Tras escuchar siete horas de debate sobre el Estado de la Nación, no sentía ningún dolor de cabeza. Me sucede cada vez. Mi cerebro permanece relajado por falta de esfuerzo, pues casi nada de lo que se dice merece permanecer ni un ratito electrificando mis sinapsis. Si no fuera por los gritos, el debate hubiera sido tan siestero como un documental sobre tortugas tetrapléjicas de La 2. Aburre la política hemicíclica, y el aburrimiento es una de las armas más efectivas de los políticos/sistema. Nos aleja del interés en ella, y así nos dejamos zarandear por decisiones de las que ni somos conscientes. Buena parte de la culpa de esto la debemos asumir también los periodistas, que durante mucho tiempo hemos permitido que su tedio adormezca nuestra vigilancia, que sus bostezos de rueda de prensa se le contagien a nuestro afán investigador, que sus plasmas dicten el ritmo de la prosa a nuestra perezosa tinta.
La bronca que escenificaron ayer un virulento Mariano Rajoy y un Pedro Sánchez espartano es un capítulo más de Epi y Blas. Parece que ambos muñecos discuten, pero en el fondo se quieren y duermen juntos. Llevan décadas pactando la color de sus sábanas y de nuestros sudarios. Los últimos y penúltimos ejemplos son demoledores. Desde la reforma del artículo 135 de la Constitución hasta esa pantomima antiyihadista que lo único que favorece es recortar las libertades que olvidó cercenar el PP con su ley mordaza.
El tonito subió hervores por momentos. "Yo me lo tomo a usted bastante más en serio que los suyos, y mi trabajo me cuesta", le escupió el presidente al presunto jefe de la oposición. "Ustedes son la derecha de siempre. Qué gran fraude es su gestión de Gobierno", contraatacaba un Sánchez menos dotado para la ironía, pues de todos es sabido que no es gallego. O sea, que parodiaron poco menos que una bronca marital, con la diferencia de que el texto de las broncas maritales no te lo escriben los asesores pagados con fondos públicos, sino las y los amantes respectivos.
Anunciaba ayer Ediciones B la publicación de un nuevo tebeo de Mortadelo y Filemón en el que el dibujante Ibáñez pone a sus detectives a investigar a Bárcenas. La coincidencia del anuncio con el debate no me parece casual. Mortadelo Rajoy y Filemón Sánchez saltaron ayer al Congreso de los Diputados a discutir a través de sus zapatófonos sobre cómo salvar al país de la iniquidad y la inepcia, sin confesarnos que la iniquidad y la inepcia son ellos mismos. La cosa también sería de tebeo si no se diera la circunstancia de que, mientras, moría gente a causa de ese artículo 135 cuya reforma ambos firmaron.
Entre medias cogieron a Durán Lleida, que siempre dice lo mismo y por eso solo se escucha a sí propio; a Alberto Garzón, brillante savia nueva de esa planta muerta mal llamada Izquierda Unida; y a Rosa Díez, que se dedicó a leerle mensajes de facebook al presidente, como una adolescente poco instruida y sin gracia natural que te da el coñazo con el iPhone5 contándote las chorradas que le envían por whatsapp. Que está usted en el debate sobre el Estado de la Nación, señora. Compórtese. Bien o mal, pero compórtese. La única respetable fue Celia Villalobos, que sacó del bolso el ipad y se puso a jugar al Candy Crush (que no sé qué es, pero seguro que más estimulante intelectualmente).
Mientras se desarrollaba este alegre sainete parlamentario, los mercados bajaban nuestra prima de riesgo en 100 puntos básicos, enviando a la gente el mensaje de que Epi y Blas, Mortadelo y Filemón, el whatsapp, el Candy Crush y el zapatófono marcan la buena senda de esta sentina de ideas llamada España.
--A buen entendedor... --susurraba en luterano Angela Merkel.
Comentarios
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