Recién levantao

‘Yak W. C.’

Sentado en el retrete se te ocurren
varias palabras para describir "lo del Yak", que es con lo que
–en los urinarios contiguos– tus compañeros del curro, sin saberlo, han montado para ti una tertulia radiofónica. Tema: el chapucerío y la impunidad. Un compañero empieza: "Esas cosas pasan cuando alguien piensa: sssh... ¡si nadie se va a enterar! La gente con poder cree estar en otro nivel, por encima del resto de los mortales. Me los imagino diciendo: si es que no está pasando; y si no está pasando, ¿está mal? No. Está mal... sólo si se enteran estos".

Otro respalda la teoría: "Claro. Imagina que supieran con certeza que nos vamos a enterar: ¿harían según qué cosas? ¿Un policía se atrevería a extorsionar a una prostituta?, (después de que ella le provocara, claro). ¿Habría gentuza alicatando el porche de su quinto chalé con el dinero de todos o decidiendo que la estación de tren
–casualidad– caerá en unos terrenos de su cuñado?".
Piensas: escalofriante. Recibir una revelación así, sentado en la taza del váter del curro. Y los imaginas: "Sí, parece que están todos pendientes, ¡pero shhh... ahora nadie mira! ¿Qué tenemos, huesos... bolsas, y etiquetas con nombres? Pues venga, del tirón, rellena las bolsas como sea, etiquétalas, firmo lo que sea –en el idioma que sea– y funeral y venga un trago, ¡si nadie se va a enterar!". Los compañeros vuelven al trabajo. Piensas: pues esta vez nos hemos enterado. Y apreciamos que todo fuera para "acortar el sufrimiento de los familiares de las víctimas", (quizá no se ha conseguido del todo, ¿no?), pero estaría bien que, por una vez, los responsables... se enteraran también. Y tiras de la cadena.

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