Algunos comentaristas de prensa afirman que la responsabilidad política es algo retórico, interpretable de varias maneras, discutible; incluso hay quienes dicen que no existe. Demuestran su atrevida ignorancia, pues un tema doctrinal clásico y consolidado en el derecho y la ética es el de responsabilidades políticas y responsabilidades penales.
La responsabilidad en la vida pública tiene dos aspectos conocidos como responsabilidad penal y responsabilidad política. La primera atañe a todas las personas por igual; es la responsabilidad que proviene de la condena judicial por el incumplimiento de un tipo de norma jurídica, la norma penal, que a todos nos afecta y que sigue el principio de legalidad. La responsabilidad política incumbe a determinadas personas que ocupan cargos públicos (ya sean éstos de representación o de gobierno), derivada de la infracción de normas jurídicas o de normas de la ética pública, constatada o presunta en virtud de indicios graves y evidentes, comportando una quiebra de la confianza de los ciudadanos. Esta quiebra es el fundamento de la responsabilidad política. Supuestos típicos de la responsabilidad política son: una apertura de proceso penal, una acusación en los medios con pruebas no desmentidas, un trato de favor a un familiar, la negligencia en la vigilancia de las funciones de personal subordinado, el impago de la seguridad social de un empleado, etc.
La responsabilidad política presenta los siguientes caracteres: a) nada tiene que ver con la autoría de los hechos, b) deja a salvo la presunción de inocencia, c) es independiente de las actuaciones de los adversarios políticos y d) el alcance de la responsabilidad política se extiende a las conductas reprobables propias y ajenas.
Entresaco las frases más relevantes del discurso de José Luis Ábalos, exministro y exsecretario de organización del PSOE, pronunciado en el Congreso de los Diputados, que ha sido expulsado de su partido tras no aceptar la renuncia a su escaño exigida por la Comisión Ejecutiva Federal, como consecuencia de su implicación en el denominado caso Koldo. Comento párrafos de su discurso enfrentándolos a los cuatro caracteres indicados de la responsabilidad política. Como se desprende del título de este artículo es un buen caso práctico para aplicar la teoría sobre la responsabilidad política.
La responsabilidad política no exige la causación material de los hechos
"No estoy acusado de nada ni formo parte de investigación en curso, ni tampoco tengo ningún enriquecimiento injusto"
Ábalos demuestra que no sabe lo que es la responsabilidad política; todo lo reduce a una única responsabilidad, la penal, de la que derivaría a continuación la política. Pero es al revés: la responsabilidad política es previa a la penal. El diputado pone el carro delante de los bueyes. Dicho de otro modo: considera que uno debe abandonar el escaño una vez que sea condenado por el juez o, al menos, cuando existe ya una acusación judicial.
Yo no he hecho nada reprobable, viene a decir Ábalos, y por lo tanto no tengo que dimitir. Confunde la autoría de hechos ilícitos con la responsabilidad política. Pero no presupone esta responsabilidad la autoría de los hechos; cuenta la responsabilidad y no la autoría. En las responsabilidades penales hay que demostrar que uno es el autor de los hechos; en las responsabilidades políticas se tiene que constatar que uno es el responsable, aunque no sea el autor. Pedir la autoría en las responsabilidades políticas es reconducirlas al terreno propio, y que no les pertenece, de las responsabilidades penales. Sin embargo, con bastante frecuencia los políticos niegan sus responsabilidades políticas aludiendo a que no son los causantes de los hechos que se les imputan, por muy graves que éstos sean. Ábalos es uno de ellos.
La responsabilidad política no afecta a la presunción de inocencia
"No puedo acabar mi carrera como un corrupto cuando soy inocente... No tengo por qué invocar el principio de inocencia...Se exige mi renuncia, pero esta no tendría ningún efecto práctico. Se interpretaría como signo de debilidad que no asumo".
Esta proclama de inocencia es la muestra más clara de que Ábalos no conoce lo que es una responsabilidad política, porque ésta en nada afecta a su presunción de inocencia. Debe dimitir por acciones de terceros, no las suyas.
En tanto no se produzca una condena penal, la inocencia queda a salvo. Por ello, no tienen razón los políticos que dicen asumir responsabilidad únicamente si el juez les condena, y que los medios manchan su presunción de inocencia, exigiéndoles una responsabilidad antes de la resolución judicial. Todos hemos podido constatar cómo los políticos se atrincheran en la presunción de inocencia para no asumir responsabilidades políticas. El concepto de inocencia es uno de los más citados en el discurso de Ábalos. Es como la atmósfera que lo envuelve. Y da por hecho que, si dimite como diputado, le considerarán culpable. Es una opinión errónea. Tiene cercano el caso de un compañero de partido, Borrell, que dimitió cuando fue acusado de fraude y tras su rehabilitación es hoy una autoridad de primer rango en la Unión Europea.
