Otras miradas

El Orgullo y los hombres blandengues

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

El Orgullo y los hombres blandengues
El Fary en La 1 de TVE

Estoy llorando. Esto no es raro. Lloro a menudo. Normalmente de emoción, algunas veces de tristeza. A veces no es llorar, llorar, es lagrimear un poquillo. Mi novia se ríe de mí porque cada vez que estamos viendo una película empiezo a moquear y no paro. No me gustan las peleas, se me dan mal. No es que no me enfade. A veces me enfado. A veces me enfado mucho. Pero jamás me he pegado con nadie en un sentido físico (una vez empujé a un tipo). Ni siquiera llevo bien las discusiones.

Me cuestan especialmente las discusiones personales, pero todas las discusiones son un poco personales. Me quedo bloqueado y pestañeo como un ciervo que espera a ser atropellado y reacciono de la peor manera posible, con idas y venidas de pasivo agresividad. Un cuadro.

Me gusta reírme. A veces lo hago de forma escandalosa. Me gusta mover el culo. Me gusta bailar y cantar en casa y por ahí, me gustan las explosiones de emoción y de alegría. Me gusta abrazar a la gente a la que quiero y darles besos. También me gusta comer. Estoy gordo. Siempre he estado más o menos gordo. Solo adelgazo de verdad cuando estoy triste, lo cual ha sucedido en serio dos veces en mi vida. Esta suma de sentimiento y volumetrías me construye (junto a muchas cosas más).

Creo que algunas de estas cosas me convierten en un "hombre blandengue". Creo que mi padre también lo es. Creo que la parte que más me gusta de él es la que lo convierte en un hombre blandengue. Cuando nos escribe por la noche a mi hermano y a mí y nos dice que nos echa de menos, o cuando llama solo para contar un chiste que acaba de leer o ver en la tele. Porque los "hombres blandengues" no existen desde hace un rato. Como los gais, las lesbianas, etc., etc., llevan aquí desde siempre.


Esta semana aparecieron unas pintadas en un Centro de Igualdad en Madrid. Una de ellas decía "Muerte al hombre blandengue". No sentí ningún miedo al leerla, pero me sentí interpelado por la misma: sentí que se estaban refiriendo a mí. Y a mis amigos. Y a muchos tíos que conozco. Y a mi padre.

En mi colegio había un chico que tenía pluma. No soy muy consciente de si se lo hicimos pasar mal por ello. Supongo que no ser consciente es una buena pista de que quizás sí. No noté entonces que ese chico con pluma, que era además divertidísimo y tenía una mala leche poderosa, estaba abriendo una puerta para que detrás de su existencia de chico con pluma cupiera mi existencia de hombre blandengue.

Esta semana decía Santiago Abascal que él no iba al Día del Orgullo Gay porque "era heterosexual". Esta es una idea que redunda en otra que decía Feijóo estos días. La idea era que esta legislatura había ido sobre "minorías". Pero no ha ido de minorías, ha ido de libertades. Ha ido de reconocer derechos a, por ejemplo, las personas transexuales y con ello ampliar la libertad del conjunto del país.


Tanto es así que la reacción antifeminista, que es la misma reacción anti LGTBIQ ha empezado a expandir sus fronteras y a hablar sin tapujos de lo que va esto, que no es otra cosa que disciplinar a los hombres, a las mujeres y a todo lo que se encuentre entre y más allá de los hombres y las mujeres. Cualquier leve derivación de una norma cada vez más estrecha es sospechosa y debe desaparecer. De ahí que entre las pintadas contra el feminismo en un Espacio de Igualdad se incluya una que desea la muerte del hombre blandengue.

El Orgullo y los hombres blandengues
Pintada aparecida en un espacio de igualdad de Madrid

Por eso el Día del Orgullo es el día de la libertad. Es el día en el que millones de gais, lesbianas, persones no binaries, trans, intersexuales, etc., empujan el marco de lo posible y hacen el mundo habitable, no solo el suyo, sino el de todos, el mío también.

No hace falta sentirse interpelado por una pintada para estar a favor de los derechos de las personas LGTBIQ+, ni de las mujeres, ni de las personas migrantes, ni de lo que sea, pero es bueno recordar que su libertad no es solo suya, sino que también es tuya. Es más que una pequeña cesión en el cajón de los privilegios y un par de horas al día dedicadas al apartado de las responsabilidades, son la puerta a un mundo donde un montón de cosas que unos pocos tíos nos negaban a muchos tíos y que son estupendas son además posibles y gozosas.

Acompañando a la pintada había otra que decía "Viva el hombre heterosexual". Con lo que la cosa quedaba aún más clara. Se trata de que los hombres heterosexuales no sean blandengues. Así, "el hombre heterosexual" no es cualquier hombre heterosexual en su enorme diversidad, sino un único hombre heterosexual. Es imposible, absolutamente imposible, que ese camino no nos lleve a la tragedia, al sufrimiento psíquico y finalmente a la violencia, hacia nosotros y contra los demás.

La cara B del hombre blandengue es la del hombre que fue (o sigue siendo) blandengue, cuya masculinidad no entra en el cajón asignado de hombre heterosexual y decide resolver esa contradicción cargando contra las mujeres, los gais, las lesbianas, las personas trans, les no binaries, etc.

La libertad, insisto, crece o decrece para todo el mundo. Y quien está en una situación de más vulnerabilidad no está luchando solo por sus derechos o por su seguridad y supervivencia, sino también por la nuestra, por la tuya.

Un respeto para esa gente, que son, en realidad, la vanguardia de los derechos de todo el mundo.

Un respeto y mucho orgullo.

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