Hoy no es un día cualquiera. Es el cumpleaños de mi padre y de mi único hijo, con sesenta años de diferencia. El primero cumple 74 y el segundo 14, aunque parezca mayor, calce un 44 y me saque cuarta y media. Uno cada día más alto y fuerte, el otro cada día más encogido y viejito.
Mi padre ha hecho un viaje interestelar entre el machismo sideral que mamó y ejerció y el abuelo que se desvive por sus nietos, que cuida de su mujer como nunca la cuidó, que respeta a sus hijos como nunca los respetó, que es un hombre cariñoso, generoso y colaborador, a años luz de aquel otro odioso, egoísta y dictador.
No creo que él llame a lo suyo nueva masculinidad, ni que crea que era machista. Simplemente la vida le pasó por encima. Él cree que yo soy una feminista radical. Yo, que él ha entendido, por la vía de los hechos, muchas cosas del feminismo que, por la vía del diálogo, no entendía o no atendía.
Me fui de casa a los 19 años por eso. Pronto decidí que mi vida era mía y que es lo único que tengo. En tres décadas nos hemos requeterreconciliado, aunque nunca hayamos hablado de aquellos tiempos. Las palabras están sobrevaloradas. Los rencores se diluyen en los hechos.
Nunca se deja de querer al padre y a la madre. Por eso duele más que te hagan daño, que no te acepten, que no te quieran entera con tus decisiones y con tus rebeldías.
Mi padre es de los que fue criado como ojito derecho, como nieto mimado, como el hombrecito de la casa. No sabe freír un huevo, poner una lavadora, pasar el aspirador o encender la plancha. Sabe trabajar por los suyos desde que tiene catorce años, sabe pagar todas las cuentas, cree que la familia es lo único y por ella daría la vida entera.
Como pareja, mi padre y mi madre también han hecho un viajazo, ahora tan apacible y bonito, que hace olvidar los años de tormentas. Mis padres se quieren y siempre se quisieron a su manera.
Yo pensé mucho tiempo que lo mejor sería que ya no se quisieran y que acabaran con tantas peleas. Muchas veces animé a mi madre a divorciarse. Nunca quiso. Entonces pensé que no quería por cobarde. Hoy sé que es que, simple y sencillamente, ella le quería e intuía que esta paz era posible. Ella tenía razón y yo no, ni tenía porque meterme.
Su vejez me da envidia. Ellos saben que son envidiables. Ojalá les durase para siempre. Ojalá no se les acabe.
Mi padre es mucho más dependiente que mi madre por esas carencias vitales descritas, tan comunes en tantos hombres. Mi madre es tan feliz cuidando de él, ahora que se cuidan mutuamente, que tampoco sé si sobreviviría a no tener que cuidarle.
Mi hijo ya está aprendiendo a cocinar y hago lo posible porque sepa cuidarse y se cuide, porque no dependa de nadie y porque sepa lo que es compartir una casa y una familia, tanto en su mantenimiento como en su disfrute. Le he criado en igualdad en todos los términos y, sin embargo, cree que la masculinidad está siendo atacada y necesita defenderse. Está cansado de oír hablar de feminismo y de diversidad sexual sin que eso le involucre. Les dan/les damos charlas por todas partes, charlas en las que les hablan/les hablamos de otros sin escucharlos. Tenemos que contarles que el feminismo también es para ellos. Tenemos que hacerles parte porque obviamente lo son y además son imprescindibles.
En 2019 me dieron un premio del Consejo de Mujeres de Madrid. En la entrega, las otras premiadas mentaban a sus hijas y el público las ovacionaba. Yo menté a mi hijo, entonces de nueve años, presente en la sala, y no hubo aplauso ni nada. Desde entonces lo digo y lo redigo porque allí resultó obvio y las encuestas sobre qué piensan los jóvenes sobre el feminismo no han parado de confirmarlo.
Un año antes, en 2018, en el fragor de una tertulia televisiva, dije que pensaba que no se podía celebrar "el día del Hombre", como un pueblo pretendía, subtitulándolo "el Rey de tu casa", porque sería como celebrar "el día del terrorista". Acababa de comentar las cifras de víctimas de feminicidios en España, un 400% más que las de terrorismo en los últimos veinte años. Me cayó la del pulpo en las redes sociales aunque en aquel programa también hiciera una salvedad declarándome a favor de la celebración de "el día del Hombre Feminista".
Entonces y después me han atacado en muchas ocasiones mentando a los hombres de mi vida, tildándolos de cornudos o de calzonazos o de afeminados o de cobardes, animándoles a controlarme, a ponerme firme, a pegarme, a azotarme, a violarme... Por más callo que una tenga, esas cosas no se olvidan. Por eso, todavía más, me permito este ¿homenaje? que creo que incluye una reflexión colectiva.
Hoy es para mí, como cada año, el día de mis hombres; sobre los que escribo señalando a estos dos, pero pensando también en otros que me han hecho y me hacen la vida más bonita, más deseable. Tengo pareja de hecho, amigos, ex, compañeros, jefes, sin los que mi existencia sería mucho peor de lo que es y ha sido. Así que lo hago porque se lo merecen y porque sé que los dos principales protagonistas no me leen y ojalá nadie les comente.
Mi hijo está desde hace unos días con los abuelos para celebrar la vida y el cumpleaños. Se fue con muchas ganas de hablar de muchas cosas con mi padre. A mí me parece genial que hablen y que compartan también sus hechos y creo que esto es extrapolable a todas partes. Si nos contásemos y nos escuchásemos más habría más entendimiento. Si respetamos que cada uno es dueño y señor de su vida, podemos querernos en serio.
Os quiero, guapos. Felicidades
Comentarios
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