se quedaba horrorizaba.
Durante un rato, un brevísimo espacio de tiempo, los segundos previos a que las balas acabaran con el personaje de Cagney, un poco antes de que los disparos tumbaran a Tony Montana, Rubiales parecía satisfecho con lo conseguido. La Mojo Dojo Casa House parecía ser el mundo y no un juguete, los aplausos que le acompañaban eran una suerte de regalo al estilo de los monólogos de Leonardo Di Caprio en El Lobo de Wall Street, la película que convertía las narraciones de ascensión y caída en una farsa y un nuevo filón en la colección de personajes masculinos incapaces de mantener el control como nuevo traje para Kens del siglo XXI.
Pero apenas unos segundo después el mundo volvió a ponerse en marcha. La selección española de fútbol femenino empezó a sacar comunicados de apoyo a su compañera Jenni Hermoso a través de su sindicato y volvieron a demostrar quién va a ganar esta pelea y cual es la forma de ganarla: Organizadas, juntas, repartiendo solidaridad y potencia colectiva.
La reacción a las palabras de Rubiales está siendo tan abrumadora, desde tantos frentes, que el silencio de tantos que deberían estar hablando cada vez importa menos. Será una pelea larga, pero el Mojo Dojo Casa House irá perdiendo progresivamente su poder.
Rubiales está atrapado en su propia ficción porque es una ficción que le da todo el poder y el privilegio. No puede salir de ahí y cada vez necesitará más aliados y convertirá a esos aliados en rehenes. Pero perderá.
Le van a ganar un grupo de mujeres valientes, bien organizadas, que son las mejores del mundo en jugar a su juego favorito y que hace muchos años decidieron que ningún tío les iba a decir si podían jugar o no. El patio es suyo y
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