Otras miradas

De la 'italianización' a la división de la derecha tras la irrupción de Alvise

Alejandro Solís

Yolanda Díaz e Ione Belarra en una imagen de archivo.- EFE
Yolanda Díaz e Ione Belarra en una imagen de archivo.- EFE

Las elecciones al Parlamento Europeo en España, cuya importancia suele considerarse de 'segundo orden', han provocado una auténtica catarsis en el panorama político de nuestro país. En particular, en el espacio ideológico de la izquierda, donde los pésimos resultados de Sumar ya se han cobrado su primera víctima: Yolanda Díaz, que ha renunciado al liderazgo de la coalición de izquierdas, aunque se mantiene en el Ministerio. 

Sin embargo, no ha sido la única sorpresa de la noche electoral. Los resultados de la agrupación de Alvise Pérez, Se Acabó La Fiesta (SALF), que ha logrado 800.000 votos —a sólo 11.000 votos de Sumar— y 3 eurodiputados, ya fueron la comidilla mediática durante los días previos a los comicios. Tanto por las implicaciones de que una sola figura, sin apenas estructura ni presencia en los medios de comunicación tradicionales, y sólo a través de las redes sociales, pueda lograr un resultado como este; o porque esto supone la presencia de un nuevo actor en el bloque ideológico de la derecha, SALF será un actor a tener en cuenta de aquí en adelante. 

Durante los últimos meses, los análisis que han tratado de dilucidar las posibilidades de los partidos del Gobierno de coalición, el PSOE y Sumar, de revalidar ese Gobierno en una hipotética repetición electoral pasaban, inevitablemente, por la asunción de que, mientras Sumar y Podemos estuvieran divididos, los 3 millones de votos de Sumar el 23J, que se tradujeron en 31 escaños, ahora sólo se traducirían en unos 15 escaños para Sumar y 2 para Podemos. De 31 a 17, una caída de 14 escaños. ¿Por qué? Por el efecto del sistema electoral, la circunscripción provincial y la fórmula D'Hondt, una realidad que —aunque haya quienes intenten evitar mirando para otro lado— supone que, en España, no nos podemos permitir la 'italianización' de la izquierda.  

En este sentido, la decisión de Yolanda Díaz se ha tomado —o eso parece—, en cierta medida, con el objetivo de evitar el abismo que supondría continuar en esa dirección. Porque la izquierda ya estaba ahí antes de las elecciones al Parlamento Europeo y, a no ser que haga algo, seguirá ahí. En el abismo. No hay espacio a la izquierda del PSOE para Sumar y Podemos, al igual que no lo había para el PP, Ciudadanos y Vox —y Sánchez supo aprovechar esta situación en el 2019— en el bloque de la derecha.  


Nuestro sistema electoral es caprichoso, pero se ha mantenido invariable desde hace ya varias décadas, afectando a unos y a otros, perjudicando a la izquierda y, en algunas ocasiones, también a la derecha. Por ello, es importante conocerlo, entenderlo y, sobre todo, saber actuar en consecuencia. 

En este sentido, la irrupción de Alvise en el Parlamento Europeo es un hecho muy relevante, más aún cuando dejó claro, en una entrevista en YouTube unos días antes de las elecciones, su intención de presentarse a las próximas elecciones para lograr así representación en el Congreso de los Diputados. Pero ¿qué efecto tendría su irrupción, dividiendo así al bloque de la derecha? 

Gráfico 1. Situación electoral en España antes de las elecciones al Parlamento Europeo según una reestimación de los datos del barómetro de mayo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). 
Gráfico 1. Situación electoral en España antes de las elecciones al Parlamento Europeo según una reestimación de los datos del barómetro de mayo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Antes de estas elecciones, el PSOE experimentó un cierto reagrupamiento tras la victoria en Cataluña y la carta de Sánchez, que movilizó a su electorado y, además, provocó una cierta caída en las expectativas electorales de los populares. Sin embargo, la división entre Sumar y Podemos era una garantía suficiente de que el bloque de la derecha alcanzaría la mayoría absoluta sin demasiadas complicaciones. Con 147 escaños para el PP de Feijóo y 33 para los de Abascal, el bloque de la derecha superaría la mayoría absoluta sin demasiadas dificultades. 


Ahora bien, para determinar el impacto de la irrupción de SALF en el tablero político, hay que mirar, en primer lugar, de dónde provienen sus votantes, no hacer una extrapolación de los resultados de las elecciones de este domingo, puesto que ambas arenas políticas —la nacional y la europea— no son comparables.  

Según el CIS, SALF se nutre de cerca de un 20% de los votantes de Vox, de algo menos de un 5% de los votantes del PP y, en menor medida, de votantes provenientes de la abstención, el voto nulo o de nuevos votantes. Es decir, es, sobre todo, un peligro para Vox, que podría perder la hegemonía de la radicalidad con un nuevo actor a su derecha que, a diferencia de ellos, no tiene nada que perder. 

En este sentido, en una hipotética situación en la que se replicase una situación como esta en el ámbito nacional, con un 20% de los votantes de Vox en el 23J nutriendo a un SALF en búsqueda de representación en el Congreso de los Diputados, la situación sería diferente. En primer lugar, Vox pasaría de un 12,3% a un 9,8% de los votos. Una pérdida de algo más de medio millón de votantes que les haría caer por debajo de la barrera del 10%, que es a partir de la cual el sistema electoral empieza a ser un peligro para la supervivencia de los partidos políticos, como le ocurrió a Ciudadanos en el 2019 después de la repetición electoral. 


