Otras miradas

Ni santas ni putas

Marta Nebot

Ni santas ni putas
Manifestación del 8M en Valencia. - Jorge Gil / Europa Press

En estos días señalados, en plena Semana Santa, entre los dos grandes iconos femeninos de nuestra historia cultural, entre la santa y la puta, entre la virgen y su contraria, entre Marías y Magdalenas, el feminismo español se ha vuelto a dar de tortas.

¡Ay, qué dolor, madre mía!

¡Ay, qué pena, virgen santa!

Supongamos que hablo de una cualquiera, porque si lo hago sobre mí misma me da vergüenza y no de la torera. Escribiría lo mismo si fuera otra aunque no me doliera en carne propia. Mis conclusiones serían las mismas: algo no estamos haciendo bien si este es el tono de la discrepancia.

El domingo pasado alguien publicó en este mismo rincón una columna bienintencionada sobre si la proposición socialista para abolir la prostitución, presentada esa misma semana, podía prosperar, poner de acuerdo a las socialistas y al resto de mujeres de la izquierda, que están divididas entre la regulación y la abolición de esta práctica. La analista dio argumentos a favor de unas y de otras. Dijo creer que ambas tienen razones y concluyó posicionándose a favor de la libertad sexual de las prostitutas libres y vaticinando la imposibilidad del acuerdo.

A la observadora en cuestión –acostumbrada a recibir tortas en la refriega dialéctica en los medios porque lleva años trabajando en los que más confrontan y conoce la onda expansiva putrefacta que sigue en las redes sociales y en la presunta opinión pública– esta vez, los insultos de siempre, le dolieron como nunca por venir de quiénes venían.

"La lista de periodistas que ejercen violencia mediática es tremenda. ¡Tenemos a @samanthavillar defendiendo el proxenetismo y ahora a (@FulanitaDeTal) no sabiendo explicar que la explotación sexual es pura tortura contra niñas y mujeres!".

Con este tuit empezó la tormenta, encendida por una periodista feminista a la que conoce y respeta y con la que creía compartir hasta cariño. Hace unos años la susodicha la entrevistó para un programa que hacía, supurando admiración y respeto.

A ese primer latigazo contestó otra feminista: "Que hagan periodismo de investigación, y se metan en un burdel de frontera, de carretera, que se vengan a trabajar en el campo, para luego ser violadas, por 30 euros, por los mismos que recogen tomates por la mañana. Que se la chupen a un viejo borracho con la pollallenademierda".

La primera, la inductora de la tempestad, le respondió: "¡No seas aguafiestas María! ¡Que eso es un trabajo como escribir en un medio de comunicación como otro cualquiera!".

Y entonces se abrió la veda del salvajismo feminista: chupar pollas, incluida la de Aznar, fue la sugerencia más sugerida, jornadas de 30 o 40 servicios la segunda por goleada, el resto tenía que ver con la incapacidad profesional e intelectual de la lapidada. Algunas pidieron que la echaran del periódico donde firma.

Cierto es que no todas las críticas y ataques eran brutalmente insultantes. La más común de las que no eran sangrantes la tildaban de ingenua, como tantas veces le ha pasado en la vida. Según la RAE, el ingenuo es "candoroso y no tiene doblez" y el candoroso es "sincero, sencillo y muestra pureza de ánimo".

Sin embargo, a estas alturas ya sabe que llamarle ingenua es otra manera de infantilizarla, de echarla del debate de los mayores, del serio, del de las realistas que saben de verdad cómo son las cosas. Se lo han llamado tantas veces, cuando no tenían argumentos para rebatirla.

¿No es incongruente llamar "violencia mediática" a la opinión –por favor, que alguien señale algo violento en el artículo en cuestión– mientras se jalean insultos obscenos propios de los machistas más violentos y asquerosos? ¿No es incongruente llamar ingenua a quién tiene una opinión diferente, basada en la experiencia de algunas mujeres y de algunas teóricas feministas? ¿No es brutal pedir el puesto de trabajo de una compañera porque esta vez no estás de acuerdo con lo que escribe sin faltar?

A sus casi 50 años, después de decenas de manifestaciones, algunos trending topics y muchas broncas a sus espaldas, ya sabe que todo movimiento social entraña una jauría propia. La ha sufrido a derecha y a izquierda porque intenta ser independiente y pensar por sí misma, por encima de su papeleta. Su voto no la vuelve ciega, sorda ni muda. Por supuesto, cree que, igual que ella, los suyos también se equivocan.

Esta vez le ha tocado recibir de un lado, pero sabe que el otro también agrede e insulta. Putófoba, terfa, Kill the Terf (Trans Exclusionary Radical Feminists / Feministas radicales que excluyen a las personas trans), etc. Y actos reventados, como la reciente conferencia de la histórica feminista Marcela Lagarde en la Universidad Complutense.

En este caso cree que las suyas, unas y otras, siguen perdiendo fuerza y razón en esta guerra sangrienta de unas contra otras.

Y mira que no reza, pero ¡ay, madre mía! ¡Qué tiempos aquellos de 2017–2018 cuando de verdad practicamos la sororidad y la unidad demostrando que no éramos como ellos, que somos capaces de algo mejor y nuevo como concentrar nuestras fuerzas en metas compartidas! Logramos cambios enormes cuando vamos unidas. Creamos lo que creamos, esa debería ser nuestra letanía más repetida.

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