El descerebre del votante español, que otorgó el poder territorial a la ultraderecha en las últimas elecciones autonómicas y municipales, fue patología frontotemporal de no muy difícil cura, pero de tenebrosas consecuencias. Fue fronto porque vino marcado por un ataque de cuernos: el que sufrieron un millón de ex votantes varones del PSOE que se sintieron castrados por el ímpetu valkirio del Ministerio de Igualdad de Irene Montero, y se pasaron a PP y Vox. Y fue temporal porque, tras un mes observando los delirantes pactos escrotales de PP y Vox, el voto femenino y el voto macho feminista se movilizaron en las generales para evitar la subversión salvaje de derechos y culturas que promueven los fachas.
Se dice que PSOE y la izquierda en general naufragaron en las municipales y autonómicas por haber basado su campaña en el miedo a la derecha. Cuando gobernó la derecha, apenas un mes después, demostró a los españoles que era bien merecedora de ese miedo que inspiraba.
Ahora esa misma derecha lagrimea en las solapas de cada diputado que se le pone a tiro sin explicarse por qué se han quedado tan solos.
--Lo de puta, lo de bastardo y lo de lameculos es que estaba sacado de contexto, señores socialistas. No sean tan susceptibles y déjennos con su abstención continuar practicando la ablación intelectual de la mujer española, la graciosa persecución de maricones, la quema de libros y la santificación de genocidas en serie. Si son cuatro chorradas.
Se ha quedado tan solo el neofascismo que neofascistas como Iván Espinosa de los Monteros abandonan la chalupa. Son casi la mitad de España, pero están muy solos. Son millones de soledades que vagan por el país sin darse cuenta de la fuerza que tienen.
Tienen tanta fuerza que quizá van a ser capaces de hermanar a Bildu y PNV, a ERC y a Junts, a Íñigo Errejón y a Ione Belarra por el puro miedo zombie que provocan. Ni siquiera en la dulce y sangrienta transición, la Alianza Popular de Manuel Fraga, o la Fuerza Nueva pistolera de Blas Piñar, metían tanto miedo a los españoles como nos ha inoculado este tándem desatado PP/Vox.
El miedo es la única amalgama que puede mantener con frágil firmeza un gobierno de Pedro Sánchez sustentado por tan polimorfas vigas. No veo yo a PNV o a Junts apoyando una ley de vivienda agresiva y socialista, ni enfadando a sus mecenas financieros con impuestos bolivarianos sobre bancos, grandes fortunas, eléctricas y otros piratas generosos.
Será esta una legislatura miedosa, más que la precedente, conservadora hasta el hastío, timorata y beata. En vez de gobernantes, hemos votado ladrillos para construir un dique que frene a la ultraderecha.
Ahora esa ultraderecha camina algo cabizbaja, humillada por unas urnas en las que cree poco. Cada uno de esos 11 millones de votantes de PP y Vox se siente solo, pero no será por mucho tiempo.
Si se forma gobierno posibilista (ya no será progresista), la ultraderecha de Feijóo y Abascal acabará dándose cuenta de todo lo que puede dinamitar desde su mayoría absoluta en el Senado. O con insurrecciones municipales y autonómicas al estilo Ayuso. Sin olvidar la calle, el asador Guadalmina y la caja tonta, donde las anarrosas, los valleses y los ferreras continuarán oreando la ropa sucia del neofascismo.
Por muy solos y vagabundos que se sientan los 11 millones de votantes del PP y Vox, han ganado las elecciones, y marcarán el paso de la legislatura. Será una legislatura en la que el PSOE de Pedro Sánchez se podrá derechizar aun más, pues si tiene tentación de podemizarse nunca contará con los votos de Junts o PNV. Y todos los socios de gobierno o parlamentarios seguirán dócilmente esa sutil derechización por miedo a la ultraderecha. Si no tuviera tanta devoción al diablo, diría que son unos resultados diabólicos. Miedo contra soledad son los dos bloques ideológicos. Poco lugar para la esperanza.
PS: Por añadir una visión optimista: nadie del Íbex ni de la CEOE va a echar de menos a ningún ministro de Podemos.
Comentarios
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