Carta con respuesta

Pan y hostias

Me acabo de enterar de los 600 euros de multa que le han impuesto a un comerciante de mi barrio por tener el rótulo de su tienda en castellano en lugar de catalán. Me parece increíble que esto ocurra en España. Señor Zapatero, acabe con
estas sanciones propias de una dictadura lingüística y que atentan contra la libertad de las personas de utilizar la lengua
que libremente decidan. Ya que habla tanto de derechos, yo le pido el derecho a rotular en español en lugar de catalán sin
que me multen.

CARMEN LÓPEZ BARCELONA

A mí me avergüenza que pasen esas cosas (y más aún que el presidente del Gobierno las apruebe). Increíble no me parece. ¿Dónde iba a pasar, sino aquí, un país en el que se discute hasta por quién paga la cuenta? Y qué le vamos a hacer: los nacionalistas son como críos y al parecer hay que decirles que sí a cualquier memez para que no se cojan una pataleta. Por donde yo paseo, en Madrid, hay locales rotulados hasta en árabe y en chino y a todos nos importa un pito. Durante años iba a diario a Queens, un barrio de Nueva York, donde sólo se hablaba y rotulaba en colombiano. A nadie le importaba un rábano. Son ganas de hacer un pan como unas hostias: a mí me parece cosa de católicos. El otro día leí un parte de guerra sobre la ridícula y desaforada batalla de las hostias con gluten y es más o menos lo mismo.

Según órdenes del inquisitorial papa Benito 16 (o Benedicto XVI, como prefiere la Conferencia Episcopal), la hostia tiene que contener gluten. Los celíacos piden hostias de maíz. La Iglesia, con la vesánica cerrazón que le es propia, se niega. Les ofrecen comulgar con vino. ¿Asunto arreglado? Ni hablar: esos celíacos son católicos, es decir, cabezotas. Ponen el grito en el cielo y se rasgan las vestiduras: ¡cómo le vamos a dar alcohol a una niña pequeña! Y ya está liada. Son tal para cual. La Iglesia podía ceder, qué más le dará una hostia de maíz o de trigo. Los celíacos podían ceder, qué más dará
un sorbo ridículo de vino de misa una vez a la semana. Sin embargo, ambas partes son como los nacionalistas: les importa más llevar razón que resolver un problema. Son litigantes empecinados, discutidores innatos, esos pelmazos a los que hay que quitarse de encima cuanto antes.

Dios nos libre de las personas que tienen fe. La fe (nacionalismo, catolicismo, etc.) altera los centros neuronales que regulan el escepticismo, las soluciones sencillas y el buen conformar. La fe es inhóspita y construye un universo muy poco acogedor, donde se queman herejes, se multa a los tenderos y se niega la comunión sin gluten. Los nacionalistas catalanes se portan como rígidos obispos furibundos. De acuerdo: pero no nos pongamos nosotros como celíacos católicos.

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