Fue llegar una coalición progre al gobierno de España, y se desataron todas las iras divinas y telúricas, las siete plagas, los más fétidos hedores del Averno, os sea, hasta una pandemia y un volcán. Y es que no se puede ser progre, y ya no digamos rojo, en este país supersticioso y cristianero sin que el Dios de los obispos arroje sobre ti toda su furia, no vaya a ser que le quites las inmatriculaciones y la financiación pública de extranjis (10.000 millones al año le cuesta a España mantener a su Dios: más que la monarquía, camaradas, siendo igual de intocables e intangibles).
Es llegar Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno y, al mes, sale Corinna zu Sayn-Wittgenstein contándole a los espías, a los oligarcas y a todo el mundo que Juan Carlos I cobró comisiones de las obras del AVE a la Meca. ¡Un borbón corrupto! ¡Dónde se ha visto!
Calculo que a Pablo Iglesias le dolería menos, pero imagino al atribulado Sánchez llorando su decepción por los rincones de una Moncloa aun sin amueblar, quizás todavía a oscuras porque Mariano se fue sin pagar la luz. A nadie le extrañaría. A los socialistas de carné arrugado, a los republicanos de antes, se oponen desde hace más de cuarenta años estos socialistas de carné planchado, cual Pedro Sánchez, que viene de buena familia, es doctor, habla inglés con las cadencias de Beau Brummel y es guapo. Estos socialistas republicano-monárquicos, que se llaman ellos, y que actúan con más naturalidad cuando reverencian en palacio a Felipe VI que cuando intentan hacerse los espontáneos con la gente de la calle. Políticamente hablando, llegar a la presidencia del Gobierno y que en un mes se te resquebraje la jefatura del Estado, es como llegar al Barça y que se vaya Messi. O así.
El 24 de octubre de 2019, el Gobierno de Sánchez, en solitario, manda subir en un helicóptero el cadáver de Francisco Franco, y yo creo que eso fue el acabose avant la lettre. Me lo advirtió en aquellos días un camisa azul en un bar: 'Esto que estáis haciendo con Franco y con Juan Carlos va a traer muchas desgracias y calamidades'. Yo me reí, pero el tiempo le dio la razón.
Una vez repetidas las elecciones y por fin conformado el gobierno progre, que no rojo, solo 73 días después el presidente tiene que anunciar el Estado de Alarma y el confinamiento domiciliario obligatorio. La pandemia no les concedió ni los 100 días de cortesía (tampoco lo hubieran hecho Vox, PP y C´s, pero eso ya era, es y será previsible).
Y llega la pesadilla de la covid. Y ya no se puede gobernar nada que no sea la covid. Y no hay a quién preguntar: nadie sabe nada de cómo luchar contra la covid. Y los medios de la caverna ven un caldo de cultivo feraz para sus críticas y falacias cotidianas. A las que hay que añadir las críticas y denuncias fundamentadas, que son las que más duelen. Demasiado ritmo, y los gobiernos progres no bailan.
Por fin, salimos a la calle después de un tiempo interminable y dañino. Y nos encontramos nuestra vieja calle tomada por la enésima plaga: los fascistas. De repente, las ciudades españolas se han llenado de fascistas a cara descubierta, con banderas nazis, armas, sed de sangre, y lo llenan todo de violencia verbal y física. Desde los primeros años de la transición, no se había contabilizado tanto fascista imponiendo su violencia por las calles, y en los bares, y en el fútbol, y en el metro (en el teatro, no). Y los policías los escoltan. Y el gobierno progre no puede decir ni hacer nada, por alguna razón que nadie intuye. Y la impresión que da es que el gobierno progre se está dejando acochinar por el no-gobierno inelecto de los nazis, de los homófobos, de los agresores sexuales, cosa que no dice mucho de su bravura. Y la plaga crece día a día.
Y así les van cayendo males desde la tierra y el cielo uno tras otro. Pobres míos. No me voy a extender con la plaga de jueces que repueblan las calles con símbolos franquistas y otras fascistadas. Mucho zotal haría falta para detener esta plaga.
Ni os hablaré de la guerra eléctrica, primer intento de magnicidio por electrocución de la historia, y del que el gobierno ha salido bastante chamuscado.
Pero es que ahora parece que también la naturaleza española es enemiga de los gobiernos progres, y les envía un volcán, nada menos que un volcán, con toda su belleza e impiedad que arrasa haciendas, vidas y poblaciones.
Yo no sé qué será lo siguiente. A lo mejor hay que hacerle caso a ellos y devolver a Franco a Cuelgamuros. Y concederle unas medallas policiales a unas cuantas vírgenes y santos. A ver si, así, el orbe y las fuerzas divinas y humanas se reconcilian con nuestro gobierno progre y le dan un respiro. Que va siendo hora.
Comentarios
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