La responsabilidad política es independiente de la actuación de los adversarios políticos
"Mi partido rinde tributo político a la derecha... Tengo que defenderme a todos los niveles para evitar las estrategias de las derechas... Actuar al dictado de tus adversarios políticos, que no piensan en la lucha por la corrupción, sino en expulsarte del Gobierno por cualquier medio, es un error"
Los políticos que se resisten a abandonar el cargo público suelen acusar e implicar al adversario político; a veces aluden a toda una conspiración contra él. Ábalos también lo ha hecho. Pero hay en su caso un hecho diferencial. Son muchos los políticos caídos en desgracia que alcanzan el auxilio de su partido, lanzando ambos -político y partido- a los adversarios la acusación de una conspiración. No ha sido el caso de Ábalos, que no ha encontrado el apoyo de sus compañeros de partido, porque el PSOE, a diferencia del PP, ha puesto muy alto el listón de la exigencia de la responsabilidad política. Pero lamentablemente Ábalos no ha seguido y rubricado con su conducta esta excelente medida de ética pública de su partido político. Su sacrificio político hubiera sido el máximo exponente posible de la credibilidad y firmeza de esa medida. ¿Imaginan unas palabras públicas del diputado y exministro, asumiendo su responsabilidad, dimitiendo y proclamando la necesidad de cumplir con las reglas éticas de su partido en contraste con el PP, que mantiene en altos cargos a quienes tienen la misma o más responsabilidad política que él? Lástima que no lo haya hecho.
La responsabilidad política implica a conductas reprobables propias y ajenas
Las palabras ausentes del discurso de Ábalos
El diputado y exministro evita la referencia al asunto central: que ha incurrido en un caso de libro de una frecuente modalidad de la responsabilidad política: la responsabilidad por actuaciones reprobables de terceros, que a su vez tiene tres facetas, que pueden producirse aisladas o conjuntamente: responsabilidad por consentimiento, designación o negligencia (ausencia de control) de las actuaciones reprobables de terceros.
El alcance de la responsabilidad política va desde el comportamiento propio al ajeno. No sólo se asumen responsabilidades por el propio comportamiento. El político es responsable de la conducta reprobable de un tercero dependiente o subordinado cuando: a) le autorizó a llevar a cabo tal conducta, o se hizo ésta según sus instrucciones, b) le designó para ocupar un cargo político relevante dentro de su equipo, y c) no hizo lo debido para tener conocimiento de lo que sucedía. Estamos ante varios supuestos de responsabilidad: responsabilidad por consentimiento, designación o negligencia.
Ábalos le dedica muy escasa atención a la cuestión principal, la que directamente le afecta en el caso. Apenas habla de su principal asesor Koldo García, autor material presunto de infracciones legales, su mano derecha, directamente nombrado por él y encumbrado sin méritos fehacientes a los consejos de administración de empresas públicas, Renfe y Puertos del Estado. Ábalos intenta separarse de su colaborador -como si la cuestión únicamente se refiriera a él-, pero no puede evitar que las actuaciones de aquél le salpiquen e impliquen. Porque ha incurrido con plena claridad en dos supuestos de la responsabilidad por terceros: en la designación y la negligencia.
Corolario
Ábalos se ha encontrado con un obstáculo, que no suele prodigar la política española: la actitud recia de su partido, el PSOE, en exigir la asunción de responsabilidad política a sus militantes. Efectivamente, caiga quien caiga, porque ha caído quien era el número dos del partido, exministro y exsecretario de organización del PSOE. O renunciaba al escaño o era expulsado del partido político. Claro contraste con la política del PP, que en vez de exigir la asunción de las responsabilidades políticas a sus correligionarios, los ha protegido clamando contra la conspiración de los adversarios políticos. Los casos de la presidenta de la Comunidad de Madrid y del alcalde de Madrid son muy ilustrativos, ambos incursos en responsabilidades políticas, pero encontraron el apoyo cómplice de su partido político. La protección fue tan desvergonzada que los barones del partido, con Feijóo a la cabeza, echaron al secretario general, Pablo Casado, por desvelar a la opinión pública el calado de la responsabilidad no asumida de la presidenta madrileña. Opuestas actitudes de dos partidos políticos en el asunto de las responsabilidades políticas: crítica la del PSOE y consentidora y cómplice la del PP.
Comentarios
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