El alcalde de Brunete es un sieso. Un tío que es incapaz de comprar a una concejala de su pueblo no tiene derecho a seguir perteneciendo al partido de la regeneración democrática, o sea al PP, y Mariano Rajoy está tardando en tomar cartas en el asunto, con lo veloz que es él tanto de pensamiento como de palabra, obra y omisión. El alcalde de Brunete se llama Borja Gutiérrez, aunque tiene cara de Borjamari y como tal será tratado a partir de ahora, y ofreció en 2011 a la concejala de UPyD María Isabel Cotrina beneficios tanto políticos como personales si pactaba con el PP. Hasta el punto de que la mismísima mamá de Borjamari llegó a ofrecerle un empleo a la hija de la concejala magenta.
Escucho el extracto de la grabación que la concejala hizo a Borjamari en un restaurante, y que nos ofrece El Mundo, y me quedo con una gloriosa frase del alcalde de Brunete mientras plantea el soborno: "Yo tengo un problema, y es que soy honrado".
La torpeza de Borjamari a la hora de sobornar a concejalas no tiene parangón en nuestra historia democrática. Y es preocupante ver que un pueblo de más de 10.000 habitantes está regido por un tuercebotas así. Y eso que el hombre utilizó hasta a la policía municipal para sus honrados fines. Fueron el jefe policial y una cabo los primeros que le comentaron a Cotrina las maravillas que viviría el pueblo de aliarse UPyD con el PP. Pero cometieron el error de no aderezar sus palabras apuntando a la concejal con la pistola, como es costumbre, y esta respondió airada con el subsiguiente alegato fuenteovejunesco: "Yo no tengo nada que hablar con ustedes sobre cuestiones políticas. ¿Quiénes son ustedes para negociar en nombre de un partido político?".
Le parte a uno el corazón comprobar, en la comunidad autónoma del tamayazo, que perviven políticos sin la suficiente formación ética e intelectual como para sobornar a una concejal de un partido color magenta. Ahora que el PP prepara una reforma de la ley electoral para que los ayuntamientos los gobierne la lista más votada, se deberían también plantear las bases para que la tragedia de Brunete no vuelva a ocurrir. Vale que gobierne el partido más votado, pero solo a condición de que su cabeza de lista consiga sobornar al menos a uno de los ediles de la oposición antes de tomar el bastón de mando. En caso contrario, estaremos dejando los pueblos y ciudades en manos de incompetentes como Borjamari, enfermos de honradez.
Un país y un partido que presumen de ser la cuna de áureos despisteros cual Luis Bárcenas, Rodrigo Rato, Miguel Blesa o Gerardo Díaz Ferrán no pueden dar cabida a este Borjamari. Todos los estudios sobre ética coinciden en señalar que, en España, si un soborno fracasa es por culpa del sobornador, nunca del sobornado. Suele suceder en países de arraigada tradición nacional-católica, donde se aprecian más los bienes de este mundo porque los del más allá ya están garantizados.
Estos días en los que las Faes estuvieron reunidas para demandar el despido libre y el encadenamiento de los trabajadores sin distinción de raza (los esclavistas eran unos discriminadores), se echó de menos un curso de sobornos para alcaldes, impartido por la pizpireta Esperanza Aguirre y con Ana Botella traduciendo a lenguaje falso de sordomudos, que es como mejor se le entiende.
Borjamari debería ser castigado a presenciarlo desde primera fila y con orejas de burro. Es que no aprende. Perteneciendo a un partido maestro en las artes del soborno, parece mentira que pueda hacer este ridículo. En el PP, el soborno ha sido llevado a su más exquisita expresión con los sobresueldos B: los populares son tan buenos sobornadores que hasta han logrado sobornarse a sí mismos. Todos menos tú, ay, Borjamari, que te pierde la honradez.
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