Otras miradas

La imagen de la Justicia que rechaza a una mujer presidenta del CGPJ

Ana Bernal-Triviño

Periodista y profesora en la Universidad Oberta de Catalunya

Fotografía de grupo de Su Majestad el Rey con los miembros de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo
Fotografía de grupo de Su Majestad el Rey con los miembros de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo - © Casa de S.M. el Rey

Durante mucho tiempo la Justicia fue intocable. Decían que sólo aplicaban las leyes, como si fuera algo automático sin interpretación. Estos últimos años y, en especial, estos últimos meses está mostrando que hay mucho bajo la alfombra. Mientras los poderes ejecutivo o legislativo han sido constante foco de acusaciones y señalamientos, la Justicia era el poder del que no se podía decir una palabra más alta que otra. ¿La autocrítica en ese sector? Durante décadas, de cero a justita, con mucho corporativismo. Ahora las personas más honestas que trabajan en ella cuestionan con mayor evidencia algunas interpretaciones que rebasan el espíritu de la ley.

Un artículo de opinión en Newsweek hablaba estos días de cómo las cortes supremas o superiores se están volviendo "rebeldes". Repasaba casos de Estados Unidos o de Brasil y, cómo no, en el podium del retrato estaba España. En relación con la ley de amnistía, señalaba la negativa del Tribunal Supremo en aceptarla y desafiar al poder legislativo. Remarcaba que "cuando el poder judicial se excede en su papel, supone una amenaza importante para la democracia" porque "no puede convertirse en un actor político más". De hacerlo, en el camino pierde credibilidad, autoridad y confianza. En su última línea advertía que el peligro de las democracias ya no vienen solo de la extrema derecha, sino también por la falta de rendición de cuentas y de los poderes. Entre ellos, esa Justicia.

Recordemos lo último antes de que llegara agosto: la querella de la Abogacía General del Estado por prevaricación contra el juez Peinado. Y antes muchos otros casos de persecución y daño sobre cargos políticos que han quedado en nada, en humo, pero el daño ya está hecho.

Por si ya no fuera poca la sospecha de la politización de la Justicia y la interpretación bajo preferencias ideológicas, estos días de verano la Justicia nos ha dado otra guinda. Quizás parezca una anécdota pero tiene mucha carga simbólica. El nuevo Consejo General del Poder Judicial no ha llegado a un acuerdo para elegir su presidencia. Entre otras cosas, porque el bloque conservador se niega a nombrar a una presidenta "porque no es necesario que sea mujer". En pleno 2024, siendo las mujeres mayoría en la composición de la Justicia española, siguen sin verlo. Y eso que sería la primera vez en la historia del CGPJ. Y eso que cada año se hace evidente esa imagen llena de hombres en la apertura del curso judicial.

Se supone que saben de leyes y derechos, pero se olvidan de que la ley de paridad quedaría rota si preside un hombre. Igual que olvidan la carta de Derechos Fundamentales de la UE y la necesidad de incluir medidas a favor del sexo menos representado. Defienden que hay que anteponer los méritos a la paridad, haciendo creer que solo los hombres alcanzan ese baremo. Que ellas nunca están a la altura de sus compañeros. Encima de ser un nombramiento de designación discrecional, que ya presupone la excelencia.

Ruth Bader Ginsburg ya decía aquello de "las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones". Si en algo que es tan evidente no se ponen las pilas, se entiende mejor la situación de tantas mujeres que han denunciado la falta de perspectiva de género en sus casos de violencia, al punto de que incluso la Justicia, recuerdo, es señalada por Naciones Unidas en muchas ocasiones por aplicar el SAP cuando no debe hacerlo. De la misma manera que fue condenada España como Estado por una Justicia que no protegió lo suficiente en el caso de Ángela González Carreño.

Las instituciones no son intocables, son cuestionables. Y que un poder o institución se devalúe no es culpa ni depende de una opinión exterior que lo señale, depende de quienes lo componen. La Justicia solo puede cambiar si lo hace desde dentro. Quienes de verdad aman a la Justicia y la respetan trabajan para ello. Al resto, le queda por aprender. Han llegado a septiembre con una asignatura pendiente: la de democratización de la Justicia, lejos de la politización y la perspectiva de género. Que estamos en 2024 y se intuía que los principios democráticos estaban aprendidos. Pero han demostrado que fallan una y otra vez y a veces queda la sospecha de si no es tanto por casualidad y es por interés.

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