La Comisión Nacional de la Competencia (CNC) reconocía ayer que el rescate a la banca le ha costado a cada español 1.781 euros solo en 2011. Aquel mismo 2011, el Instituto Nacional de Estadística (INE) nos informaba de que la mayoría de los españoles cobraba una media de 15.500 euros brutos anuales, aunque el salario medio real fue de 22.899 euros. Es decir, un escaso porcentaje de españoles, incluidos quizá los banqueros, eleva el sueldo medio hasta un 25%. Llegados a tales cifras, yo me niego a analizarlas por miedo a que se me exacerben estas ganas horrorosas que tengo de dar un golpe de Estado.

Un gran economista dijo un día que la Economía es una ciencia solamente capaz de prever lo que ya ha pasado. Como ciencia exacta, prefiero la poesía, que solo es capaz de prever lo que nunca va a pasar. Por eso siempre habrá más economistas que poetas.

Esa mentalidad de economista que todos llevamos dentro ha permitido que en aquel nefando 2011 los poetas y el resto de españoles nos dejáramos arrebatar más del 10% de nuestras magras ganancias para rescatar sitios tan sucios como los bancos. Yo no sé por qué tengo que dedicar el 10% de lo que gano a rescatar a los bancos, cuando preferiría rescatar un paisaje, una ballena o el esternocleidomastoideo de una niña enferma. Quizá he firmado algún papel dando la autorización a ese desvío de mis capitales. Pero no me acuerdo de haber firmado nada. Y empiezo a tener la sospecha de que me están tomando el pelo.

Como pegarle un tiro a un banquero no está bien visto, quizá los poetas deberíamos empezar a tomarnos un poco en serio eso de votar. Anda estos días el SAT atracando hipermercados para darle comida a los hambrientos y libros escolares a los niños sin recursos. No es mal comienzo. Y me parece actitud altamente democrática. Ya que se legaliza el robo de nuestras nóminas para sobrenriquecer a banqueros y oligarcas, hay que vindicar la legalización del robo también de abajo arriba. Es cierto que ya no están de moda las revoluciones. Pero no me parece descabellada la igualdad de derechos entre ladrones de guante blanco y ladrones de guante sucio. Resulta asombroso, después de tanta Historia, que los pobres no hayamos ya aprendido de los ricos que es necesario robar para evitar el colapso del sistema.

Uno se harta de analizar civilizadamente cifras como las del CNC y el INE que arriba se han glosado. Uno se harta ya de hacer civilizadamente nada. Uno empieza a desear de una vez por todas volverse incivil. Bárbaramente, como hacen ellos. Impúdicamente, como hacen ellos. Cruelmente, como hacen ellos.

Pero uno se reprime y espera paciente y hambrunamente las próximas elecciones europeas, municipales o generales, soñando que cambie algo. No sé cómo podemos ser tan soñadores aquellos a los que nos han arrebatado todos los sueños y el sueño.

Aunque casi, no es esto un llamamiento a levantarse en armas. Los poetas tenemos mala puntería. Cuando a un poeta le das un arma para que le pegue un tiro a un banquero, apunta mal y le pega a otro poeta. Pero habrá que pensar algo. Yo no me quiero morir con esta cara de gilipollas que se te queda cuando te dejas engañar. Me quiero morir con otra cara de gilipollas. La que se te queda cuando contemplas algo bello, justo, verdadero y arcoirizante. Disculpad la tristeza, pero es que hoy no se me ha puesto a tiro ningún banquero y mi pistola jamás ha tenido balas.