Otras miradas

Nos han contado mal la historia.

Alfredo González Ruibal

Mar Mediterráneo con brújula y barco, en un mapa de Jacopo Russo del siglo XVI - AFP
Mar Mediterráneo con brújula y barco, en un mapa de Jacopo Russo del siglo XVI - AFP

No sé cuántas veces he escuchado esta frase en los últimos años. No queda muy claro quién se ha dedicado a contar mal la historia, si los profesores en los colegios, los historiadores en la universidad, los directores de cine en sus películas o toda la izquierda conjurada para que el español se avergüence de su pasado; por cierto, quién demonios es el español que se avergüenza de su pasado, que yo no lo conozco.

La idea se repite en Hispanoamérica, el documental de José Luis López-Linares que se proyecta estos días: un relato parcial y bochornosamente edulcorado sobre la conquista española de América. "Nos han contado mal la historia y nosotros nos la hemos creído", dice una de las participantes. Eso en un documental que concentra todos los tópicos nacionalistas: no hubo colonias, la maravilla del mestizaje, construyeron universidades, leyenda negra, anglosajones genocidas, españoles civilizadores. "Nos han contado mal la historia" significa que debemos borrar la investigación académica de los últimos 50 años para sustituirla por mitos de hace 150.

Es especialmente llamativo oír la queja en España, donde la historia imperial se ha narrado principalmente en términos elogiosos: transitamos sin mayor problema del Imperio hacia Dios franquista a la celebración del quinto centenario en 1992 pasando por el 12 de octubre, día de la raza antaño, fiesta de la nación hoy. "Nos han contado mal la historia", dicen, mientras la Comunidad de Madrid recomienda como material didáctico otro documental nacionalista de López-Linares. Quizá es cierto que nos la han contado mal, pero no por lo que ellos creen, sino todo lo contrario.

Sorprende esta necesidad de luchar contra la historia woke en un país donde apenas hay historia woke. Donde la conquista y ocupación de América sigue siendo, oficial y eufemísticamente, "un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos" (Ley 18/1987). Donde el debate decolonial lleva tres décadas de retraso. Donde lo que circula a nivel popular son libros, podcasts, noticias y vídeos de YouTube que hablan de gestas heroicas y hazañas civilizatorias. Donde las estatuas de los conquistadores siguen presidiendo orgullosamente las plazas de los pueblos y dando nombre a sus calles. Donde los vehículos blindados se llaman Pizarro y los buques de guerra Cristóbal Colón y Blas de Lezo.

Pero es que el victimismo es un principio básico del populismo reaccionario: nos odian, somos víctimas de una conspiración. Da igual que sea mentira. Porque ser víctima y odiado es una fuerza de movilización política muy poderosa –lo sabían bien los líderes fascistas de hace un siglo y los israelíes de hoy. Y en un mundo en que el estatus de víctima prestigia y protege de cualquier crítica, como recuerda Daniele Giglioli, presentarse como tal otorga una ventaja indiscutible en cualquier debate.

"Nos han contado mal la historia" es muchas veces la disculpa para narrarla en clave nacionalista. Somos los mejores, somos grandes, somos únicos en la historia de la humanidad. Pero hay algo más. "Nos han contado mal la historia" suena muy parecido a nos han contado mal el cambio climático, la crisis ecológica o la esfericidad de la tierra. Y no es casual.

Lo que se hace es poner en tela de juicio la labor de los especialistas -sean biólogos, climatólogos o historiadores. Y esa crítica al conocimiento experto es otro de los principios del populismo reaccionario. Por eso las campañas de Trump, Milei o Abascal contra la universidad y los centros de investigación. Incluso en un campo conservador como la historia moderna, López-Linares se ve obligado a recurrir una y otra vez a ideólogos en vez de historiadores universitarios: para defender ideas que sonrojarían a un americanista serio.

¿Qué significa contar bien la historia? No es fácil decirlo. Quienes nos dedicamos a la investigación llevamos muchas décadas dándole vueltas al tema sin ponernos de acuerdo. Pero una cosa tenemos clara: si la historia te la cuentan para que te sientas orgulloso, es que te la están contando mal.

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