Ya entra ayuda a Gaza desde Egipto. Entrarán materiales esenciales como comida o medicinas. Pero a cuentagotas. Antes de la guerra entraban 100 camiones diarios para cubrir las necesidades de los 2,3 millones de gazatíes, casi la mitad niños y niñas.
En un momento en el que la vida de millones de personas pende de un hilo, la entrada de artículos de primera necesidad es clave. Pero este logro no debe distraernos de lo realmente importante: frenar esta sangrienta espiral de violencia. Estamos ante un conflicto donde se está vulnerando el derecho internacional y las reglas humanitarias más básicas.
Oxfam Intermón lleva casi siete décadas proporcionando ayuda humanitaria a personas atrapadas en situaciones de guerra, violencia y conflicto. Estuvimos en los momentos más duros del conflicto iraquí, fuimos la primera organización respondiendo desde dentro de Siria. Estamos respondiendo en Ucrania, Somalia, Yemen o República Centroafricana. Y llevamos décadas trabajando en el Territorio Palestino Ocupado, trabajando codo con codo con organizaciones de la sociedad civil palestina.
En otros lugares, nuestros equipos ahora estarían centrados en asegurar nuestra asistencia humanitaria. En Gaza, están huyendo para salvar sus vidas y las de sus familias. Escuchar sus historias personales es desgarrador. Sus casas han sido destruidas, muchos de ellos han sido desplazados y están viviendo con familiares en la zona sur de Gaza o hacinados en albergues o centros de acogida. Es un momento traumático y angustioso para todos ellos, y aún y así, su preocupación máxima es cómo ayudar a cubrir las necesidades más acuciantes del resto de la población: comida, refugio, agua, energía.
Los desafíos para trabajar son enormes y las necesidades crecen por momentos. Los bombardeos y ataques son constantes. El movimiento de personas está restringido. Los mercados y el comercio local están fallando. Las comunicaciones e internet también fallan. No hay acceso para ayuda humanitaria (más allá del único envío reciente, que fue una gota en el océano). Es imposible encontrar suministros, y donde hay reservas, es imposible llegar.
Casi dos millones de personas se enfrentan a inseguridad alimentaria. Una realidad agravada por un asedio total. Sin electricidad, combustible o agua, las panaderías no pueden hornear pan, no se pueden asegurar las cadenas de frío y no se puede cocinar caliente.
En acceso a agua potable, la situación es todavía más preocupante. Más de 2 millones de personas, se ven obligados a beber agua sucia o salada. La mayoría de las instalaciones de abastecimiento están dañadas o inservibles y las plantas desalinizadoras no tienen combustible ni luz para funcionar. La ONU estima que la población de Gaza ahora tiene acceso a un promedio de apenas 3 litros de agua al día, cuando una persona necesita entre 50 y 100 para sus necesidades básicas de salud. Sin baños que funcionen y con desechos acumulándose en las calles, Gaza corre el riesgo de convertirse en un caldo de cultivo para el cólera y otras enfermedades mortales.
La situación es desesperada. Si no hay cambios, lo peor está por llegar. La vida de millones de personas está en juego. Es imperativo que las autoridades israelíes restablezcan el suministro de agua y electricidad en toda Gaza. La población necesita combustible para hacer funcionar las bombas de agua y las plantas de tratamiento de aguas residuales.
La exigencia de corredores es una petición de mínimos. Pero la Unión Europea y otros líderes mundiales deben centrar sus exigencias en asegurar que se cumpla con la legalidad internacional, acabar con los ataques contra la población civil y levantar un asedio despiadado que está dejando sin agua, alimentos, refugio y bienes básicos a la población de la franja de Gaza. Y, en último término, promover la resolución pacífica de un conflicto que lleva décadas enquistado.
Y, sin embargo, estos días, hemos visto con estupor como la Eurocámara aprobaba una resolución que no reconoce que la población de Gaza está siendo sometida a un castigo colectivo ni exige al Gobierno de Israel que acabe con el asedio. El texto tampoco recoge una petición expresa de alto el fuego inmediato por ambas partes, sino simplemente una "pausa humanitaria" que no garantiza el cese de las hostilidades. Ni condena claramente los posibles crímenes de guerra que se pueden estar cometiendo. En el mejor de los casos, se trata de una resolución cándida y temerosa, en el peor una resolución irresponsable y cómplice, ciega a los horrores, la crueldad y el sufrimiento que están viviendo.
No podemos normalizar el sufrimiento. Necesitamos un alto el fuego total por parte de todas las partes y el fin del asedio de Gaza. Esta es la única manera de conseguir suficiente ayuda humanitaria y asistencia vital para los civiles.
Las atrocidades cometidas contra civiles israelíes son inaceptables. Que Hamás tenga rehenes es espantoso, es imperativo asegurar la liberación de cualquier persona cautiva. Pero nada de todo ello puede justificar un castigo colectivo a la población de la franja. Atacar, destruir o inutilizar infraestructuras civiles es contrario al derecho internacional humanitario. También lo es ordenar evacuaciones forzosas de civiles o someterlas a hambre. Los palestinos en Gaza literalmente no tienen adónde ir y nadie parece dispuesto o capaz de ayudar mientras las familias enfrentan la muerte por deshidratación o falta de atención médica.
La comunidad internacional debe detener este sinsentido. Su falta de coraje político permite las represalias que ponen a los civiles en la línea de fuego de cohetes indiscriminados y ataques aéreos militares.
Si perdemos nuestra humanidad y compasión, si perdemos nuestra capacidad de mirarnos a los ojos y reconocernos como iguales ¿qué nos queda? Sólo el fin del ciclo de violencia puede traer esperanzas de un futuro mejor tanto para los palestinos como para los israelíes.
Comentarios
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