Otras miradas

Nueve días después de Eurovisión

Paco Tomás

Periodista y escritor

 

11 de mayo de 2024, Suecia, Malmö: Manifestantes llevan una escultura de un cadáver ensangrentado con la inscripción "Eurovisión está celebrando un genocidio" por el centro de la ciudad, durante una manifestación antes de la final del Festival de la Canción de Eurovisión (ESC) 2024. Foto: Jens Büttner/dpaFecha: 11/05/2024.
11 de mayo de 2024, Suecia, Malmö: Manifestantes portan una escultura de un cadáver ensangrentado con la inscripción "Eurovisión está celebrando un genocidio" por el centro de la ciudad, durante una manifestación antes de la final del Festival de Eurovisión - Jens Büttner - EuropaPress.

Han pasado nueve días desde que el televoto español del festival de Eurovisión otorgase la puntuación máxima, doce puntos, a Eden Golan, la representante de un Israel sionista y genocida que, a la vez que se daba un baño de multitudes televisado, bombardeaba Rafah, el sur de Gaza donde se había concentrado toda la población desplazada, más de medio millón de palestinos, huyendo de las bombas.

Ya sabemos que la derecha y la ultra derecha española, si es que hay manera de diferenciarlas hoy en día, se tomaron como una cuestión personal el apoyo a Israel y votaron masivamente a Golan. Una vez más, los versos de Antonio Machado. Aquello de que una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Lo que no escribió Machado es que siempre sería la misma España la encargada de hacerlo: la España de los golpistas, la de los vencedores a golpe de cuneta, la que nos chantajeó para no juzgarles por sus crímenes a cambio de dejarnos vivir en paz como obreros sumisos, trabajando para sus patrones, y la que ahora se revuelve cual serpiente porque ya no pasamos ni uno de sus desmanes. Esa España que venció matando y que, quizá por eso, siempre es tan condescendiente con los criminales de guerra.

Esa España no es la única capaz de helarte el corazón. Trece países más lo hicieron: Australia, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, San Marino, Suecia, Suiza y UK. Ellos también tendrán una versión desalmada de su país. Lo que sucedió, hace nueve días, volvió a demostrar que la extrema derecha forma parte de una especie de Internacional Reaccionaria cuyo principal objetivo es derrocar la democracia a nivel global. Son los que estaban detrás del Brexit, detrás del triunfo de Trump, detrás de la victoria de Bolsonaro, detrás de las cuentas de Hazte Oír y de Vox, de la mayoría de los bulos mediáticos contra la izquierda, celebrando la victoria de Milei, la de Meloni, la de Orban, convirtiéndose en socios de gobierno en Finlandia y sonriéndole a Kast. Ayer, volvió a suceder en Vistalegre. Fascistas unidos haciendo lo que mejor saben hacer: amedrentar. Y, ahora, celebrando a Netanyahu.

¿El mundo está tan loco como para que los nuevos nazis apoyen a Israel? No es locura. Responde a una estrategia concienzuda, a una importante dosis de capital y a su petulante paciencia. La derecha siembra y no tiene prisa por recoger sus frutos. Espera a que madure el adoctrinamiento, el relato, la batalla cultural de la que empezaron a apropiarse en los 80, con políticas neoliberales y algún alumno aventajado asesinando a Olof Palme, hasta lograr aquello que, hace cuarenta y cinco años, nos parecía imposible: que un obrero les vote. Ya lo han logrado. Esa es su gran victoria: haber tejido los mimbres de una sociedad de esclavos sin conciencia de clase, narcotizados por el narcisismo de las redes y lo suficientemente individualista como para que un tipo pase por encima del compañero que señala el abuso de la empresa con tal de quedarse con su empleo cuando a su compañero no le renueven el contrato. La vida es así. Claro que la extrema derecha está de acuerdo con el genocidio que está consumando Netanyahu. Porque el sionismo es racista y colonialista. Y en eso, coinciden.

Han pasado nueve días desde el televoto de la vergüenza. Ellos, ya sea por convicción, por crueldad o por mero entretenimiento -los nazis siempre se divirtieron viendo sufrir a los demás-, aguardan nuestra indignación para burlarse de ella, llegando incluso a la bajeza moral de estar en contra de un alto el fuego en Gaza y contra todos aquellos que anteponemos la defensa de los Derechos Humanos a cualquier otra cosa. Ni siquiera se han detenido a pensar que estar contra eso significa estar a favor de la guerra. Muera la inteligencia, viva la muerte. Son tan conservadores que ni se preocupan en buscar nuevos eslóganes. Los de hace ochenta y ocho años aún les sirven.

¿Y qué está haciendo la izquierda mientras? Discutir. Seguimos en aquellos debates que retrató Ken Loach en "Tierra y libertad", preguntándonos quién es más de izquierdas, quién es menos privilegiado, quién está autorizado para hablar en nombre de la izquierda. Mientras, el neofascismo sonríe desde el Parlamento, en la televisión y en las redes sociales. Está en el presentador de moda y en el tiktoker de turno. Ya está en las familias y en los bares. En los institutos y las empresas. Como dijo el politólogo Cas Mudde, se han desmarginalizado. Eso significa que sus propuestas atroces se han normalizado. ¿Vamos a hacer algo al respecto o esperamos a que inauguren el primer campo de concentración?

Han pasado nueve días desde la edición más ignominiosa del festival de Eurovisión y Martin Österdahl, responsable de la UER, sigue mirando a quienes piden su dimisión con el mismo gesto que el consejero delegado de Repsol, la empresa más contaminante de España y del mundo, mira a los ecologistas: con desprecio, soberbia y ese hedor a clasismo que destilan todos aquellos poderosos que relacionan las críticas a su gestión con los arrebatos histéricos de un muerto de hambre que aún no se ha enterado de qué va esto. El agresor siempre presume de su crueldad ante sus cómplices. Como lo hace el Ministerio de Asuntos Exteriores y la oficina de publicidad gubernamental israelí reconociendo que invirtieron mucho dinero para movilizar el voto sionista. Eurovisión=propaganda sionista. Y mientras, los Big Five (Francia, Alemania, Italia, España y Reino Unido) actuando como los cinco hijos del matrimonio Höss en "La zona de interés". Intentando mantener una vida idílica mientras, a su lado, el asesino extermina gente.

Han pasado nueve días y la sangre no ha dejado de derramarse ni un solo segundo. Más de 35.000 muertos. El 60%, mujeres y niños. 12.000 niños amputados, heridos, quemados. Y mientras, un canal israelí ridiculiza a los participantes eurovisivos de Suiza, Irlanda, Países Bajos y Grecia. Poco más puedo añadir. ¿Y tú?

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