Rosas y espinas

Ada Colau y el insulto

pabloArranque de campaña. Compartieron escenario Ada Colau y Pablo Iglesias en Barcelona, y ambos centraron parte de su discurso en Esperanza Aguirre. Las condesas, aun consortes, propenden a acaparar mucho protagonismo incluso en las reuniones a las que no asisten. "Esperanza Aguirre me estimula mucho", mitineó Colau. "Me estimula cuando siento su menosprecio a la gente, cuando escucho que insulta a todo el mundo, a los periodistas, cuando piensa que los demás somos una molestia". Iglesias, con menos calidad lírica, se limitó a llamarla "condesa de la corrupción" y a recordar los 200 contratos Gürtel que firmó su administración cuando ella era la presidenta de Madrid. El mitin se celebró en Nou Barris, distrito que ha sido siempre feudo socialista, cinturón rojo ya desde el desarrollismo franquista, arrabal de obreros, inmigrantes y gitanos. Un lugar tan bueno como cualquier otro para insultar a nuestra aristocracia.

Con este acto, Podemos y sus marcas municipales dejan claro desde el principio que van a "llamar a las cosas por su nombre" (Iglesias dixit), sin huir de las voces gruesas, del insulto, del rico acervo castellano y catalán de hermosas palabrotas. España se ha convertido en un país malsonante, y solo puede ser descrito con malsonantes onomatopeyas. Van a temblar los diccionarios durante estos quince días de campaña.

Al final de tanta politología, de tanta teoría de clases, de tanta erudición keynesiana, el que aspira a ganar elecciones se da cuenta de que lo sesudo y lo matemático no da votos. Se vota más fácil al que le hace una ñapa al sistema que al que te diseña un futuro. Las grandes ideas son toreo de salón y han de quedarse en el salón. En el mitin lo que gusta, lo que pone a la peña a bailar sobre sus urnas, es el insulto, el grito, el rugido, que al fin y al cabo es como suenan la calle y los mercados (de abastos, no los del Ibex). El insulto es adánico, puro, espontáneo y dolorido como un minero que baja a la mina aun no despierto del todo. Yo espero aprender un montón de insultos nuevos a lo largo de la campaña.

El problema es que el insulto es una pieza léxica muy delicada y sensible, y ha de tratarse con gran mimo si no quiere uno que se le resquebraje entre los dientes. Es mucho más difícil insultar bello y preciso que mentir, y en eso yo creo que la derecha le lleva cierta ventaja a Podemos.

Me decepcionó Pablo Iglesias como insultador en Nou Barris. Parece mentira que haya nacido en Vallecas, donde a mí siempre me han insultado muy elegante y muy bien. Un insulto solo es irreprochable cuando dice la verdad, y en eso el Partido Popular ofrece un campo de experimentación de enorme riqueza natural y paisajística. Parece mentira que Iglesias no lo explote y solo alcance al "ladrones, corruptos, gentuza". En eso se echa mucho de menos la sabia cercanía de Juan Carlos Monedero.

Sin embargo, Ada Colau se nos reveló como talentosísima insultadora. "Esperanza Aguirre me estimula mucho", y al final del verso cuadró la rima con la palabra mafiosos. A Iglesias se le ve tan cansado que parece que a los actos solo acude su superego freudiano, y eso la calle lo percibe. Sin embargo, Ada Colau mastica un puñado de tierra y lo arroja por la boca. Iglesias inspira su insulto en Miguel Hernández y Ada Colau en las que limpian escaleras. El cuitado no puede competir.

Antes había el voto útil, el voto práctico, el voto del miedo y el voto indeciso, entre otros. Nuestra modernidad política nos ha traído la novedad del voto insultante, pues es el que se merecen los que nos han gobernado. Es una pena que no se haya inventado todavía el voto valiente, pero seamos optimistas y démosle su tiempo a nuestra desesperación.

@anibalmalvar

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