Gráfico 2. Simulación electoral, a partir de la reestimación anterior, de un escenario donde SALF se presentara a las elecciones al Congreso de los Diputados haciéndose con un 20% de Vox y un 5% del PP. 
Gráfico 2. Simulación electoral, a partir de la reestimación anterior, de un escenario donde SALF se presentara a las elecciones al Congreso de los Diputados haciéndose con un 20% de Vox y un 5% del PP.

Además, esto haría caer a los populares hasta el 32,5% de los votos, especialmente por la pérdida de votantes hacia SALF, pero no sólo, puesto que, al haber una nueva alternativa en el espacio de la derecha, es previsible que no tantos votantes en fuga de Vox, que antes se marchaban hacia los populares, lo hicieran hora. Esto situaría la diferencia con el PSOE en algo más de un punto, lo que, en un contexto como el de hace un año, se situaría en el margen de repetir una situación como la del 23J. De esta manera, con un resultado como este, SALF irrumpiría con un 5,18% de los votos, dividiendo así aún más el voto de la derecha. 

Ahora bien, en el reparto de escaños esto no tendría por qué suponer una diferencia tan sustancial. Los 10 escaños que perdería Vox por la irrupción de un partido a su derecha se compensarían, en gran medida, por los que ganen el PP y SALF. Los 6 escaños de un Alvise en el 5,2% de los votos junto a los 2 que crecería el PP —a pesar de haber caído en votos— al contar con un competidor más débil en las provincias del ámbito rural supondrían una pérdida del bloque de la derecha de sólo 2 escaños. En total, el PP, Vox y Alvise sumarían 178 escaños en lugar de los 180 de la situación anterior. Muy cerca de perder la mayoría absoluta, pero sin llegar a hacerlo. 

Dicho esto, ¿por qué, a pesar de la irrupción de un tercer actor en el espacio político de la derecha, no perderían la mayoría absoluta? Porque en política no siempre 1 + 1 son 2. En este caso, la importancia de la tercera posición es crucial, una cuestión que de la que se escribió mucho antes del 23J y que pudimos ver cuando Sumar se quedó a las puertas de alcanzarla por un puñado de votos. 


En otras palabras, aunque irrumpa un nuevo actor que suponga un lastre para Vox, dividiendo su voto, mientras la caída de los de Abascal no sea tal que les sitúe por detrás de Sumar —o, después de la dimisión de Yolanda Díaz, de lo que sea que haya a la izquierda del PSOE—, esto no será suficiente para que empiecen a perder escaños —y, con ello, la mayoría absoluta— de forma significativa, incluso cayendo por debajo del 10% de los votos.  

Da igual que Vox pierda varios puntos, lo importante es que lo haga en las provincias medianas, que es donde se juega —y se jugó— la batalla, y que esto sea suficiente para que la izquierda se sitúe por delante de ellos. ¿De qué nos sirve que la derecha se divida cuando la izquierda ya se encuentra en esa situación desde la ruptura Sumar-Podemos hace unos meses? 

Gráfico 3. Simulación electoral, a partir de la reestimación anterior, de un escenario donde SALF se presentara a las elecciones al Congreso de los Diputados haciéndose con un 20% de Vox y un 5% del PP, pero la izquierda estuviera unida. 
Gráfico 3. Simulación electoral, a partir de la reestimación anterior, de un escenario donde SALF se presentara a las elecciones al Congreso de los Diputados haciéndose con un 20% de Vox y un 5% del PP, pero la izquierda estuviera unida.

En cambio, si, en este mismo escenario, la izquierda continuara unida, la situación sería otra. No sólo el número de escaños que obtendría sería mucho mayor al hacerse con la tercera posición, sino que muchos de esos escaños se los arrebataría al PP (4) y al PSOE (5), otorgándole una posición de fuerza. Además, y como es lógico, el bloque de la derecha perdería la mayoría absoluta, pasando de los 178 escaños de antes a los 172 de ahora.  


Una situación muy similar a la surgida del 23J, que sería muy delicada, pero que tiene mucho que ver con la primera posición del PP de Feijóo más que con la disputa a la cola del bipartidismo entre la izquierda de Sumar y Podemos y la extrema derecha de VOX y SALF. Mientras el PP esté en primera posición, este es el escenario más positivo que la izquierda se puede permitir. 

Ahora bien, existe el peligro de que la irrupción de SALF, aunque divida al bloque de la derecha, lo haga multiplicando. Esto es, siendo capaz de movilizar a más gente de lo que lograrían únicamente el PP y Vox, como parece que podría ser capaz de hacer Alvise articulando esa 'antipolítica' y ese resentimiento contrario al progresismo que está en la abstención. Este es uno de los peligros que, más allá de lo que señalan las encuestas, no es tan fácil de medir. 

En definitiva, aunque aún estamos inmersos en el terremoto que han provocado las elecciones al Parlamento Europeo, con la dimisión de Yolanda Díaz y la incógnita sobre lo que ocurrirá con Sumar y los partidos que lo componen, es fundamental entender que la "oportunidad" que nos plantea la división de la derecha no es tal si la izquierda continúa dividida.  


Aunque hay quienes no han parado de repetirlo, no está de más hacerlo una vez más: si la izquierda quiere continuar en el Gobierno, lo cual es indispensable para hacer frente a los problemas de la clase trabajadora, la 'italianización' no es, ni será nunca, una opción para la izquierda. No sólo por la dimensión del fracaso colectivo que esto supondría, sino porque el sistema electoral en España no lo permitiría. Reconstruir desde las cenizas no implica que debamos hacerlo desde la oposición a un Gobierno del PP y Vox. Por desgracia, hay quienes no pueden permitirse esta opción. 

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