Otras miradas

Gotham inundada y las elecciones del 23 de julio

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

Gotham inundada y las elecciones del 23 de julio
Un instante en The Batman.- WB

The Batman, la última actualización del mito del superhéroe murciélago dirigida por Matt Reeves, tiene muchos méritos. Es un thriller que bebe del mejor David Fincher y un diseño de producción que parece sacado de las páginas del Arkham Asylum que dibujó Dave McKean. Paul Dano construye un villano fabuloso y Robert Pattison borda su Batman emo, más torturado que rabioso. Además de todo eso es una película que se encarga de su época.

Es una película de Batman que discute el impacto cultural de Batman y es una película que nace a caballo entre dos mundos. Uno de esos mundos es el Trumpismo y la ola reaccionaria, esa perversión de los mitos de justicia para girarlos hacia el rencor de los hombres enfadados. La película está llena de villanos que son "fans de Batman" porque creen que él también odia a, en concreto, una congresista negra que sería algo así como la nueva esperanza progresista para una ciudad aparentemente perdida como es Gotham. Eso está ahí de manera totalmente transparente, pero no es lo único que hay.

El segundo mundo que intenta cabalgar la película es el fracaso de un cierto ciclo progresista que va del ocaso de Obama a la América de Biden. Batman empieza la película sintiendo que es incapaz de resolver los problemas de la ciudad. Se coquetea incluso con la idea de que su padre, ese mito fundador progresista que murió asesinado y que lleva al pequeño Bruce a un camino más cercano al de la venganza que al de la justicia, no sea trigo limpio. Todo es más difícil. Todo es más complicado. No hay horizontes claros y el ambiente es, quizás, el más depresivo de todas las películas de Batman.

La síntesis de esos dos mundos se concreta en un atentado, una apuesta por la esperanza y una inundación. El atentado provoca la inundación y Batman (en lo que probablemente sea el monólogo más pocho de la película, lo cual es una pena) le grita la hipótesis de la película al espectador a la cara: no se trata del odio, se trata de la esperanza.

Lo que pasa es que su apelación a la esperanza se hace en medio de una Gotham inundada. El atentado ha volado los diques que contienen el agua que rodea la ciudad. La película acaba así, con una Gotham inundada por los mismos que luego se propondrán para rescatarla. Me parece que esa imagen es más potente que la propia apelación a la esperanza o que, al menos, pone en relación con esta idea.

Las elecciones del próximo 23 de julio tienen su propia inundación, que es de dos tipos. La primera inundación es una ola reaccionaria que crece como alianza negativa contra el gobierno progresista y especialmente contra Sánchez. Esa ola está compuesta de muchos "noes". No a las alianzas del gobierno, no a la ola feminista que sigue siendo el movimiento político más importante del país y en torno al que se definen buena parte de las posiciones políticas de todos los actores políticos, y no a esa construcción abstracta del imaginario reaccionario: el comunismo. Esa inundación no es la más importante, aunque conviene atenderla. Sólo con esa inundación las derechas no ganan.

La segunda inundación es más peligrosa. Es la de la desafección. Tres frases que he escuchado en los últimos veinte años y que pareciendo llamadas al optimismo eran epitafios: Aznar diciendo que "España va bien". Zapatero hablando de "brotes verdes en la economía" y Pedro Sánchez diciendo que "España va como un tiro".

Para cientos de miles de españoles esa frase les separa de la política y del gobierno progresista y les acerca a la coalición negativa. Aunque con los números en la mano sea verdad, resulta que no comemos números, ni pagamos alquileres con cifras. Hay más empleo que y es de mejor calidad, pero seguimos sin llegar a fin de mes. Punto. Ese es el nudo. Las elecciones van de eso. El Partido Popular tiene una respuesta a esa pregunta. Cuando dice que la economía española se está estancando, Feijóo miente, pero la gente lo entiende porque su economía se está estancando (o nunca ha dejado de estar estancada).

La derecha tiene una respuesta para estas personas, es una propuesta que quiebra las bases de nuestro sistema por el lado de la igualdad y que funciona igual que cortar la rama en la que te sientas: una bajada generalizada de impuestos.

La bajada de impuestos forma parte de un ataque más amplio que incluye incorporar la vivienda como complemento salarial mediante su explotación como bien de consumo a través del alquiler. La extensión de la figura del okupa a "cualquiera que me impida hacer negocio con mi casa" va de eso. Es achicar el agua de la inundación haciendo agujeros más gordos.

El problema, como señala la película de Reeves, es que los niveles de redistribución de riqueza que necesitamos son más altos de los que pensamos. Sánchez ha situado el adversario en un PP que ha incorporado las tesis políticas de Vox. Pero no se gana nada defendiendo lo existente, igual que una nueva generación de votantes no tiene conciencia de que se "vuelva" al bipartidismo porque han nacido en un mundo no-bipartidista. Todas las peleas de estas elecciones se dan en qué queremos que pase al día siguiente de las elecciones con los problemas que existen hoy, no con las cosas que se han resuelto.

Es necesario que Sumar apunte al lugar donde Sánchez no quiere mirar. A los beneficios empresariales a costa del precio de la compra y los alquileres. A gobernar las subidas del precio de las hipotecas. A la angustia de la vida cotidiana y los miedos del futuro. Entender esos miedos y darles respuesta es la clave.

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